Susan Harley

Un mundo de drones

El anuncio de Amazon de que planea hacer entregas de paquetería con drones en un futuro cercano ha avivado el debate en Estados Unidos sobre la utilización comercial de esos artefactos. La militar es tan conocida como letal, pero se trata de una tecnología que, en su mayor parte, sigue sin estar regulada. ¿Nos dirigimos hacia un mundo repleto de drones con nuestra privacidad cada vez más expuesta?

MQ-9 Reaper (antes llamado Predator B), el primer ‘cazador-asesino’ del Pentágono. (ANDREART)
MQ-9 Reaper (antes llamado Predator B), el primer ‘cazador-asesino’ del Pentágono. (ANDREART)

El plan revelado en enero del año pasado por el presidente de Amazon, Jeff Bezos, para tener listo en unos cuatro o cinco años un programa de entrega de paquetes a través de la utilización de drones provoca escepticismo e inquietud, no tanto por los retos técnicos para sacar adelante la idea como por las implicaciones que el uso de esta tecnología podría tener. Conocemos perfectamente para qué sirven en el mundo militar, sabemos que, aunque el Pentágono no reconoce estas cifras, los ataques con estos aparatos no tripulados han matado a más de 600 personas en Pakistán y no menos de 58 en Yemen (según el informe del relator especial de la ONU sobre lucha antiterrorista y derechos humanos, Ben Emmerson). Y conocemos que muchas de sus posibles aplicaciones tienen demasiado que ver con vigilancia y control. Un dron puede llevar cámaras sofisticadas que graben nuestros movimientos en los lugares más insospechados. El cine nos lo ha mostrado muchas veces, y es una tecnología que ya existe. Su aplicación en el «mundo civil» no está regulada; parece que el Congreso estadounidense marcará las pautas el próximo año, pero en la Unión Europea nada se habla sobre esta cuestión.

La idea generó reacciones desde Twitter, donde la cuenta de parodia @AmazonDrone sumó de inmediato miles de seguidores bajo el lema ‘aterrorizando los cielos con paquetes minúsculos de cosas’, hasta el Senado de Estados Unidos, donde está prevista una audiencia en 2014 sobre el impacto de los drones en la vida civil. «Los planes de Amazon para usar drones para la entrega de paquetes son solo un ejemplo del potencial que ofrece esta tecnología a los consumidores, y un reflejo de la innovación de los negocios estadounidenses», dijo a la cadena Fox News el senador demócrata Jay Rockefeller, que preside el comité de Comercio, donde tendrá lugar la audiencia.

«Solo tenemos que asegurarnos de que estas aeronaves cumplen estándares rigurosos de seguridad y privacidad», agregó el legislador demócrata.


Así funcionaría el prototipo de Amazon.

Pero otras voces de su propio partido ya han levantado la voz con mucha más prevención: el senador Ed Markey anunció que planea presentar un proyecto de ley para que la FAA exija a los operadores de drones ser transparentes sobre el tipo de datos que recolectan, para evitar que recopilen en secreto imágenes de residencias o clientes. «Antes de que los drones empiecen a entregar paquetes, necesitamos que la FAA entregue protecciones de privacidad al pueblo estadounidense», dijo en un comunicado Markey, cuyo proyecto estará acompañado por uno similar impulsado en la Cámara Baja por el también demócrata Pete Welch.

Existe una máxima en la política internacional que dice que cuando el gran público empieza a conocer algo que parece casi de ciencia ficción es que los militares o los servicios secretos o policiales llevan ya tiempo haciéndolo o usándolo y seguramente experimentando con algo aún peor.

Es decir, en un mundo ya repleto de cámaras en todas partes, espacios públicos incluidos, la tecnología permite ya lo que el senador Ed Markey afirma que hay que evitar, que esos aparatitos no tripulados recopilen en secreto imágenes de residencias o clientes. Y si la teconología lo permite sería ingénuo pensar que no se está utilizando.

La cuestión es si queremos un mundo donde todo se grabe, se vigile, se controle. Al menos en Estados Unidos este debate se está produciendo (tanto en cada Estado com oa nivel federal), pero la Unión Europea, como en tantas otras cosas desarrolladas primero en EEUU, va con retraso en esta cuestión.

La Agencia Federal de Aviación de EEUU decidió en 2007 que los drones no deberían emplearse para usos comerciales, pero está previsto que emita nuevas regulaciones al respecto en 2014. «Tecnológicamente, (la idea de Amazon) es posible. La pregunta es: ¿es segura?», declaró a la revista ‘Politico’ el presidente de la asociación comercial estadounidense para Sistemas Vehiculares No Tripulados, Mike Toscano.

Otros críticos apuntan a la dificultad práctica y logística de llevar los aparatos aéreos controlados por GPS y capaces de transportar paquetes de hasta 2,3 kilogramos y un radio de alcance de 16 kilómetros (el 86% de los envíos de Amazon entra en estos parámetros de peso y distancia) en treinta minutos hasta los patios traseros o puertas de entrada de cada consumidor. «Hay que pensar en el entorno urbano en el que operan Amazon y otras empresas de mensajería. Edificios altos, vehículos, peatones», señaló George Novak, un representante de la Asociación de Industrias Aeronáuticas. ¿Cómo los depositarían? ¿Con una llamada o un toque en la puerta? Al respecto circulan ya en la red y en no pocos medios de comunicación algunas tiras cómicas que muestran cómo el dron en cuestión lanza un misil a la casa del comprador para anunciarle la llegada de su paquete.

Pero tranquilos, la mayoría de las propuestas legislativas que se están planteando en al menos treinta estados de EEUU (que tienen capacidad de regulación sobre esta cuestión) sitúan en su primer punto, al menos, la prohibición de que esos diminutos aparatos «estén equipados con armas». Todo un respiro (el lector sabrá captar la ironía).

Algunos de esos proyectos contemplan también la prohibición de que las compañías que utilicen estos aparatos para cualquier tipo de «servicio civil» puedan retene o usar datos privados para cualquier propósito. Es bien sabido que cualquier legislación de este tipo tiene demasiadas puertas traseras.

También la posibilidad de que los drones sean pirateados para facilitar el robo de los paquetes o de los propios artefactos es señalada por muchos analistas. A Chris Calabrese, asesor legal de la organización Unión Estadounidense de Libertades Civiles, le preocupa sobre todo el impacto que tendrá la idea una vez que otras compañías empiecen a copiarla.

«El efecto será que esta nueva tecnología se hará más barata, más ubicua, y de pronto muchas otras entidades más pequeñas van a subirse al tren».

A todo ello se suma que Google y otras empresas están desarrollando ya aplicaciones y aparatos para fotografiar y grabar todo lo imaginable desde un coche, un satélite o unas gafas, con las innumerables dudas y recelos que ello suscita.

Infinidad de posibles usos

El posible uso de aparatos robóticos de mayor o menor tamaño es casi infinito, aunque casi siempre priman las posibilidades que ofrecen para espiar y vigilar, desde fronteras a la vida cotidiana. Esto ya está sucediendo. Obviamente, casi como cualquier otra tecnología, los octocópteros (como también se conoce a estos aparatos aéreos) también podrían ofrecer utilizaciones mucho más positivas, desde labores de ayuda humanitaria, localización de montañeros perdidos y vigilancia de incendios hasta localización de minas, cartografía, mediciones meteorológicas o protección ambiental.

Si la Agencia Federal de Aviación de EEUU abre en 2015 el espacio aéreo a esta tecnología, 7.500 drones podrían surcar los cielos ese mismo año.

Avanzamos hacia un mundo de robots (soldados, limpiadores, cualquier cosa), aparatos «inteligentes» capaces de operar con autonomía, con todo tipo de sistemas de visión y seguimiento, una pesadilla vestida de sueño. El mundo de los drones no es ya exclusivo de los militares (el Pentágono tiene unos 11.000 y al menos otros 50 estados, incluidos España y Francia, cuentan con aparatos semejantes) o de los aficionados al aeromodelismo. Más de mil empresas, muchas de ellas subcontratas del Pentágono y otros ejércitos del mundo, trabajan con drones. Y son cada vez más los departamentos de Policía de EEUU que solicitan esta tecnología. Pese a las dudas y rechazos que suscita, el potencial económico de este sector es enorme y su desarrollo parece imparable. Otro invento que parece estar escapándose de nuestras manos.