Alvaro Reizabal
Abogado
JO PUNTUA

Política penitenciaria envenenada

La información televisiva sigue dando novedades sobre los cuantiosos daños materiales, pero no dice nada de la pérdida irreparable de otro joven vasco que muere solo, encerrado en una celda a mil kilómetros de su familia

Encendí la tele para ver el noticiario de la noche. El plato del día se componía hoy de imágenes y comentarios de una locutora que, micro en ristre y con el fondo de las enormes olas en el litoral de Zarautz, daba cuenta de los destrozos que el temporal estaba ocasionando. Aunque no se la veía más que a ella, se adivinaba detrás un coro de voces que sonaba cercano y gritaba «espetxeak hiltzaileak». No me sorprendió el eslogan, pero sí las circunstancias en que se producía. Sin apenas tiempo de rumiar lo que pasaba, suena, otra vez, ese teléfono que, últimamente, me está dando tantos disgustos. Han encontrado muerto en su celda de la prisión de Puerto a Arkaitz Bellon. Otro mazazo mortal, en lo político y en lo sentimental, ya que toca de cerca en nuestra casa, tanto por la relación personal y profesional que en su momento tuvimos con él como por ser de Elorrio. La informadora televisiva sigue dando novedades sobre los cuantiosos daños materiales, pero no dice nada de la pérdida irreparable de otro joven vasco que muere solo, encerrado en una celda a mil kilómetros de su familia. Una vez más, la maldita dispersión. Solo los gritos de los que protestaban hacían presagiar la noticia. A la mañana siguiente, la noticia ni existía en las emisoras ni en los periódicos digitales de difusión y obediencia estatal. Solo es noticia el paseíllo que, encima, no será.

Arkaitz estaba a punto de cumplir a pulso los 13 años de condena que se le impusieron en su día por algo tan puntual como los incidentes producidos tras una manifestación un día de la Semana Grande donostiarra, a la que había acudido a homenajear a la ikurriña. El rigor de la pena, desproporcionado, más que un homicidio, sobre todo cuando día sí y día también se van de rositas los que bajo el paraguas de la corrupción causan muchos más daños al cuerpo social que el deterioro de un cajero. E inenarrable la dureza en su aplicación: no solo la ha cumplido en los más rigurosos penales y siempre en primer grado, sino que a lo largo de estos años ha sido apaleado en varias ocasiones por los encargados de su custodia. Arkaitz debía haber estado libre desde hace más de tres años si se le hubiera aplicado la libertad condicional accesible, según la legislación penitenciaria, para quienes tienen cumplidas tres cuartas partes de la condena. Dicen que la finalidad de la dispersión es evitar que ETA controle a sus presos, argumento delirante siempre, pero especialmente en este caso, en que ni siquiera se le acusó de pertenecer a esa organización.

Esta noticia que a muchos nos entristece profundamente, alegrará, sin duda, a todos esos que utilizan para hacer política el argumento de que se sienten estafados porque los presos excarcelados por padecer enfermedades terminales no mueren en el plazo por ellos deseado. Y gozarán en los pocos ratos libres que les dejan las luchas fratricidas por las subvenciones. Disfrutarán del falso alivio que produce el veneno de la venganza.