Víctor ESQUIROL
CANNES

Crueldad intolerable: segunda Palma de Oro para Ruben Östlund

En la línea de una de las ediciones más flojas de los últimos años, el jurado presidido por Vincent Lindon cerró el 75º Concurso del Festival de Cine de Cannes encumbrando, una vez más, al ya idolatrado Ruben Östlund y su «Triangle of Sadness». El reconocimiento al trabajo de Park Chan-wook y Song Kang-ho aportó algo de luz a un palmarés donde igualmente pesaron más los tropiezos y unas ausencias (James Gray, Albert Serra, Kelly Reichardt) imperdonables.

Llegados a este punto, es decir, a línea de meta, ya no quedaba ninguna duda con respecto al pobre balance artístico que iba a dejar la 75 edición del Festival de Cannes. Ante un cumpleaños tan importante, el mejor certamen cinematográfico del mundo no supo estar a la altura, siendo incapaz de conjurar, en ninguna de sus doce jornadas, alguna de esas películas capaces de justificar el viaje, las pocas horas de sueño, las penalidades organizativas... toda la experiencia, vaya. Un chasco, se mire como se mire, que también puede justificarse en la lógica de las temporadas. Un programador, por mucho que nos esforcemos, no está aquí para hacer películas, sino para seleccionar trabajos en una cosecha que ya le viene dada.

Y hay algunas más buenas que las otras, claro. El año pasado, sin ir más lejos, fue una de las temporadas cinéfilas más potentes de la década. Esta, por lo que están apuntando Sundance, Berlín y ahora Cannes, seguramente no va a estar a ese nivel. Hasta aquí, nada que no entre en los parámetros que fijan las constantes y variables de la industria cinematográfica. El problema es cuando el jurado, que es el encargado de darnos la imagen final de cada festival (aquella que pasará a la historia), se empeña en enturbiar aún más el panorama.

En esta ocasión, todas las miradas estaban puestas en el actor Vincent Lindon, sobre quien recayó el honor (y la responsabilidad, claro) de liderar al grupo de artistas encargados de configurar el palmarés de esta 75ª edición. Le acompañaban Noomi Rapace, Jeff Nichols, Ladj Ly, Rebecca Hall, Deepika Padukone, Jasmine Trinca, Joachim Trier y Asghar Farhadi. Nueve integrantes, ni más ni menos, para prácticamente el mismo número de premios a los que tenían que poner nombre.

Y ahí, en esa labor crucial, es cuando todo se vino abajo. La Palma de Oro, la conquista más importante dentro del mundo autoral, fue para “Triangle of Sadness”, barbaridad a manos de Ruben Östlund –quien ya ganó este mismo premio con “The Square”, su último film hasta la fecha–, una comedia negra dispuesta a cruzar todas las líneas rojas. Un torpedo supuestamente lanzado a las clases más privilegiadas... pero que, en realidad, no hace más que sumir a todo el mundo en las tinieblas de la toxicidad vengativa. Un estallido de crueldad intolerable, rubricado en una de las mecas mundiales del elitismo. Un horror.

Antes de que conociéramos el resto de reconocimientos, el jurado anunció la concesión de un Premio Especial en motivo del 75 aniversario del festival, el cual obviamente fue para Jean-Pierre y Luc Dardenne (por “Tori et Lokita”), porque Cannes siempre tiene que presentar sus respetos a estas leyendas vivas del séptimo arte. A continuación vino el Gran Premio del Jurado, o sea, la medalla de plata, compartida entre otro mito, Claire Denis (por “Stars at Noon”) y un talento emergente, el del belga Lukas Dhont (por “Close”, una de las sensaciones de esta edición).

La ristra de disparates siguió con el Premio del Jurado, resuelto con un delirante ex aequo que emparentó el convencionalismo de “Le otto montagne”, de Felix Van Groeningen y Charlotte Vandermeersch, con la indomable genialidad de Jerzy Skolimowski y su “EO”. Y más, el Premio al Mejor Guion fue para Tarik Saleh, cineasta de origen egipcio afincado en Suecia, por el texto de “Boy From Heaven”, un drama político de temática apasionante pero también un thriller de resolución muy torpe. Más madera: el Premio a la Mejor Actriz fue para Zar Amir-Ebrahimi, protagonista femenina de “Holy Spider”, de Ali Abbasi, una de las películas más inmorales de la temporada.

Por suerte, y como no todo iba a ser malo, Corea del Sur acudió al rescate. Primero, el galardón al Mejor Actor se lo llevó el gran Song Kang-ho, por su carismático liderazgo en “Broker”, la nueva producción de Hirokazu Koreeda. Después, el Premio a la Mejor Dirección se adjudicó a Park Chan-wook, por su virtuosa puesta en escena de “Decision to Leave”.

Y a todo esto, al catalán Albert Serra –quien trajera “Pacifiction”, claramente la película más arriesgada, y una de las más lúcidas de todo el concurso–, como quien dice la cosa, ni le dieron las gracias. Ni la hora, ni las buenas noches. El palmarés que Cannes se merecía.