Agustín GOIKOETXEA
BILBO
Interview
ORIOL MALLÓ
AUTOR DE «EL LIBRO NEGRO DEL BBVA»

«Si alguien tiene las de ganar es Patricia Botín y no Carlos Torres»

Este periodista catalán (Barcelona, 1967) residente en Ciudad de México, colaborador de prensa escrita y digital, confiesa que «este libro sobre el (segundo) banco más poderoso del Estado llega tarde y mal porque el BBVA impidió que el público conociera las pruebas de su juego de trileros estafando al mundo». Al final, gracias a la editorial Txalaparta, ha visto cumplido su objetivo.

La entrevista a Oriol Malló se realizó pocos días antes de que BBVA y Sabadell anunciasen la apertura de un proceso de negociación que busca crear el segundo banco del Estado español. El periodista catalán lo tiene claro: esta nueva concentración bancaria no pone en peligro el liderazgo del Santander.

Observando la presentación de su libro, parece que todo lo relacionado con el BBVA, desde su origen a su expansión americana, es negro. ¿Hay algo que se salve?

El poder de crear dinero y controlar su flujo no es pecata minuta. Entre los bancos centrales que fabrican dólares y euros de la nada y la banca privada que multiplica y coloca este circulante entre empresas, asalariados y consumidores a cierta tasa de interés, lo menos que puede decirse es que todos dependemos del circuito financiero en una economía capitalista. Y tanto el Bilbao como el Vizcaya, los antecesores del BBVA, se formaron para unificar intereses de clase en una plaza que se convirtió en paradigma de la Segunda Revolución Industrial, la del acero y la electricidad, que requería de un mercado de capitales a gran escala, no enfocado a la especulación bursátil y los pelotazos del momento, como en la mayoría de pequeños bancos catalanes, ya desaparecidos.

Pero esa banca mixta, con asiento en siderúrgicas, navieras o hidroeléctricas, capaz de liquidar a las malas competidores incipientes, como sucedió con el Crédito de la Unión Minera en 1925, y aprovechar el proteccionismo estatal durante décadas, no tuvo reparos en liquidar miles de empresas tras la crisis de los 70 pasando la factura de la represión, las prejubilaciones y la desindustrialización al Gobierno socialista de los 80. Hoy, el espectro de gran banca es noticia por despedir cada año a miles de trabajadores, vivir de sablear comisiones a sus clientes cautivos, fagocitar competidores que servían mejor a la población, como las cajas de ahorro, y reciclar sus activos tóxicos mediante rescates, directos o encubiertos, que el Gobierno español y la Unión Europea han convertido en norma. “Lo que un día fue no será”, decía un famoso cantante mexicano, y el recuerdo que dejará el oligopolio financiero no será precisamente bonito.

¿Qué descubre usted a través de la información facilitada por un fiscal anticorrupción y un representante del banco en Puerto Rico? ¿Fue la punta del iceberg?

Mi libro apunta en la dirección opuesta a la narrativa presentada en ‘‘La batalla por el BBVA: Asalto al poder’’, el muy distorsionado reportaje de ETB que convirtió el caso de las cuentas secretas del BBVA en una argucia de Aznar y Francisco González para quitarle el control de un banco vasco, amigable y casi abertzale, a un grupo de generosos vizcainos aprovechando unos presuntos pagos a ETA.

Lo que sucedió entre 2001 y 2003 fue una cosa muy distinta; es decir, la conjunción de dos hechos sorpresivos que se canalizaron en un mismo sumario que pudo erosionar los cimientos de la impunidad financiera.

Por un lado, todo se inició con el registro que hizo el fiscal Martínez Madero un 26 de mayo de 2000 en la calle Padilla 17, sede de BBV Privanza, la banca boutique del capitalismo ibérico, el cual prosiguió con la incautación del soporte informático de centenares de cuentas corresponsales en paraísos fiscales, guardadas en la calle Clara del Rey número 26, otra oficina del BBV Privanza, incluyendo un manual para la defraudación y evasión fiscal, redactado de puño y letra por Estanislao Rodríguez-Ponga, quien meses después se convertiría en secretario de Estado de Hacienda del segundo Gobierno Aznar.

Por otro, se dio la súbita aparición en el despacho del juez Baltasar Garzón, el 15 de noviembre de 2001, de un testigo sorpresa con documentos incriminatorios contra el banco: Nelson Rodríguez López, encargado de gestionar, blanquear y comprar voluntades que permitieron la adquisición de bancos en México, Colombia, Perú y Venezuela, operaciones masivas que se hicieron a través de la Bilbao Vizcaya International Investment Corporation (BBVIIC), sociedad financiera offshore de Puerto Rico, de la cual este abogado boricua (Rodríguez López) fue asesor legal, director de Cumplimiento Normativo, secretario del consejo, vicepresidente ejecutivo, amén de consejero, todo ello entre 1992 y 1998, a las órdenes de Pedro Luis Uriarte y de José Ignacio Goirigolzarri, que usaron este paraíso fiscal para apresurar el desembarco latinoamericano.

Ya en la primavera de 2002, y gracias a la filtración de un informe del Banco de España sobre las remuneraciones ilegales, a través de cuentas secretas en Jersey, de los consejeros del BBVA que forzó la renuncia de Emilio Ybarra, Pedro Luís Uriarte y toda la escudería de Neguri y el PNV, el fiscal anticorrupción David Martínez Madero terminó de armar un sumario por delito societario, con varios hilos de investigación que hubieran permitido entender y castigar las prácticas de un banco sin escrúpulos, solo superado por las mañas de su sucesor, el hoy vilipendiado, y antes todopoderoso, Francisco González.

En el origen de que el fiscal le aportara información está la postura de Garzón en el caso de las cuentas secretas.

Conocí de casualidad a David Martínez Madero, gracias a un amigo común, y siempre tuve claro que compartíamos, cuando menos, una animosidad contra un juez que, en mi caso, fue responsable y cómplice de las torturas que sufrí en julio de 1992 en los sótanos de la Dirección General de la Guardia Civil.

En su caso, tuvo que observar, con toda la rabia del mundo, cómo el juez instructor no solo denegó la imputación de Rodríguez Ponga y del consejero delegado del BBVA, José Ignacio Goirigolzarri, sino que encima rehusó tomar declaración grabada de Nelson Rodríguez y organizar una comisión rogatoria para probar el cohecho y el blanqueo de capitales, cuyas pruebas estaban archivadas en la Oficina de Inspección de Notaría de San Juan de Puerto Rico, con todas y cada una de las transacciones que avaló Nelson Rodríguez en nombre del banco.

Como me dijo David Martínez, Baltasar Garzón recibió llamadas aprensivas del rey y del presidente del Gobierno suplicándole que, por el bien de España, abortase el caso de las cuentas secretas por el daño que este expediente podría hacer a la reputación del Ibex 35 y a su expansión latinoamericana.

Cumplió tanto y tan bien que quedará como cobrador de favores a la gran banca y amigo de fechorías del comisario Villarejo. Esté donde esté Martínez, quien murió demasiado joven, seguro que disfrutará al saber que el amigo Balta fue, ante todo, un encubridor de torturadores y un prevaricador expulsado de la carrera judicial por el mismísimo Tribunal Supremo. Bien me decía Martínez que «todos los juristas de España han aprendido derecho procesal gracias a los errores de Garzón».

¿Qué papel juega en todo ello la oligarquía de Neguri?

Neguri tuvo varias etapas, o imperios, como describía el magistral libro de Gregorio Morán, pero la ocupación a sangre y fuego del Gran Bilbao el verano de 1937 convirtió al clan de los Ybarra Careaga en virreyes sin legitimidad, una camada de ultras, farisaica y mendaz, que ni supo gobernar la provincia ni quiso salvar su tejido industrial, cuyo legado fue el odio de hombres y mujeres que retuvieron, siempre viva, la memoria del horror y la humillación que la casta de Neguri propaló a los de abajo durante cuarenta años.

Su reconversión en oligarquía financiera de talla internacional con dos plebeyos como Sánchez Asiaín y Pedro Toledo, y su alianza con un sector del nacionalismo, amamantado por el padre Bernaola (como Pedro Luis Uriarte o Mario Fernández), así como su posterior decapitación en la cúpula del banco, permitió que muchos olvidaran lo que fue Neguri, pero no sucedía lo mismo en junio de 1977 cuando, reunidos en asamblea, los trabajadores de Babcock Wilcox se negaron a condenar el secuestro de Javier de Ybarra, el presidente de la empresa, porque sabían demasiado bien que aquel apellido simbolizaba el franquismo sin máscara que recuperó a punta de pistola sus fábricas, minas y bancos.

En este mundo globalizado, ¿es el BBVA un gigante con pies de barro?

En un universo de dinero a tasa cero, el negocio de la intermediación bancaria depende de destruir empleos bien pagados, digitalizar servicios y cobrar cualquier operación de sus usuarios, mientras gobiernos y bancos centrales mantienen, con respiración artificial, sus escasos beneficios y sus acciones en caída libre. Los fondos de inversión y la banca en la sombra, de matriz estadounidense, mantienen a flote el banco, gracias, ante todo, al negocio mexicano, que, incluso en tiempos de pandemia, representa casi la mitad de los beneficios del BBVA, pero los crecientes rumores de que solo puede haber un banco ibérico de talla internacional, pues la fusionada CaixaBank tiene un alcance meramente peninsular, condicionan en demasía el futuro de un banco sin personalidad ni amarres entre socios y valedores del capitalismo financiero. Si alguien tiene las de ganar es Patricia Botín y no Carlos Torres, un pez menor entre los tiburones de la banca.

Usted considera el “caso Villarejo” una muestra más de las prácticas del banco, aunque lo destaca en el relato que hace en su obra. ¿Puede suponer un antes y un después o es un simple hasta la próxima?

Todo parece indicar que se sacrificará al rey caído para salvar la pieza mayor, aunque el daño reputacional no será menor para el BBVA, lastimado y a la deriva. Sin duda, este ambicioso gallego que subcontrató los servicios de espionaje a la banda del comisario Villarejo prueba la dislocación del capitalismo ibérico como bloque corporativo, hecho de alianzas familiares y políticas encauzadas por un Estado paternalista, que repartía prebendas y concesiones entre grupos de poder con reglas claras, de factura oligárquica.

Este conjunto de normas no escritas que se empezó a romper con la «modernización» del sector bancario, emprendida por el PSOE en los 80 y acelerada por la espiral privatizadora de los lobos solitarios que Aznar colocó en grandes empresas del Ibex 35, destruyó la jerarquía del poder y permitió, en la creciente internacionalización de capitales y la erosión del Estado-Nación, que vividores, tahúres y cloacas policiales desbarataran en este primer cuarto del siglo XXI la estructura del consenso sin que, para su suerte, haya surgido ninguna alternativa política que ponga en riesgo el espectáculo de la decadencia donde, a fin de cuentas, sigue mandando el bipartidismo.

¿América se ha convertido en el nuevo campo de juego? ¿Es acaso un regreso al pasado o una huida?

América es el pasado y el presente del capitalismo ibérico. El oro y la plata de los indianos que huyeron del México independiente formó, junto a socios parisinos, el primer capital del Banco de Bilbao a mediados del siglo XIX. Y esta permanente extracción y evasión de divisas, producto tanto de la migración familiar como de las redes de influencia que la colonia española consiguió durante tres siglos, ha permitido lo que yo llamaría el eterno retorno del cártel español en tierras americanas.

Usted está afincado en México, ¿cómo maniobra el banco ante el Gobierno de AMLO?

En junio de 2018, y en previsión de la victoria electoral de Andrés Manuel López Obrador, el Consejo de Administración de BBVA Bancomer destituyó al presidente, Luis Robles Miaja, un hombre fanático, de redundantes declaraciones contra el populismo, conocido por sus redes de información y compra de voluntades en el periodismo mexicano, aunque el asunto se revistió de «jubilación voluntaria». Lo sustituyó por un hombre menos reactivo y más diplomático, Jaime Serra Puche, exministro de Salinas de Gortari, con puentes en el Gobierno de Obrador.

Pese a lo cual, y sin que exista una ofensiva frontal contra el banco, se terminaron los privilegios del picaporte, razón por la que el BBVA ha debido pagar impuestos atrasados que los gobiernos anteriores perdonaban de oficio: 3.200 millones de pesos mexicanos, que equivalen a cerca de 132 millones de euros, en litigio desde 2006.

Mientras tanto, la guerra abierta entre Iberdrola, la empresa preferida del capitalismo verde, y el presidente, a cuenta de las decenas de contratos ventajosos llave en mano que por años acumuló la energética a costa de la pública Comisión Federal de Electricidad, es un indicio de que las grandes firmas del Ibex 35 no cuentan ya con las redes de corrupción y colusión que acostumbraban en los más altos niveles del Ejecutivo federal.

Es la razón por la que están trasladando su capacidad de lobby e influencia hacia los partidos opositores y medios de comunicación, anhelantes de dinero desde que el presidente de México terminó de raíz la práctica del chayote, un mecanismo de financiación –a veces abierta, a veces clandestina– por el cual el Estado mexicano pagaba artículos, favores y apoyos editoriales a dueños y accionistas de televisiones, periódicos, radios y medios digitales que vivían, prácticamente, del presupuesto federal.

 

BBVA, buztinezko oinak dituen erraldoia

BBVAk eta Sabadellek Espainiako Estatuko bigarren bankua sortzea helburu duen negoziazio prozesu baten hasiera iragarri baino egun batzuk lehenago egin genion elkarrizketa Oriol Mallori. Kazetari katalanak argi dauka: bankuen kontzentrazio berri honek ez du Santanderren lidergoa arriskuan jartzen. «Inbertsio funtsek eta itzalean dauden bankuek (matrize estatubatuarra dute) bankua ur gainean mantentzen dute; batez ere, Mexikoko negozioari esker; izan ere, pandemia garaian ere ia irabazien erdia hortik dator», dio Mallok.