Beñat Zaldua
Barcelona

Objetivo: detener a Robin Hood

El pasado mes de mayo, el semanario ‘La Directa’ hizo público el proyecto final de máster del comisario de los Mossos d'Esquadra David Piqué. En él, el alto cargo policial desgrana una hoja de ruta de combate contra los «antisistema», que pasa, entre otros métodos, por dejar que durante las movilizaciones «se produzcan suficientes actos vandálicos».

El comisario de los Mossos d'Esquadra, David Piqué, en una foto oficial.
El comisario de los Mossos d'Esquadra, David Piqué, en una foto oficial.

«Quizás sería necesario dejar que durante el recorrido se produzcan suficientes actos vandálicos». La frase, literal, es del comisario de los Mossos d'Esquadra David Piqué, que explica que de este modo podría generarse en la opinión pública una postura contraria a los manifestantes, facilitando el trabajo de la Policía. El texto está extraido del proyecto final del máster en Políticas Públicas de Seguridad realizado por el alto cargo policial en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Fue destapado el pasado mes de mayo por el semanario ‘La Directa’.

En el trabajo, titulado ‘El síndrome de Sherwood’ y fechado en el 11 de diciembre de 2009, Piqué desgrana la supuesta «problemática» generada en el barrio barcelonés de Gràcia (Sherwood) debido a las decenas de edificios ocupados y propone una hoja de ruta para no dejar que «la tolerancia se convierta en impunidad y por lo tanto en injusticia».

Para ello empieza revisando la mitología acerca del bosque de Sherwood y Robin Hood, señalando que el problema de la leyenda inglesa radicaba, «como siempre, en que el héroe y su grupo decidían quién era el rico a quien robar y el pobre a quien beneficiar». Cabe recordar que Piqué fue el autor del discurso más aplaudido del último «Día de les Esquadres», en el que calificó de «ratas» a los huelguistas del 29 de marzo, asegurando que los perseguirían aunque se escondiesen detrás «de las sillas de un aula universitaria».

Después de repasar varios de los metodos en la lucha contra los «antisistema», en los que se menciona la posibilidad, si una manifestación «no se prevé bastante violenta», de «provocar un poco, con detenciones poco justificadas y nada pacíficas». «Además de la estrategia previa, en cuanto algún grupo descontrolado empieza las acciones violentas, las unidades de Policía ni se mueven y cuando la violencia empieza a ser generalizada, la actuación policial se retrasa deliberadamente hasta que los daños producidos son socialmente inaceptables», prosigue.

Tras repasar varios métodos posibles, Piqué explica su hoja de ruta, que consta de cinco fases. En la primera, el alto cargo policial señala la necesidad de crear «un clima proclive al rechazo de cualquier manera de ocupación ilegal de viviendas, evitando en todo momento la mención al movimiento okupa». La segunda fase pasa por generar «un debate político sobre la ocupación de viviendas». De ello se encargarían «los tertulianos y/o portavoces ideológicamente definidos». «Estos no tienen que conocer necesariamente la totalidad del plan, pero su actividad debe ser supervisada y controlada –sin matices– por los que tienen conciencia del plan global, sobre todo para controlar los tiempos y reaccionar ante posibles desviaciones de las previsiones», detalla el documento. En esta fase se empieza también la campaña de criminalización contra el movimiento okupa, con métodos como los explicados en el primer párrafo y que tienen como objetivo que los «antisistema» intuyan que solo pueden seguir haciendo lo que quieran «cerca de sus refugios o casas ocupadas, las cuales son el objetivo final».

La tercera fase de la hoja de ruta de Piqué se basa en la «aparición de un nuevo marco normativo» más restrictivo, para pasar seguidamente a la cuarta estación, que el autor del trabajo define como «Ataque al corazón de Sherwood y detención o descrédito de los posibles Robin Hoods». Es el momento, según el mando de los Mossos d'Esquadra, «de ir a por los ‘irreductibles’ y comenzar a aplicar la ley en toda su extensión». «En nuestra metáfora, dar privilegios a los ‘institucionalizados’ y empezar a talar árboles del bosque», explica. La quinta y última fase, muy escueta, se refiere al «mantenimiento y control de la situación».