Gloria Rekarte
Preso ohia
AZKEN PUNTUA

Vienen los rojos

Hierven las redes sociales, los medios y las tertulias. Hoy, casi todos somos Syriza, por lo que nadie queda exento de su consiguiente cuota de éxito y esperanza, o de miedo y desasosiego.

No es que a estas alturas y ante un acontecimiento como el triunfo de Syriza podamos esperar de la derecha española sesudos y coherentes análisis. Tenemos también en cuenta que, ocupados en un remojón de barbas de urgencia, no habrán podido dedicar mucho tiempo a esmerarse en sus declaraciones. Lo grave es que ni falta que les hace. Porque si bien es verdad que son patéticos hasta la risa con su incontinencia alarmista, no es menos cierto que no son pocos los que les prestan oídos de mil amores, y ponen un empeño ejemplar en responder con el debido susto y preocupación a los llamamientos al susto y la preocupación.

Al «Desgrecia» que presidía ayer la portada de «La Razón», en lo que debieron considerar un derroche de genialidad, respondieron pronto y con el corazón en un puño quienes sabían, de fuentes bien informadas, que «hay gente en Grecia que está haciendo acopio de víveres y papel higiénico, por si pasa como en Venezuela». Y eso da mitad mucha risa, mitad mucho miedo.

No es que falten motivos de alarma: es alarmante que el resultado de un hecho tan democrático como acudir a las urnas sea presentado como un peligro para la democracia. Alarmante, el temor a que la victoria de Syriza aliente la agitación social en una Europa que asiste, hasta el momento muy reposadamente, al auge del nazismo, del racismo y de la involución. Y demencial que, a estas alturas de la historia, sea tan fácil despertar el miedo a «los rojos». A Syriza le ha tocado ser roja, no porque lo sea, sino por no ser dorada. Como para no alarmarse.