EDITORIALA
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Un recorte más a un sistema con brechas

El portavoz del Gobierno de Lakua, Josu Erkoreka confirmaba ayer que desde el 22 de agosto el presupuesto de 17,3 millones destinado a la conciliación de la vida laboral y familiar está agotado. Algo previsible, dado que se trata de la menor partida destinada a la conciliación desde que se creara en 2007. Cuando Lakua decidió este año recortar estas ayudas un 42,34% sabía que esa cuantía era insuficiente, puesto que de las 31.607 peticiones cursadas en 2013 un 37% seguían pendientes de cobro en el primer trimestre de 2014. Es decir, el Gobierno diseñó un presupuesto anual sabiendo que no cubría las necesidades, lo que provoca además que las ayudas terminen siendo un tanto arbitrarias.

Aún así, Erkoreka se mostró tajante al afirmar que Lakua no completará la partida para poder cubrir la totalidad de las solicitudes, argumentando que las ayudas a la conciliación no se entienden como «derecho subjetivo», al contrario de lo que ocurre con las ayudas concedidas por el nacimiento de un hijo. También hizo un llamamiento a «reflexionar» sobre el actual modelo, sugiriendo la necesidad de priorizar las ayudas de conciliación. Es un análisis pertinente, pero el problema es que quien lo pronuncia no es un experto, sino un responsable político. La pregunta obvia es: ¿qué va a hacer su Gobierno?

No obstante, es cierto que este tema merece una reflexión a la que debería seguir un cambio de políticas. El análisis debe centrarse en la situación en la que quedan las personas que acuden a esta ayuda para poder compaginar su trabajo con el cuidado de sus hijos o familiares dependientes. Más si cabe en la actual situación de crisis, expone más las brechas existentes en el sistema de protección social impulsado por los jeltzales. En términos económicos, además, estas ayudas deben ser consideradas una inversión. En ese sentido también falla el actual modelo de conciliación, que principalmente lleva nombre de mujer y que debería cambiar profundamente, en pos de conseguir una sociedad más igualitaria desde sus cimientos. Lo demás es «dar la paga», hasta que se acaba.