Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Padre no hay más que uno 2: La llegada de la suegra»

Llenando de gente la pantalla y el patio de butacas

Nadie podrá decir que Santiago Segura no ha cumplido su palabra, porque venía a salvar la taquilla y lo ha hecho, demostrando a los majors de Hollywood y en especial a Disney que no conocen el mercado en el Estado español y el verdadero potencial del público familiar. Lo tenía difícil, pero su cine populista y conservador ha conectado con las audiencias infantilizadas de hoy en día, para asombro de propios y extraños. Le podemos buscar todas las explicaciones comerciales que queramos, pero se me ocurre una teoría de la que nadie ha hablado, y por raro que suene creo que la pandemia ha favorecido el éxito de esta segunda entrega de su nueva y millonaria franquicia. En mi opinión el secreto está en que las ganas de las familias de juntarse tras el confinamiento, para salir a la calle y compartir un plan divertido con el que reirse de los malos momentos pasados, conecta con el estilo “segura” de llenar de gente la pantalla con personajes emparentados entre si, por no hablar de la interminable y habitual lista de invitados a la fiesta mediante el consabido “amiguetes.com”. Todo este bullicio en la tradición del camarote de los hermanos Marx traspasa la pantalla y se extiende al patio de butacas en un eufórico y compartido baño de masas veraniego.

“La llegada de la suegra” (2020) deja atrás el punto de partida de “Padre no hay más que uno” (2019), que era la comedia argentina de Ariel Winogard “Mamá se fue de viaje” (2017), yendo directamente a la saga de “La gran familia” (1962) como principal y gran referencia de la producción patria, y en menor medida al modelo anglosajón instituido por “Trece por docena” (1950) y su versión moderna de “Doce en casa” (2003).

La esperada Loles León tarda en aparecer en escena, tal vez para no quitar importancia a los cameos de Alberto Chicote, Lorenzo Caprile, Ainhoa Arteta, María Del Monte, Lorena Berdún, Nuria Fergó, José Mota...