EDITORIALA
EDITORIALA

Resistencia indígena ante la nueva conquista

Canek, el líder maya que encabezó la rebelión contra el dominio español y que murió ejecutado tras suplicio, dio título a la novela del escritor mexicano Emilio Abreu Gómez. En la misma exclamaba que «los hombres blancos no saben de la tierra ni del mar ni del viento de estos lugares. ¿Qué saben si los peces ovan en octubre y las tortugas en marzo? ¿Qué saben si en febrero hay que librar a los hijos y a las cosas buenas de los vientos del sur? Ellos gozan, sin embargo, de todo lo que producen la tierra, el mar y el viento de estos lugares. Ahora nos toca entender cómo y en qué tiempo debemos librarnos de este mal». Los pueblos indígenas que ayer fueron víctimas de la Conquista y la Colonia que sentó las bases y condicionó el desarrollo económico y social de América Latina se enfrentan hoy a la voracidad de nuevos conquistadores, con igual falta de escrúpulos, interesados solo en sus tesoros escondidos en bosques y selvas ricas en biodiversidad, en unos recursos naturales que trasmutan en capital y se sigue acumulando en lejanos centros de poder.

El mal del que hablaba Canek tiene en el siglo XXI la forma de grandes corporaciones transnacionales. Amparadas en sistemas políticos y jurídicos más propios de la encomienda y el derecho indiano se han apoderado de territorios indígenas, permiten o perpetran todo tipo de barbaridades y saquean sus recursos sin más preocupación que la rentabilidad. Cada vez tienen más influencia y poder, controlan más de la mitad del comercio mundial y tienen más capital y potencial que la suma del PIB de varios países latinoamericanos juntos.

La indiferencia ante ese abuso durante mucho tiempo fue condicionada por la desinformación. Ignorancia y codicia se aliaron para dejar pasar y dejar hacer. Pero como se escuchó en las jornadas «Resistir o Morir» de la ONG Mugarik Gabe, una de las maneras más básicas de resistir es contar lo que sucede. Invisibilizar la existencia de los pueblos indígenas y sus derechos es esencial para que el mal que los extermina siga extendiéndose.