Pablo Ramón Ochoa (Efe)
Buenos Aires

El legado del trasandino, un titán ferroviario entre Buenos Aires y Valparaíso

El tren que iba desde la capital argentina hasta la ciudad portuaria chilena escribió una de las epopeyas de la ingeniería sudamericana del siglo XX, empezó a funcionar en abril de 1910 y, a día de hoy, treinta años después de su último viaje, se ven sus vestigios a los pies del Aconcagua.

El transandino, en acción entre las cumbres de la cordillera.
El transandino, en acción entre las cumbres de la cordillera.

«Generó bastantes problemas, como los trazados, las pendientes, las nevadas, las avalanchas... Tenías unos inviernos muy largos y requería de mucho personal, era supercomplicado», relata a Efe el argentino Mario Sebastián Tébez, encargado y restaurador de la antigua estación de Las Leñas del Tolosa (Mendoza), a más de 3.000 metros de altura y a pocos kilómetros de la frontera con Chile.

Tébez, especialista en la historia el tren trasandino, explica que la parte de la cordillera chilena fue todavía más compleja de construir: «Estamos hablando de gente que trabajaba colgada a mil metros de altura con explosivos y taladros».

«Por eso también no continuó, por esas dificultades», comenta Tébez sobre ese ferrocarril de altura, que interrumpió para siempre su servicio en 1984, cuando dejó de ser provechoso tanto para pasajeros como para mercancías.

El recorrido, según los antiguos mapas, duraba un día, «pero en realidad los horarios eran mucho mayores porque siempre tenían un problema, sobre todo en los tramos de alta montaña».

El convoy partía de la estación bonaerense de Retiro, a orillas del Río de la Plata y el Atlántico, y llegaba a la costa pacífica de Chile en la turística Valparaíso.

(Hermanos Clark, cuya compañía construyó la línea)

Una ascensión en bici y la idea del museo

En 2013, Tébez, de 43 años y natural de Rosario, en el otro extremo de Argentina, viajó a la cordillera de los Andes y subió en bicicleta hasta el paso internacional de Los Libertadores.

Allí vio una antigua estación abandonada, con el hierro de las vías todavía intacto a su lado. A cinco kilómetros se encontraba la entrada del parque provincial Aconcagua, que da acceso a la montaña más alta del continente americano, a 6.962 metros sobre el nivel del mar.

«Vi el potencial de todo eso. En realidad no era fanático de los trenes, pero ahí me despertó el amor a los trenes y a las montañas, la historia del ferrocarril trasandino es muy interesante», afirma.

(Puente sobre el río Mendoza. Foto Darío ALPERT)

En origen, el museo fue una idea de empresarios ferroviarios ingleses, que empezaron su construcción a finales de siglo XX, de lo que da cuenta la inmensa cantidad de objetos que pertenecieron al tren y que, a través de compras y donaciones, han pasado a sus manos.

Velocípedos de vía, señales electroneumáticas inglesas, faroles de señalización y mesas telegráficas son solo algunos de los objetos.

Tal es la cantidad de material que un pabellón de la estación lo ha dedicado a un museo que tiene decenas de reliquias, desde elementos del tren trasandino a unas fotos que le donó un antiguo maquinista de ese ferrocarril, el ya fallecido Julio Monzalvo.

En su trabajo de fotógrafo aficionado, Monzalvo reflejó el arduo trabajo de llevar ese tren a los cielos y los parones por la nieve, que se llevaba por delante cobertizos enteros levantados para intentar proteger a la máquina y de los que hoy apenas queda un par en pie.

Precisamente, de Monzalvo es el objeto que más aprecia Tébez, una tetera que el maquinista usó en aquellos viajes: en la caldera calentaban el té y el mate.

«Es una pieza muy pequeña pero está cargada de historias y las escuché directamente de la persona», indica.

El sueño de revivir el tren

Ahora Tébez vive allí, alejado del ruido de Rosario y en contacto con los pobladores de esa aislada zona, relacionados con la historia del tren y supervivientes de fieros aludes.

Y alberga esperanzas de que la zona se revitalice: «Imaginate la importancia que tendría un tren turístico y patrimonial acá para gente nacional y para el extranjero. Está muy latente esa posibilidad, así que estamos a la espera de que se pueda realizar».

Mientras eso toma forma, trabaja para que escuelas locales realicen visitas al museo, para que los niños aprendan la historia de ese ferrocarril, abandonado pero legendario.