Victor ESQUIROL
TEMPLOS CINÉFILOS

Saciados en el preludio

En circunstancias normales, un gran festival de cine ocupa entre nueve y doce días. Pero ahora mismo, ¿qué es normal? La 71ª Berlinale, por ejemplo, se celebra online... y en formato comprimido. De la decena de jornadas habituales hemos pasado a solo cinco. Una semana laboral en la que se concentra una cantidad de títulos similar a la de años anteriores. En este caso, cierto es que desde la comodidad del hogar, se ahorra tiempo en colas y desplazamientos, pero, igualmente, lo que nos plantea este festival es un programa titánico; inabarcable.

En cualquier caso, prohibido despistarse. Porque a la que nos demos cuenta, ya habrá terminado... y cuando hemos querido darnos cuenta, ya encontramos la primera gran película del certamen. Una de estas que, no hace mucho, hubiera justificado el viaje a tierras alemanas. Fue, no en vano, una de las propuestas a priori más esperadas: “Introduction”, del reverenciado cineasta coreano Hong Sangsoo.

El prolífico autor, maestro en fundir sus propias vivencias con la ficción fílmica, presentó una cinta que apenas logró juntar los suficientes minutos (66, para ser más exactos) para ser considerada largometraje y, aun así, en todo momento fue obvio que estábamos ante algo que, dentro de la sencillez y humildad con la que operaba, era muy grande. Como casi siempre en la filmografía de este realizador, guionista, montador, compositor y director de fotografía.

Hong Sangsoo en pleno control del aparato cinematográfico, pero también de un talento y unas aptitudes que le confirman, de nuevo, como gran maestro del séptimo arte. En “Introduction”, cuento partido en tres episodios en los que varios núcleos familiares se cruzan a lo largo del tiempo y de distintos espacios, puso el zoom sobre la juventud. Sobre unas nuevas generaciones que notaban el peso de las que les precedían. Padres, madres, hijos e hijas formaron un todo bañado en tónicos de hierbas y, cómo no, en mucho soju, confirmando así la escritura de un nuevo y embriagador capítulo en la interminable tragicomedia humana.

En comparación, las otras dos películas presentadas hoy a concurso sentaron más a resaca, aunque tampoco carecieron de interés. La alemana Maria Schrader presentó “I’m Your Man”, peculiar ciencia-ficción en la que Dan Stevens se puso en la impecable piel de un androide diseñado para dar –perfecta– respuesta a los grandes enigmas del amor. Fue como una versión menos oscura de “Black Mirror”: una reflexión sobre la condición humana en tiempos de milagros tecnológicos, más luminosa (se agradece) de lo que en un momento cabía esperar. Por último, Joana Hadjithomas y Khalil Joreige se juntaron en “Memory Box”, puente de unión entre Canadá y el Líbano para incidir en las heridas del pasado del país mediterráneo. Un drama familiar de base auto-biográfica, donde lo íntimo se expandió hasta lo colectivo. Convivimos con el temor constante al derrape emocional, pero nos refugiamos en una creatividad sensorial inagotable; ideal para que la memoria de un pueblo traumatizado se convirtiera en el emocionante homenaje que se merece su tierra.