Andrés MOURENZA (EFE)

Vendiendo el coche por 700 euros para lograr efectivo

Nerviosismo y enfado eran los sentimientos que dominaban entre las primeras personas que ayer se acercaron a sus oficinas bancarias de Chipre, en el día de su reapertura que, con todo, transcurrió en cierta calma.

Personas aguardan su turno a las puertas de su entidad bancaria. (Ylannis KORTOGLOU / AFP)
Personas aguardan su turno a las puertas de su entidad bancaria. (Ylannis KORTOGLOU / AFP)

El sentimiento de crispación era entendible dado que los que acudieron a sus sucursales eran aquellas personas que más problemas podían sufrir, bien porque serán víctimas de la quita de depósitos, bien porque no disponen de tarjeta de crédito -el único medio que ha existido en estos trece días de corralito para obtener dinero del banco- o porque temen por sus fondos.

«¡Rufianes, rufianes!», se quejaba la anciana Jrisalia, que hacía calceta frente a la puerta de su banco desde dos horas antes de la apertura, esperando para retirar sus primeros euros desde el inicio del corralito ya que no dispone de tarjetas.

En entidades como el Banco de Chipre, que sufrirá una reestructuración, o el Banco Popular (Laiki), que será liquidado, se formaron colas de entre 10 y 30 personas antes de su apertura, pero en otras como el Banco Helénico apenas había gente.

Especialmente en las sucursales de esta última entidad se estableció un orden de entrada para facilitar el funcionamiento en el interior de las oficinas y se repartieron hojas informativas con las medidas de controles de capital a los clientes que estaban esperando.

Pese a todo, eran muchas las preguntas que tenían que responder los empleados a lo largo del día, como, por ejemplo, la de María Fieros, una mujer que se planteaba cómo hacer frente al pago del alquiler de su tienda de antigüedades, de 1.300 euros, pudiendo sacar solo 300 euros al día.

También tenía que dilucidar cómo transferir dinero a sus dos hijas, estudiantes en Londres, para lo que se ha fijado un límite de 5.000 euros trimestrales. «Por el momento no han tenido problemas de dinero pero están muy preocupadas», admitía, al tiempo que mostraba su rabia por cómo se han manejado la situación: «Muchas personas han perdido mucho dinero, pero otras lo han llevado fuera de Chipre y ahora podrán volver y comprar todo el país».

Más trágica era la historia de Eduardos, un inmigrante griego residente en Chipre desde hace tres años y desempleado desde hace uno, que había acudido al Banco Popular para tratar de retirar sus ahorros, algo que no pudo hacer por las restricciones impuestas.

Durante el corralito, su tarjeta de débito no funcionaba, por lo que se vio obligado a vender su vehículo por 700 euros para tener algo de efectivo. «Mi mujer es la única que trabaja, pero cobra en cheques y no podemos cobrarlos. Ahora, con el dinero del coche, he comprado el billete de vuelta a Grecia», lamentaba mientras sostenía en brazos a su hija de dos años.

Otras personas en cambio, se mostraron más tranquilas. «No vine para retirar mis ahorros, no temo por ellos. He venido principalmente a pagar mis obligaciones y tengo confianza en el pueblo chipriota, que mostró muchísima paciencia ante los grandes desafíos de estos días», afirmó un hombre.

En su café, una mujer llamada Anthi comentaba que no tenía pensado acudir a su banco, porque no estaba dispuesta a sufrir la espera a pesar de que tiene cuestiones urgentes que resolver. «Hay mucha incertidumbre porque yo tengo la cuenta en el Popular y, por lo que oigo, mis empleados no podrán ingresar sus cheques del salario a menos que tengan cuenta en ese banco. No sabemos qué va a pasar», explicó.