CARLOS GIL
ANALISTA CULTURAL

Una vida, una pasión

Ramón Barea lleva una vida dedicada al teatro. Desde sus principios en el Instituto de Cultura Hispánica de Bilbao, creando grupos como Cómicos de la Legua, que después se transformó en Karraka, hasta su último invento, Pabellón nº 6, una sala en Bilbo, en una zona industrial en transformación en donde con muchos esfuerzos va fidelizando unos públicos, su trayectoria ha sido impecable en cuanto a mantener la actividad en todas las circunstancias.

En los buenos y en los malos tiempos, su perseverancia ha sido incuestionable. No ha esperado a que sonara el teléfono sino que ha ido en busca del destino con varios proyectos entre manos. Siempre dispuesto a colocarse al frente de la manifestación, a emprender cualquier proyecto con pasión vitalista.

Si hace treinta años era un joven emprendedor, con un currículum artístico memorable, en lo últimos veinte años, con su incursión en el cine de manera muy habitual y algunas series televisivas, su presencia en los escenarios ha sido en proyectos de primera categoría, con los mejores directores y con obras de trascendencia e importancia universal. Si alguien ha mejorado con el paso del tiempo en su labor interpretativa este ha sido Ramón Barea. Si antes era un actor solvente, su crecimiento no parece tener límites. Empieza a ser un actor imprescindible por presencia escénica y calidad. En unos días estrena una versión de las Comedias Bárbaras de Valle-Inclán dirigida por Ernesto Caballero, dando vida al señor Juan Manuel Montenegro, nada menos.

Le han dado el Nacional de Teatro, por el conjunto de sus actividades, por mantener una misma actitud frente a los acontecimientos y las circunstancias, pasando de su sala a los mejores coliseos sin aspavientos, sabiendo que se trata del mismo oficio, de la misma actividad, aunque en diferentes ámbitos de influencia. Es un premio merecido a un hombre de teatro integral, coherente e implicado en su tiempo y su entorno. Su tarea de dramaturgo empezó como algo subsidiario, pero acabó siendo autónoma. Escribe teatro, como escribe guiones de cine, para dirigirlos él, pero que después pueden tener vida propia. Como director estuvo ligado a la vida de grupo, de autor-director, pero también como contratado para dirigir obras consideradas comerciales o textos comprometidos elegidos por él.

Se puede entender un premio a una generación, a una manera de entender la profesión, que es un reconocimiento individual e intransferible, pero que debe ser celebrado por todo el teatro vasco de donde proviene su actividad principal.