Raimundo Fitero
DE REOJO

Recesión

Vuelve la palabra maldita. El concepto que abre las puertas a la filosofía del averno económico. Recesión es un insulto. Una confesión. Un resultado. Una idea neoliberal para indicar que es necesario crecer y crecer hasta el infinito y que, si no creces, el desarrollo se para y el mundo opta por la melancolía taciturna de las noches de sangría y bicarbonato. Sí, obvio, normal, si se para la actividad, no se crece económicamente. Aquí y en la China. O viceversa. La piedra que impide el derrumbamiento de todo el edifico es saber si esa recesión se aplica de manera equitativa o si hace, como parece ser, que sean los más débiles quienes más la sufran a la vez que los más fuertes se fortalecen.

Reflejado en el espejo vacío de mi memoria, cuento los días, los porcentajes, las noches y las hespérides porque los datos estadísticos, las subidas y bajadas de infectados, las informaciones sobre la pandemia sanitaria se están utilizando en términos bursátiles y no médicos. Para los que leemos en los restos de los mojitos el futuro, sabemos desde la suspensión de la Liga que esto iba a reventar, la diferencia es que calculábamos que sería en otoño cuando saliera el sarampión económico, pero en plenas vacaciones tardías, de baja intensidad o de pañuelo con nudo en la cabeza y botijo, esta noticia se convierte en un tema de porrón y ensalada nueva. Tendrá efectos inmediatos, ver encocorado a Casado, gritando mentiras para denunciar mentiras es un caso de manual. Urkullu acudiendo para bendecir lo bendecido, es otro clásico. Lo bueno, lo interesante, lo que nos da muchos argumentos es que Trump quiere atrasar las elecciones en las que va a perder. No parece tener encaje legal. Por lo tanto, los más conspicuos nos ponemos campanudos y proclamamos: estamos ya en Recesión Democrática.