Floren Aoiz
JO PUNTUA

El neoliberalismo con txapela apuesta por la fundición

La guerra de las cajas de ahorro, tras la batalla navarra, se libra ahora Araba, Gipuzkoa y Bizkaia. Las huestes neoliberales, que combinan planes estratégicos ideo-políticos con intereses económicos concretos, privados y muy sucios, se han lanzado a la caza de las cajas públicas. La pugna se calienta porque la operación ha fracasado en una de sus claves: colar como una gran idea o, cuando menos, pasar desapercibida.

Sindicatos combativos, movimientos sociales, medios de comunicación no domesticados: el frente antiprivatización es fuerte y ha aprendido de lo ocurrido con las cajas navarras. Y el otro frente, el neoliberal, ha llamado a la movilización general de sus recursos, con «Diario Vasco», «Correo» y «Deia» a la cabeza desplegando su casposo repertorio de mentiras y descalificaciones.

Es significativo, en todo caso, que la referencia a cajeros quemados constituya la máxima genialidad de unos ideólogos incapaces de comprender que el marco, el frame, si nos ponemos profundos, ha cambiado y ya no vale el comodín de la guerra contra el terrorismo, la fortaleza moral frente a quienes callan ante el crimen y todas esas zarandajas. Por cierto, y perdóneseme el salto acrobático, el mismo comodín «valeparatodo» al que el progre Nagore recurría el otro día en «Diario de Noticias». Almas de inquisidor con retóricas tan insulsas como eso de que las banderas son trapos y bla bla bla. Es lo que tiene querer ser siempre guay...

Y vuelvo al tema. En este país, hace ya muchos años, se pusieron en marcha iniciativas que tenían un cierto tono antioligárquico. Las cajas de ahorro vascas surgieron en un momento histórico concreto y han vivido un largo recorrido con muchos claroscuros, pero finalmente nublado por las ansias privatizadoras. Ahora, la agenda neoliberal exige nuevas apropiaciones de bienes públicos para llenar bolsillos privados. Todo debe comercializarse, situarse en las coordenadas de un supuesto libre mercado marcado por las trampas y la corrupción. Y se hace, claro, por el bien común. Porque, como es sabido y acaba de comprobarse con el servicio de comidas en los hospitales navarros, privatizar es bueno... para quien se lleva el negocio.

Quieren ofrecer nuevos sacrificios al dios mercado, pero ellos no se ofrecerán voluntarios. Una vez más, aplacarán las iras del dinero a costa de la sociedad, llevándose parte, claro. No se trata solo de seguir un plan ya marcado en el terreno internacional y hecho suyo por las elites económicas locales. Se mezclan también otros intereses, como hemos visto en mil batallas, desde Lemoiz hasta el TAV, pasando por el fracking. Ciertos partidos actúan como subcontratas de los agentes financieros para tramitarles asuntillos como el de las cajas.

No hay errata en el título de esta columna. El neoliberalismo con txapela habla de fundaciones, pero quiere fundir las cajas, como en Nafarroa. Fundir su capital y su trayectoria, de lo público a lo privado. Es lo que, si pudieran, harían con todo. Mejor pararles los pies cuanto antes. Si no, lo fundirán todo.