INGO NIEBEL
HISTORIADOR Y PERIODISTA
Análisis | Congreso de la Izquierda alemana

El Linke cierra filas y busca definirse en política exterior

Las dos corrientes del partido Die Linke (La Izquierda), los «reformistas» y los izquierdistas, han cerrado filas en el reciente congreso, pero marcando terreno cada una ellas. Quieren mantener abiertas todas las opciones, pero se auguran tiempos difíciles.

Con interés, pero también con cierto morbo han esperado el reciente congreso de Die Linke los observadores de la política alemana, sobre todo los medios de comunicación, porque la formación es la única fuerza política que presenta una alternativa a la política antirrusa y pro-Kiev de Occidente. Quienes esperaban una lucha abierta entre los izquierdista y los llamados «reformistas», favorables a una coalición con el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) y los ecologistas Verdes, se habrán quedado decepcionados porque ambas alas enterraron el hacha de guerra y se limitaron a marcar terreno y colocar sus piezas clave. Fuera de ahí encontraron el consenso y sellaron el compromiso de no volver a los enfrentamientos abiertos. Los mismos que hace cuatro años llevaron al partido al abismo.

El congreso del pasado fin de semana reeligió al dúo líder, la alemana oriental Katja Kipping, con el 77% de los votos, y a su par occidental, Bernd Riexinger, con el 90%. Este resultado avaló su labor en el apaciguamiento de las dos corrientes internas, aunque los puntos de la discordia siguen vigentes. La sorpresa fue la elección para uno de los puestos de vicepresidente del exeurodiputado Tobias Pflüger, conocido antimilitarista y representante del ala izquierdista, que derrotó al candidato «reformista». La Vicepresidencia dejada por la cabeza visible de la corriente izquierdista, Sarah Wagenknecht, fue ocupada por Janine Wissler, quien negoció en el estado federal de Hesse un tripartito con el SPD y los Verdes que no cuajó por la alianza de los ecologistas con la CDU.

El congreso respaldó también a Wagenknecht al acordar que a partir de 2015 debe haber una pareja presidiendo al grupo parlamentario en el Bundestag, algo que hasta ahora ha obviado su líder, Gregor Gysi, ignorando el reglamento interno del Linke.

Los «reformistas» cosecharon otro revés al aprobarse que los denominados «grupos de trabajo» sigan manteniendo voz y voto en dentro del partido. Uno de ellos es el grupo de solidaridad «Cuba Sí». Su apoyo a la isla es incondicional, lo que viene de la tradición de la RDA. Por eso, no sólo el plan de los «reformistas» de quitarles la voz y el voto levantó ampollas sino también el hecho de que su estrella mediática, Gysi, tildara de «dictadura» a Cuba en una entrevista en la TV pública.

Aún así, los «reformistas» mantienen el control sobre el partido porque su sostén electoral está en el este alemán y no en el oeste, dominado por los izquierdistas. En Turingia, tal vez, el líder del Linke, Bodo Ramelow, podría ser el primer ministropresidente de esta formación, si el SPD respalda su elección.

Esta perspectiva estratégica es la que sigue moviendo al sector «reformista» aunque el clima político es adverso para un tripartito entre el SPD, Linke y Verdes.

Las pocas informaciones que trascendieron tras un encuentro entre diputados de las tres fuerzas políticas en un restaurante VIP en Berlín a puerta cerrada sugieren que son más los puntos que les separan que los denominadores en común.

El caso más sonado es la crisis ucraniana. Los Verdes apoyan al régimen de Kiev, ignorando casi por completo la existencia de Sector de Derecha (Pravy Sektor) y otros neonazis. El SPD, con su ministro de Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, zigzagzea entre los intereses de Berlín, los de Washington, la UE y su excanciller Gerhard Schröder, notorio amigo del presidente ruso, Vladimir Putin.

El Linke ha optado por situarse entre este polo y Moscú. Su congreso acordó la base para una marcada equidistancia concluyendo que tanto la UE y la OTAN como Rusia han contribuido a una escalada del conflicto.

En cualquier caso, la copresidenta Katja Kipping afirmó que «mientras los nazis estén en el Gobierno es absolutamente inaceptable pensar en créditos de ayuda» a la exrepública soviética.

Nada más terminar la convención, Gysi tomó el avión rumbo a Moscú para reunirse con parlamentarios rusos. Aún así, el SPD considera al Linke como «aislado en la política exterior». Tal vez Gysi tratara de sacar ventaja electoral de su viaje cara a los comicios europeos.

La cuestión es cómo se situará el Linke entre sus dos anhelados socios. Según una reciente encuesta, obtendría el 8% de los votos, frente al 12% de los Verdes y el 27% del SPD. La CDU ganaría con el 37%, mientras que la euroescéptica AfD llegaría al 6%.

Sin embargo, sobre Gysi también planea una espada de Damocles jurídica que podría dañar seriamente sus proyectos. La Fiscalía de la Audiencia de Hamburgo debe decidir si le acusa o no por haber declarado en falso sobre su relación, como abogado, con el Ministerio de Seguridad de Estadode de Alemania oriental. En otro pleito juró que «en ningún momento informé, sabiendo o queriendo, sobre mis clientes u otras personas a la Seguridad de Estado». Aunque la Stasi ya no es tema presente en la vida política, una acusación en ese sentido sí le crearía una serie de problemas al Linke. Si esto interesa a alguien en Alemania dependerá quizás de cómo se valorará el viaje de Gysi a Moscú. El Kremlin cuenta con sus propios canales, y el más importante son los directivos de empresas y bancos alemanes.