Isidro Esnaola
NUEVOS OBJETIVOS DE DESARROLLO EN CHINA

Circulación dual, nuevo paradigma para consolidar la economía china

La reciente asamblea del Comité Central del PCCh apostó por un nuevo paradigma de desarrollo en el que la circulación doméstica sea el pilar y la circulación doméstica e internacional se refuercen mutuamente. Una apuesta fruto de los cambios en el contexto internacional pero también de los desequilibrios que arrastra la economía china.

Un reciente ensayo titulado “Trade Wars Are Class Wars” –escrito por Matthew C. Klein, columnista en Barron’s, y Michael Pettis, profesor en la Guanghua School of Management de Pekín– defiende una idea que desafía lo comúnmente aceptado. El libro plantea que la conquista de mercados externos no es una estrategia de desarrollo exitosa, sino más bien el síntoma de que el país que la promueve tiene una débil demanda interna. Una idea herética en un mundo en el que el discurso dominante alienta el crecimiento de las exportaciones como solución a casi cualquier problema económico que se pueda plantear, ya sea el desempleo o la escasa productividad de la economía.

Desde ese punto de vista, la capacidad exportadora de países como China o Alemania sería la consecuencia de su fragilidad económica interna y no la solución a esa debilidad. A primera vista, la idea resulta chocante, pero si consideramos la profunda crisis que atenaza a la UE a causa de los desequilibrios entre Alemania y el resto de la Unión, especialmente los países del sur, o la nueva estrategia económica que ha discutido la reciente sesión plenaria del Comité Central del Partido Comunista de China (PCCh), entonces esa idea deja de parecer tan descabellada.

Centrándonos en esta última, el PCCh lanzó hace algún tiempo un nuevo concepto: la circulación dual. No han explicado con detalle en qué consiste, pero la interpretación más extendida es que se trata de que el desarrollo pivote en torno al mercado interno y que sean las necesidades de este las que impulsen la relaciones económicas con terceros. De alguna manera, plantea que China se fortalezca internamente y subordine a ese objetivo su papel internacional. En cierta forma, la dirección china apunta la idea de que el objetivo no es conquistar el mercado mundial, sino fortalecer la economía nacional.

Varias serían las razones que explicarían este giro en la estrategia de desarrollo china. En general, los analistas coinciden en tres puntos fundamentales. En primer lugar, destacan que los pronósticos para la economía mundial son poco optimistas a causa de la pandemia provocada por la covid-19. Esas malas perspectivas económicas no dejan mucho margen para que las exportaciones puedan seguir siendo el motor económico del país. Con todo, este año, las exportaciones durante los tres primeros trimestres han crecido un 0,7% con respecto al mismo periodo de 2019.

Otro aspecto repetido por todos es la política estadounidense de disociación con la que busca frenar el desarrollo del gigante asiático. A partir de la apertura de China, iniciada a finales de los años setenta, se estableció una entente mutuamente beneficiosa para ambas potencias. China exportaba productos baratos a EEUU y a cambio invertía su excedente en bonos del Tesoro, financiando de esta manera a la economía estadounidense. China, en contraprestación, aprovechaba la entente para fortalecer su base industrial.

Y así fue hasta que la potente base industrial y tecnológica empezó a preocupar a Washington. Ya desde la presidencia de Barack Obama, con el famoso TPP, EEUU intentó por todos los medios cerrar las puertas a China para tratar de frenar su ascenso. Donald Trump abandonó esa delicada vía y optó por la confrontación directa. El resultado es difícil de valorar, pero de lo que no cabe duda es de que la entente entre las dos grandes potencias ha terminado.

Un tercer aspecto que se menciona como causa de este cambio es el creciente proteccionismo y el unilateralismo que está transformando las relaciones internacionales. Frente a un mundo cada vez más desestructurado y con cada vez mayores barreras a los intercambios comerciales, la dirección de la segunda economía mundial ha decidido pensar en el largo plazo y apostar por el fortalecimiento interno.

Dar más importancia al fortalecimiento interno no significa que el Gobierno chino vaya a menospreciar el plano internacional; de hecho, plantea continuar su plan de inversiones para construir la Nueva Ruta de la Seda y también apuesta por seguir cerrando tratados de libre comercio con otros países. Así, el pasado 15 de noviembre logró cerrar el mayor acuerdo comercial del mundo, la Asociación Económica Integral Regional (RCEP), en la que están los principales países de Asia y el Pacífico, excepto EEUU. Una señal más de que con la estrategia de circulación dual no abandona el mercado mundial. El Ejecutivo chino simplemente trata de subordinar el plano exterior a las necesidades internas.

A las razones de tipo externo habría que añadir los importantes desequilibrios internos que arrastra el desarrollo chino. No son nuevos. Hace tiempo que fueron identificados por la dirección del país, pero todavía persisten. La apertura de finales de los años setenta y el establecimiento de zonas portuarias de libre comercio para atraer inversiones foráneas ahondaron todavía más el eterno desequilibrio entre la costa y el interior del país. Ya a finales de los noventa, el Ejecutivo de Pekín planteó que uno de los objetivos del desarrollo debía ser buscar el equilibrio en el desarrollo de todo el territorio, para lo que proponía centrarse en la demanda interna.

Unos años más tarde, en 2006, los planes gubernamentales ya formulaban como objetivo la expansión de la demanda interna como base para el desarrollo. Una meta que no ha cambiado desde entonces pero que no parece que haya logrado alcanzar ese deseado equilibrio.

Una cosa es establecer objetivos y otra es lograr que se cumplan. En este caso, el gigante asiático tenía importantes hándicaps. En primer lugar, la gran cantidad de personas que abandonaban el campo y se trasladaban a las ciudades proporcionando a la industria, a la construcción y a los servicios un flujo constante y barato de mano de obra. A este flujo hay que añadir la política de hijo único que en gran medida ha liberado a las familias de la crianza, proporcionando un plus de personas en disposición de trabajar. Es lo que algunos economistas han llamado el «bonus demográfico».

Esa enorme oferta de mano de obra ha mantenido los salarios internos muy bajos, lo que ha permitido a la economía china grandes ahorros. En los años ochenta el ahorro interno era del orden del 30% de su producto; en los noventa llegó al 40% y, según sus estadísticas, habría alcanzado un estratosférico 50% de la renta nacional en el año 2010. Con semejante tasa de ahorro, la economía china ha sido capaz de financiar su industrialización sin depender de la financiación exterior, algo que siempre ha querido evitar el Gobierno, conocedor de la evidencia histórica y también de “El Capital” de Carlos Marx, que dedica todo un capítulo a la acumulación originaria, otra forma de llamar a ese ahorro interno necesario para el despliegue de la industria.

La experiencia confirma que todos los países que se han apoyado en el ahorro interno se han industrializado con éxito. Los que optaron por la financiación exterior para el despliegue industrial, en líneas generales, han fracasado, quedando además en una situación de dependencia crónica.

Evidentemente, con semejantes tasas de ahorro el mercado interno chino ha languidecido, haciendo imposible cumplir el objetivo de fortalecer la demanda interna tantas veces enunciado por la dirección. Un desequilibrio que, por otra parte, viene a dar la razón a los autores del ensayo citado al principio de este artículo: una excesiva proyección exterior es síntoma de una grave debilidad interna.

Los cambios en la esfera internacional han puesto de manifiesto esa debilidad, que causa una excesiva dependencia de las exportaciones. Sin embargo, ese no es su único problema. El resto de recursos sobre los que ha basado su crecimiento estos últimos años también se están acabando: el flujo de trabajadoras y trabajadores del campo a la ciudad se ha ralentizado, y el llamado «bonus demográfico» también se acaba con el fin de la política de hijo único decretada en octubre de 2015. Ambos cambios reducen la oferta de trabajadores y empujan a los salarios a subir.

Por otra parte, los mayores ingresos y el fenomenal escaparate que proporciona el enorme desarrollo industrial del país estimulan el consumo de la clase trabajadora que, una vez que ha alcanzado cierto bienestar y seguridad, puede aspirar a otro tipo de adquisiciones. Y, en la misma medida que crece el consumo, también se reduce la tasa de ahorro que, por otra parte, ya no resulta tan primordial para continuar impulsando el desarrollo económico.

En 2019 por primera vez en la historia, el PIB per cápita de China superó los 10.000 dólares, una importante base para que el consumo interno pueda despegar, especialmente si se toma en consideración que son 1.400 millones de personas. Evidentemente, todas no tienen el mismo nivel de ingresos, pero algunas estimaciones calculan que alrededor de 400 millones de chinos, una cantidad de personas superior al número de habitantes de EEUU, sí contarían con una importante capacidad de consumo a día de hoy.

El haberse convertido en la fábrica del mundo ha permitido a China ir conformando cadenas industriales completas, por lo que el desacoplamiento o la disociación que impulsan EEUU y sus aliados más cercanos tampoco tendrá grandes consecuencias. En este contexto, esa circulación dual se entenderá cada vez más como un giro hacia la autosuficiencia, es decir, que los intercambios con el resto del mundo estén subordinados a ese objetivo general de no depender excesivamente de terceros países.

La dirección del PCCh no ha proporcionado muchas más pistas sobre el contenido concreto de la circulación dual. Habrá que esperar a ver en qué se concreta este giro en el XIV Plan Quinquenal de Desarrollo Económico y Social (2021-2025) y en los Objetivos a Largo Plazo para 2035. En cualquier caso, el cambio será contradictorio y las inercias se dejarán sentir, pero las autoridades chinas muestran un acercamiento a los problemas del desarrollo alejados de los dogmas y centrados en su contexto. Algo que se echa en falta en nuestro país.

Garapen helburu berriak Txinan

Txinako Alderdi Komunistak kontzeptu berri bat plazaratu zuen duela denbora bat: zirkulazio duala. Helburua garapena barne-merkatuaren inguruan oinarritzea da, eta merkatu horren beharrek hirugarrenekiko harreman ekonomikoak bultza ditzatela. Nolabait, planteatzen duena da Txina barrutik indartzea eta helburu horren mende jartzea bere nazioarteko eginkizuna. Hau da, helburua ez da munduko merkatua konkistatzea, ekonomia nazionala indartzea baizik. Alderdiko zuzendaritzak, ordea, ez du oraindik zirkulazio dualaren edukiari buruzko argibide askorik eman.