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Perú y Ecuador votan a la vez en un «Superdomingo» para Sudamérica

En una jornada de gran impacto en la geopolítica del continente, con claves y espectativas entrecruzadas, América Latina tenía ayer dos epicentros de interés simultáneos. Dos procesos electorales en Ecuador y Perú, que elegían su próxima presidente y votaban en primera vuelta, con múltiples crisis agravadas por la segunda ola y mucho en juego.

Mientras la segunda ola de la pandemia sacude con fuerza Latinoamérica, con los gobiernos amagando restricciones y avanzando como pueden y cada uno por su lado, mientras las mayorías populares bastante tienen con la supervivencia, por el carril electoral la jornada de ayer trajo un «Superdomingo» que podría, quizá, dar oxígeno político a la izquierda y confirmar la consolidación de una nueva ola de gobiernos progresistas en la región.

Confirmar el triunfo del candidato correísta Andrés Arauz en Ecuador y el eventual pase a la segunda vuelta de la candidatura de Veronika Mendoza en las presidenciales de Perú, aportaría aire fresco y grandes dosis de confianza al nuevo polo progresista latinoamericano y a la restauración progresiva de la integración regional, libre de la tutela del gigante del Norte.

Dos modelos en Ecuador

La segunda vuelta ecuatoriana muestra un escenario más claro: dos candidatos totalmente opuestos, dos proyectos antagónicos. Andrés Arauz encarna el regreso de la llamada Revolución Ciudadana que gobernó entre 2007 y 2017 y el banquero Guillermo Lasso representa a la derecha tradicional y el continuismo neoliberal.

Arauz partía con ventaja, ganó en la primera vuelta con el 32,7% y casi todas las encuestas lo daban como ganador aunque no por amplio margen. Con 36 años, podría convertirse en el presidente más joven de la historia de Ecuador. Simboliza la renovación y tiene un gran recorrido académico y en la función pública: a los 26 años fue director del Banco Central y a los 30, ministro de Rafael Correa.

Su rival Lasso remaba desde atrás –desde el 19,7% que cosechó en febrero– para hacer que a la tercera sea la vencida tras haber fallado en el intento en 2013 y 2017. De 65 años y miembro del Opus Dei, asume su función de baluarte del mundo empresarial y reivindica una visión de política exterior enfocada hacia el Norte.

Crisis cruzadas en Perú

Si por algo se pudieran definir las presidenciales y legislativas peruanas es por la indecisión y el desinterés que han generado la población. La larga crisis institucional que vive Perú desde hace más de dos décadas ha profundizado el descrédito hacia la clase política y el escepticismo de los votantes, más pendientes de sobrevivir en la emergencia sanitaria (es el país de América Latina con más letalidad por Covid-19) y en el deterioro económico que agravó la pandemia.

Desde la década de 1990 con Alberto Fujimori, el sistema político peruano entró en una espiral autodestructiva marcada por recurrentes escándalos de corrupción. La fragilidad democrática asombra y escandaliza. Sirva el ejemplo de que los últimos seis presidentes todos terminaron presos o destituidos, salvo Alan García, que no llegó a la cárcel porque se suicidó cuando lo iban a detener.

Como resultado un desenlace impredecible, un proceso electoral fragmentado como nunca, con seis partidos con opciones de pasar a la segunda vuelta y ninguno con más del 15% del voto. Todo puede pasar en Perú.