Josu Iraeta
Escritor
GAURKOA

Comer del mismo plato

La cabecera no pretende ser una expresión gastronómica, no quisiera engañar o confundir a nadie. Aunque lo cierto es que el famoso plato bíblico de las lentejas, bien pudiera incluirse en este título. Sin olvidar del todo lo anterior, sí que pretendo mostrar la «siembra» que algunas formaciones políticas vienen efectuando en el Congreso de los diputados, allá lejos, en Madrid.

No considero necesario recordar las intervenciones de algunos diputados, pero teniendo presente la agilidad con que camina la vida política aquí, en el sur de Euskal Herria, estimo interesante reflexionar sobre lo acontecido en los últimos tiempos. Porque, todo lo que se defiende, todo lo que se combate, tiene su raíz, su pasado, su historia, porque en política «nada» es por casualidad.

Para introducirse en el «magma» político con la intención de valorar concreciones ideológicas que han sido olvidadas y negociaciones que ignoran la voluntad de los votantes, debe tenerse presente que, en política, las estrategias, proyectos y programas electorales, tienen siempre el mismo objetivo prioritario: poder.

El párrafo anterior no puede ser negado por nadie, aunque el camino elegido por unos y otros sea tan diferente. Es por eso que, si atraemos al presente realidades vividas en el tiempo, alguno pudiera llegar a la conclusión de que en muy pocos años, hemos pasado de pedir permiso para cantar, a «dirigir el coro».

De todas formas, entiendo que hemos decidido arriesgar el presente, para no perder el futuro, y eso es algo que considero inteligente.

Es aquí donde continuando en el análisis, debiéramos ser escrupulosamente comedidos, pues es innegable que todos somos «sujeto» de análisis.

Si analizamos a las personas de forma individual, podemos afirmar que todos hemos nacido en una comunidad étnica, y que nuestra pertenencia a esa comunidad es un hecho independiente de nosotros, ya que no elegimos nuestra patria, como tampoco elegimos nuestra familia. Por otro lado, nuestras posteriores relaciones con las personas, tanto sociales, como políticas o profesionales, son básicamente resultado de nuestra elección. Esto nos confirma que es bueno cuidar de los amigos, máxime ahora, llegado el tiempo de perderlos uno a uno.

Por lo tanto, podríamos pensar que solo nos obligan aquellas relaciones que elegimos. Sin embargo, en realidad tendemos a sentir lo contrario. Nos sentimos ligados por ambas, patria y familia y consideramos la traición respecto a ellas como la falta más grave. De ahí que las personas que revelen confidencias de otras, tanto si lo hacen para obtener beneficios de cualquier índole, como por capricho, son claramente culpables de deslealtad. Por eso decimos que tales personas «han traicionado nuestra confianza».

De idéntica manera, mantenemos la contradicción, y nos sentimos libres de abandonar, sin temor a la desaprobación, aquellas relaciones humanas que hemos elegido libremente; ser miembros de una organización política, por ejemplo.

No podemos mantener en nuestro análisis un mínimo de objetividad, si no subrayamos que el trabajo político en la CAV, está conociendo uno de sus periodos menos transparentes. No es casualidad, hay sobradas razones para ello. La falta de información y el desprecio parlamentario a la oposición, hacen que la gobernanza –gestionar el dinero público– se asemeje mucho a las películas de «spaghetti western», donde siempre ganan los mismos, es decir, los buenos.

Llegados en el análisis a la lucha partidaria y su inevitable mercado de «valores», debe explicarse con detenimiento dada su importancia que, en la formación de una coalición de gobierno, los partidos no eligen socio por criterio de proximidad ideológica, sino teniendo en cuenta las conveniencias del reparto de poder.

El reparto de poder entre los partidos coaligados, se realiza en la mayor parte de los casos mediante la concesión de áreas enteras de gobierno o gestión, a cada uno de los partidos, y no tiene que ser necesariamente proporcional al apoyo electoral obtenido por cada uno de ellos, sino que suele depender de la fuerza que proporciona a un partido, teniendo presente la posibilidad de amenazar con unirse a otro en una diferente coalición.

Por otra parte, los intercambios de votos y favores pueden darse incluso entre distintos parlamentos, sin duda lejos de la intención de sus votantes.

No es de hoy sino de la década de los ochenta del pasado siglo –cuatro décadas– cuando la dirección del PNV, encabezada por Xabier Arzalluz, pactó con CP la formación de mayorías en los Ayuntamientos de Bilbo y Gasteiz y en la Diputación foral de Araba, a favor de alcaldes y diputado general del PNV, dando a cambio su abstención en la elección de presidente de la Comunidad Foral de Navarra, para que pudiese ser elegido el candidato de CP-UPN.

Son estrategias de ayer y de hoy, no caducan. Tampoco han variado mucho las formas, pues es innegable que en el enfrentamiento dialéctico siempre se cometen excesos, se exageran las cifras, se pierde el rigor y se apela a prejuicios y emociones para ganar apoyo popular.

De todas formas, y a pesar de que la historia nos indica otra cosa, opino que la actual dirección tanto en el PNV, como en el PSE, poseen un núcleo con el cerebro más oxigenado que en otra época. Conocen, saben que en ese «mañana» que se aproxima, el panorama político puede mostrarse considerablemente distinto.

En el fondo de este pequeño capítulo, creo haber expuesto las razones por las que PNV y PSE llevan decenas de años «comiendo del mismo plato». Ellos saben,–yo también– que aun estando «protegidos» por el mismo techo, la enorme diferencia que hay entre quien toca la puerta pidiendo entrar y quien, sonriente, se la abre. Así, comer, comen todos.