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Crimea: Tambores que resuenan en todo el mundo de una inminente y no tan fría guerra

La situación en Crimea se está deteriorando en una crisis que muchos observadores, agitando el precedente del desmembramiento de Yugoslavia, califican como la mayor que ha conocido últimamente Europa. Sobre el terreno, el Ejército ruso se ha hecho con el control de la península en lo que parece una lección aprendida de su guerra con Georgia, a saber, más vale la prevención que el contraataque. Mientras tanto, los líderes de la Unión Europea -salvo Merkel, poco interesada en la retórica de la amenaza- y EEUU dicen que Putin pagará cara su decisión, anuncian medidas de castigo, boicot y la promesa de convertir a Rusia en un estado paria. Nada de ello, sin embargo, parece inquietar a Putin, un exmiembro de la KGB, curtido en la mentalidad de la guerra fría y que vivió el desmoronamiento de la URSS como una tragedia personal.

La crisis de Crimea va a alterar las relaciones entre Rusia y Occidente, las balanzas de poder, y si, junto con esta nueva «guerra fría», estalla la otra guerra, además de ser más larga y más sangrienta que la de los cinco días del Cáucaso Sur de 2008, no solo Rusia lo pagará caro. Todos pagarán su parte de un alto precio.