Jaime IGLESIAS
MADRID
Interview
CHRISTIAN PETZOLD
CINEASTA

«Los mitos te permiten servirte de ellos para retratar cualquier realidad»

Nacido en la región de Düsseldorf en 1960, debutó en el cine en 2000 con «The State I Am In». Hasta 2010 su carrera estuvo definida por su colaboración con su el cineasta Harun Farocki. Con «Barbara» (2012) dio inicio a una trilogía que le proyectó internacionalmente y que se completó con «Phoenix» (2014) y «En tránsito» (2018). Acaba de llegar a las salas «Ondina», su noveno largometraje.

En “Ondina”, Petzold nos ofrece una original revisión del mito de la ninfa condenada a amar eternamente a un humano. A partir de ahí articula una reflexión sobre las conexiones entre pasado, presente y futuro en un filme nada complaciente que, pese a narrar una historia de amor al uso, atesora una carga política muy acusada.

En la entrevista con GARA hace dos años usted nos decía que cuando prepara una película siempre piensa en las dos siguientes que va a rodar y que «Ondina» marcaría el inicio de una nueva trilogía.

Bueno, lo de la trilogía es algo que me inventé, porque es una manera de ponerme a mí mismo bajo presión. Yo soy protestante y, como tal, pertenezco a una cultura donde se magnifica la capacidad de trabajo, hasta el punto de que si no estás trabajando o si no tienes planes para hacerlo a medio o largo plazo, parece como si tu vida no tuviera sentido. Los católicos no tenéis ese problema porque gestionáis la culpa de otra manera. El caso es que me lo pasé tan bien en el rodaje de “Ondina” y resultó todo tan sencillo que enseguida tuve mala conciencia, porque para un protestante el trabajo debe resultar doloroso, y por eso dije que era el inicio de una nueva trilogía, para obligarme a seguir trabajando.

Pero, entonces, ¿habrá o no habrá trilogía?

Sí, sí la habrá, o al menos eso creo. Porque aunque no tenía intención de darle más recorrido a esa idea, al terminar el rodaje de “Ondina” me acordé de la directora francesa Sandrine Veysset quien, de manera no premeditada, realizó una trilogía de películas que, a posteriori, ella misma definió como ‘agua, fuego y tierra’. Dado que “Ondina” es una película donde el agua está muy presente, no solo en su temática, también en su puesta en escena con personajes que se sumergen y emergen de una manera fluida, me impuse el reto de que mi próxima película tuviera como elemento definidor el fuego. Enseguida me vinieron a la cabeza diversos bosques de España, Portugal, California y Alemania destruidos por el fuego. Dado que el bosque es un lugar para historias, su destrucción puede asumirse como la desaparición de legado de tantos y tantos pueblos. Así, mi siguiente película versará sobre un grupo de personas aisladas en un bosque que arden por dentro y que, al mismo tiempo, se verán rodeadas por el fuego.

En «Ondina» usted retoma el mito de la ninfa que fue castigada con amar eternamente a un hombre. ¿Qué le interesó de esta leyenda y porqué, en su reinterpretación, optó por liberar a la ninfa de su condena?

Yo no quería liberarla sino mostrar cómo ella misma se libera. Hay mil historias de mujeres liberadas por hombres, de hecho casi todos los héroes clásicos comparten esa característica, pero Ondina es una criatura de nuestra mitología que si algo la define es su deseo de liberarse a sí misma. Este año, siendo jurado en el festival de Venecia, recordé que la primera vez que fui invitado a ese festival coincidí en el hotel con Claude Chabrol, al que le estaban haciendo una entrevista cerca de mí. En esa entrevista le preguntaron sobre el peso de las mujeres en su cine, por su trabajo con actrices como Isabelle Huppert o Stéphane Audran y Chabrol. Muy sabiamente, dijo: ‘Los hombres viven pero las mujeres sobreviven y el cine está siempre del lado de quienes luchan por sobrevivir’. Es una frase que hago mía hasta el punto de valerme de ella para definir “Ondina”, ya que para mí es la historia de una mujer que lucha por sobrevivir y eso es algo que la conecta con otros trabajos míos como “Barbara” o “Phoenix”.

 

Usted dice que le resulta muy difícil hacer cine sin hablar del pasado. ¿Acudir a la mitología responde a ese impulso?

Mi visión del pasado está condicionada por mis hábitos como espectador de cine, en mis guiones rara vez pongo en juego mi propia experiencia. Desde ese punto de vista, cuando apelo al pasado lo hago atendiendo a una tradición cultural de donde emergen mitos, cuentos y baladas que me inspiran de un modo más directo que los hechos acaecidos, por así decirlo. En este sentido, lo bueno que tienen los mitos es que están en constante evolución y eso te permite servirte de ellos para retratar cualquier realidad pasada, presente o futura y también volver sobre los mismos temas con diferentes enfoques. De hecho, muchos grandes cineastas han contado la misma historia en distintos momentos de su vida, justamente porque eran hábiles jugando con el alcance de ciertos mitos. Howard Hawks estuvo haciendo la misma película toda su vida y cada vez le salían obras completamente distintas al igual que Hitchcock: “39 escalones” y “Con la muerte en los talones” cuentan la misma historia pero son totalmente distintas. Para mí esa es la grandeza y la riqueza del cine, y por eso para mí son tan interesantes los mitos, no solo porque me permitan explorar el pasado, sino porque están en la base de toda buena historia.

 

En «Ondina» hay también una reflexión sobre las conexiones entre pasado y presente y sobre cómo estas van definiendo el espacio urbano. ¿Por qué le resulta interesante este tema?

Si te das un paseo por Berlín verás que delante de muchas casas hay unos adoquines con el nombre de las personas que vivían ahí y que fueron deportados a los campos de concentración. Ese empeño por mantener viva la memoria de la ciudad resulta un tanto contradictorio con el hecho de que muchas de esas casas están siendo reformadas y reconstruidas por grandes empresas que se dedican a especular en el mercado inmobiliario promoviendo los desahucios de muchas familias que viven allí desde hace décadas. ¿Qué sentido tiene entonces hablar de preservar la memoria? Las ciudades son entes en constante transformación donde se confunden pasado y presente y eso es algo que también se da en el cine, donde cuando uno dirige su mirada al pasado lo hace con voluntad de explicar el presente.

 

A través de la revisión del mito de «Ondina», la película parece cuestionar la idea de progreso.

No soy yo quien cuestiona el ideal de progreso. Es el capitalismo el que hace que no sea posible en su connivencia con determinadas políticas. Hay una política que quiere que sea imposible el progreso, que pretende socavar todos los avances sociales que ha habido en materia de igualdad. Ahí está el ejemplo de Polonia, que acaba de aprobar una ley que limita los supuestos para el aborto. Son esos mismos gobiernos los que dificultan el progreso urbano mediante un falseamiento estético que les lleva a erigir y reconstruir edificios partiendo de una idealización del pasado. Las mismas personas que ahora mismo anhelan ser propietarios de un castillo en Berlín son quienes se humedecen ante la idea de que emerja ante ellos una ninfa desnuda del agua y se entregue al hombre. Por eso mismo, apelar a un personaje como el de Ondina, con toda su carga romántica, me permite hablar de las transformaciones que ha experimentado Berlín a lo largo de su historia.

MITOEKIN ERREALITATEAK MARRAZTEN

Christian Petzold zinemagileak “Ondina” filma estreinatu berri du, gizaki bat betiko maitatzera kondenatua izan zen ninfaren kondairan oinarrituriko lana. GARAri emandako elkarrizketan, filma trilogia baten hasiera dela baieztatu du zinemagile alemanak eta, aurrerapen gisa, “Ondina”-ko elementu nagusia ura izanik, bigarrenekoa sua izango dela iragarri du. Mitologia orainaldiari buruz mintzatzeko balia daitekeela ere aipatu du Petzoldek. Zehazki, mitoak etengabeko garapenean daudela uste du eta, beraz, iraganaz, orainaz zein etorkizunaz mintzatzeko baliagarriak direla, baita ikuspegi ezberdinak eskaintzeko ere.