Gloria LATASA gloriameteo@hotmail.com
AZKEN PUNTUA

Ladrones de nubes

La clave del éxito para encontrar trabajo en el futuro, según los expertos, estará en nuestra capacidad de adaptación a un mercado global cambiante. Para ello, añaden, habrá que estudiar mucho. En este contexto se barajan profesiones, aún inexistentes, relacionadas con contenidos tecnológicos, sanidad y economía «verde». Nanomédico, gestor de avatar docente, consultor gerontológico, agricultor vertical, inspector de cuarentena, ingeniero de órganos, trabajador social de redes, constructor de coche alternativo, biohacker o meteopolicía podrían ser algunas de esas ocupaciones.

El cambio climático y la falta de agua, al parecer, podrían provocar la aparición de delincuencia especializada en modificar los patrones meteorológicos. Unos cambios en el comportamiento de la atmósfera que originarían grandes fluctuaciones en los precios de cultivos estratégicos con los que se especula en los mercados y, lo que es peor, que pondrían en riesgo las cosechas de las que depende la vida de millones de personas. El meteopolicía se encargaría de controlar y perseguir las actividades ilícitas en el campo meteorológico.

Su labor consistiría en la inspección de actividades sospechosas con el análisis en tiempo real de datos recopilados en tierra mediante sensores y en el aire mediante drones. El objetivo, la persecución de ladrones de nubes que, según dicen, dispondrían para el año 2030 de todo un arsenal de agentes químicos y biológicos. Sin ir tan lejos, hoy en día se trabaja en la alteración del comportamiento de la atmósfera mediante láser de onda ultracorta para evitar el granizo y se usan cohetes de yoduro de plata para originar la lluvia.

Algo de esto ocurre, al parecer, en más de doscientos cincuenta pueblos de la provincia de Soria en los que la gente se queja de que desde hace años les están robando las nubes. Cuando llegan las formaciones nubosas prometedoras de agua, afirman, aparecen avionetas que siembran el aire de productos que contaminan campos y ríos y, bajo la excusa de proteger las tierras del granizo, se llevan la lluvia al otro lado del Moncayo.