Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Ninja a cuadros»

No apta para familias conservadoras

Cuidado con las películas infantiles danesas, porque siempre llaman la atención por la libertad con que tratan problemas reales que en otras latitudes se ocultan o suavizan de cara al público familiar. En “Ternet Ninja” (2018) se habla con total naturalidad de familias desestructuradas, del acoso escolar, de las drogas o de las fiestas a temprana edad. Pero es que la película todavía va mucho más lejos al abordar en un sentido crítico de denuncia social la explotación laboral de menores en países asiáticos por parte de empresas europeas, para mayor escarnio relacionadas con la industria del juguete. De ahí que el título y el argumento se refieran a un muñeco, un pequeño guerrero ninja que, según la delirante mente del guionista Anders Matthesen, está hecho con la tela de cachemira a cuadros de la bufanda del empresario danés explotador. Motivo por el que tomará vida para completar su venganza, una vez que llega a Dinamarca desde Tailandia como regalo del tío viajero del niño protagonista.

La alianza con el chaval de carne y hueso, que responde al nombre de Aske, está servida. A este le vendrá bien toda ayuda sobrenatural para sobrevivir en la escuela, donde sus esfuerzos por gozar de tranquilidad y pasar desapercibido caen en saco roto. Le gusta una chica a la que no puede aspirar por ir un curso más adelantada, mientras que su mejor amigo es víctima de los matones de turno. En el hogar las cosas no van mejor, debido a la mala relación con su padrastro y su hermanastro.

El desarrollo argumental juega constantemente con la sorpresa que surge de las reacciones inesperadas de un niño de aspecto inofensivo y de su peluche de trapo, pero del que emana un espíritu japonés milenario dispuesto a acabar con las injusticias que se ceban en la infancia indefensa. En ese afán la fluida y ágil narración maneja distintos géneros, desde la comedia al drama con la acción como desencadenante.