Alarma en las Dolomitas por el flujo masivo de turistas y los derrumbes
Verano problemático en una de las zonas de montaña más populares. Los pastores, agobiados por la situación, han colocado tornos en algunos senderos como forma de protesta.
La locura del turismo masivo ha llegado también a uno de los lugares supuestamente más sostenibles de Europa: la cordillera de los Dolomitas. Parece que durante este verano se haya desatado como nunca este problema que ya va lastrando numerosos lugares del planeta, incluida Euskal Herria.
Demasiada gente, demasiados visitantes que no aportan nada, simplemente pasan por ahí y se marchan, después de haberse sacado un selfie solamente por el gusto de hacer ver a los seguidores que ellos han estado allí, entre pastos y montes, en la naturaleza más pura.
Y, como si fuera una señal siniestra de lo que viene, mientras se discute si poner en vigor medidas en contra de esta invasión, una parte de los Dolomitas se ha derrumbado, afortunadamente sin causar daños.
Barreras en los senderos
Este listado interminable de problemas ha tenido su punto culminante a mediados de julio, cuando un pastor de Val Gardena que se encontraba en su rebaño se ha topado con docenas de personas caminando por sus campas, en el famoso Sentiero del Seceda, en Tre Cime de Lavaredo. El hombre, a modo de protesta, ha colocado tornos de acceso en algunos senderos, en los que insta a pagar cinco euros para poder cruzarlos.
A su lado se sitúa Alberto Zanella, el presidente del CAI (Club Alpino Italiano, la más importante organización para la conservación paisajística del país transalpino), que en las redes sociales ha declarado: «Uno de los senderos más fotografiados de los Dolomitas, convertido en pasarela para macarras, instagramers y youtubers. Este el resultado de una política turística impulsada también a nivel político».
«Lo de los tornos era una provocación, pero esperamos que alguien nos escuche»
Varios pastores locales se han quejado por la situación, que ha llegado a un punto claro de insostenibilidad. Turistas que pasan, suben con una bici eléctrica por senderos estrechos molestando a los que van caminando, destrozan el suelo, comen y dejan basuras a pocos metros de los rebaños, aportando solo deterioro a la población local. «Lo de los tornos era una provocación pero esperemos que alguien nos escuche», ha sido el comentario de la asociación de campesinos que había tenido la idea del ‘peaje’.
El mayor problema, como siempre, es el turismo a lo ‘aquí te pillo, aquí te mato’, paradas rápidas de los visitantes, el puro hedonismo del selfie cueste lo que cueste, sin interesarse por la conservación del medio ambiente, solamente por que en un determinado lugar ha sido grabada una peli de éxito, por ejemplo o, episodio típico en el pasado, ha ocurrido algo trágico pero ‘famoso’.
Derrumbe en la Cima Falkner
Está claro que las medidas utilizadas en otros lugares como Venecia o Roma, sin salir de Italia, no han supuesto una solución definitiva. Cuotas de ingreso para entrar en las ciudades, pasarelas para limitar el flujo de gente, la respuesta no se encuentra, de momento. Y aún peor es ver cómo cada año la situación va empeorando.
Las protestas claman por culpables, hasta los más insólitos: «La responsabilidad de este desastre es de la Unesco, que ha puesto a los Dolomitas en su patrimonio creando todo un instrumento de marketing para turistas que se demuestran poco o mal educados», han sido las palabras de Georg Simeoni, presidente de la asociación Alpenverein Sudtirol.
Es verdad que Italia, con sus 61 sitios «patrimonio de la humanidad», lidera esta clasificación mundial por delante de China y cada año se añade algún lugar: en 2025, por ejemplo, han entrado en este listado las Domus de Janas en Cerdeña, construcciones funerarias en piedra típicas de la prehistoria en la isla. Los Dolomitas fueron declarados como patrimonio ya en 2009.
Y será por casualidad, pero parece que el medio ambiente también se haya puesto a protestar por su cuenta. La pasada semana hubo un enorme derrumbe en la Cima Falkner, en las llamadas ‘Dolomitas del Brenta’. Afortunadamente nadie resultó herido, pero tanto el ruido de la caída de las piedras como el susto generado fueron espantosos.