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Bolonia

Masacre de Bolonia: la sombra de la Red Gladio y la estrategia de tensión

Italia recordó ayer el 40º aniversario del ataque con bomba que devastó la estación de tren de Bolonia. Resonó con fuerza la demanda de «verdad y justicia» ante una masacre cuyos responsables siguen sin ser conocidos, aunque hay fundadas sospechas de que se trató de una operación de Estado para evitar que los comunistas llegaran al poder.

En la sofocante mañana del 2 de agosto de 1980, una poderosa explosión hizo saltar por los aires a la estación central de trenes en Bolonia, matando a 85 personas e hiriendo a 200 más. Hasta el día de hoy, no se sabe exactamente quién está detrás del ataque con bomba más mortífero en la historia italiana moderna. Está claro que la extrema derecha, incluidos los neofascistas, agentes del servicio secreto italiano y masones mafiosos, llevaron a cabo el ataque. Lo que está menos claro es en qué medida este atentado fue parte de una operación de Estado, clandestina, de terror, con ramificaciones en toda Europa.

El período comprendido entre finales de la década de 1960 y la de 1980 fue uno de los de mayor agitación social y política en Italia, conocida como Anni di piombo (Años de plomo). Arreciaron los ataques, tanto de la extrema derecha como de las guerrillas comunistas, hasta llegar a 12.000, que se cobraron cientos de vidas. Hasta el de Bolonia, el de más impacto había sido el secuestro y muerte del ex primer ministro Aldo Moro por las Brigadas Rojas en 1978.

Bolonia, capital de la próspera región de Emilia-Romaña fue, y sigue siendo, un foco de activismo político. Sede de la universidad más antigua del mundo, la ciudad es conocida como Bologna la dotta (la erudita. También como Bologna la rossa, (la roja), ya que la ciudad ha sido durante mucho tiempo un bastión del Partido Comunista.

Hubo mucho derramamiento de sangre en Bolonia durante los años de plomo. La Policía disparó y mató a Francesco Lorusso, un militante de extrema izquierda de 24 años el 11 de marzo de 1977 y la ciudad estalló en enfrentamientos que duraron días. El Gobierno italiano envió vehículos blindados de combate al barrio universitario y otros puntos críticos para anular lo que Francesco Cossiga, ministro del Interior, llamó «guerra de guerrillas».

El 27 de junio de 1980, el vuelo 870 de Italia, un avión de pasajeros DC-9 en ruta desde Bolonia a Palermo, se estrelló en el mar Tirreno, muriendo los 81 pasajeros y la tripulación a bordo. Al igual que el ataque de la estación de Bolonia, la causa y el culpable del desastre permanecen envueltos en mucho misterio. En ese momento, el ya primer ministro Cossiga dijo que el avión fue derribado accidentalmente por aviones de combate franceses involucrados en un combate con cazas libios sobre el Mediterráneo.

Conspiración no tan secreta

Al principio, el Gobierno atribuyó la explosión de Bolonia a una explosión accidental, quizá de una vieja caldera. Poco después, recibió llamadas de personas tanto de extrema derecha como de extrema izquierda reivindicando la responsabilidad del ataque. Sin embargo, pronto se hizo evidente que este no era un complot comunista. Más bien, fue el resultado de una conspiración no tan secreta que incluía a políticos corruptos, oficiales del servicio secreto, militantes fascistas, clérigos y masones, que no se detendría ante nada para mantener a los comunistas fuera del poder. Era la conocida como «Estrategia de tensión»: fomentar la violencia y el caos para que los italianos votaran a los demócratacristianos oligárquicos en lugar de al Partido Comunista (PCI).

En 1984, el fascista convicto Vincenzo Vinciguerra declaró ante los investigadores que había sido reclutado para un atentado con coche bomba en 1972 como parte de la Operación Gladio (“Espada” en latín), que fue desarrollada por el servicio secreto italiano desde la década de 1950. Su testimonio fue corroborado por otros destacados funcionarios. El general Vito Miceli, exjefe de inteligencia militar, declaró que la organización incriminada «se formó bajo un acuerdo secreto con EEUU, en el marco de la OTAN». Giandelio Maletti, exgeneral del servicio secreto, dijo que «la CIA dio su aprobación tácita a una serie de ataques con bomba en Italia en la década de 1970 para sembrar la inestabilidad y evitar que los comunistas tomen el poder».

Si bien no se puede decir con certeza que la masacre de Bolonia fue una operación de esa organización, el ataque llevaba el sello distintivo de la «Operación Gladio». Los expertos determinaron que la acción fue causada por los mismo explosivos militares utilizados en el atentado con coche bomba de Peteano en 1972, en el que participó el citado Vinciguerra.

En la pared de la entrada principal de la estación de Bolonia hay un reloj que marca permanentemente las 10:25. Al igual que el cráter de la explosión que quedó sin reparar y el muro conmemorativo en el vestíbulo de la estación, es un eterno recordatorio de que ocurrió aquella trágica mañana de agosto de hace 40 años, así como de las preguntas sin respuesta, que quizá nunca podrán ser aclaradas por completo.