M.I.
ÉRASE UNA VEZ

Los cuentos también admiten la fusión

L a cineasta Brenda Chapman sufrió discriminación en el mundo de la animación, pudiendo dirigir únicamente “El príncipe de Egipto” (1998) y “Brave” (2012), la película de Pixar en la que le tocó defender el protagonismo de una heroína femenina. Con su primer largometraje de imagen real “Érase una vez” (2020) no ha sido muy distinto, enfrentándose aquí a una campaña de boicot en las redes con tintes racistas, la cual se endureció durante la campaña electoral de Trump. No cayó bien en el sector más conservador de los EEUU la invención de una Alicia y un Peter Pan afroamericanos, porque lo que ha hecho la guionista Marissa Kate Goodhill es fusionar los universos literarios de Lewis Carroll y J.M. Barrie con un toque dickensiano en la ambientación de época típicamente británica. La insólita propuesta argumental relaciona a la niña y al niño protagonistas como hermanos dentro de una misma familia, antes de sus respectivos viajes imaginarios a El País de las Maravillas y la Tierra de Nunca Jamás. Una huida ensoñadora que es representada como el deseo de evasión de una dura realidad social, con los personajes reales malvados convertidos en los villanos de esos cuentos.