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Kutxabank: Los empresarios deben decir «no»

En opinión de EKAI Center, los empresarios vascos no deberían permanecer silenciosos. El gravísimo riesgo que esta propuesta supone para el tejido económico vasco debería ser puesto de relieve y transmitido a nuestros responsables políticos antes de que sea demasiado tarde.

Mario Fernández, presidente de Kutxabank. (ARGAZKI PRESS)
Mario Fernández, presidente de Kutxabank. (ARGAZKI PRESS)

A pesar de lo que en algunos círculos se está haciendo creer, las cajas no son una figura del pasado. Al contrario, los países que defienden su tejido productivo saben perfectamente que el futuro del mismo depende de disponer de un sector financiero fuerte y enraizado en el tejido socioeconómico.

Tanto las cajas de ahorros como las cooperativas de crédito se engloban en estos países dentro del concepto de «entidades financieras enraizadas». No son en absoluto restos del pasado, sino el resultado de una apuesta colectiva, social, económica y política, por un sistema financiero «enraizado», como base necesaria para el desarrollo socioeconómico a medio plazo.

No es casualidad que sean precisamente los países que han defendido su industria, que han defendido su economía real, aquellos que han defendido este carácter de su sistema financiero, asegurando que un peso mayoritario del mismo se mantiene en cooperativas de crédito o cajas de ahorros.

Las pequeñas y medianas empresas de estos países son en buena parte financiadas por estas entidades financieras «enraizadas», con cuotas de mercado superiores a las de la competencia. Son perfectamente conscientes de la importancia que la titularidad de las entidades financieras tiene para su mayor o menor compromiso con el entorno, para su mayor o menor compromiso con la industria y con la economía real. Evidentemente, estas diferencias no siempre son fáciles de delimitar en el día a día o ante casos concretos, pero son evidentes en el medio y largo plazo y en las grandes cifras. Apuestan por el tejido socio-económico, apuestan por la economía real de una forma más clara que la banca privada.

Todos estos países «centrales» admiten una cuota de mercado -minoritaria- de la banca privada, pero conocen muy bien los riesgos de descapitalización, de desvío de capital hacia inversiones especulativas, de desincentivación de las inversiones productivas, de reducción de la financiación de las pymes, de dependencia de agentes económicos externos, etc. que supone dejar en manos exclusivamente de la banca privada una cuota sustancial del sistema bancario.

La bancarización de las cajas vascas es un punto de inflexión, cuyos efectos en el tejido productivo, naturalmente, no se percibirán el primer día. Pero esta decisión sí es el inicio de una progresiva pérdida del control de estas entidades, de una deriva -prácticamente inevitable- hacia el desenraizamiento progresivo a medio o largo plazo y hacia la desaparición también progresiva del compromiso de estas entidades con nuestras pymes y nuestra estructura económica.

El sector financiero es la base de la actividad económica y sólo un sector financiero enraizado permitirá mantener el desarrollo productivo del País Vasco y evitar que, como ha sucedido en otros ámbitos geográficos, los recursos financieros se dilapiden en actividades especulativas. Es cierto que algunas, muy pocas, grandes empresas, pueden obtener una determinada rentabilidad de la estrategia de bancarización de las cajas vascas y acceso al mercado de capitales. Pero el caso del 99,9% es exactamente el contrario.

Si algo se ha hecho bien en este país durante las últimas décadas, ha sido precisamente el esfuerzo de mantenimiento de nuestra capacidad productiva industrial, defendiéndolo frente a las tentaciones de desmantelamiento o de relajación en las que han caído los países que se han dejado llevar por la deriva especulativa.

No tendría ningún sentido que ahora, después de tantas décadas de esfuerzo, de un día para otro, y por oscuros intereses personales o de grupo, se diera un giro de 180 grados a esta estrategia de desarrollo productivo, para desenraizar las bases de nuestro sistema financiero, que no son otra cosa sino las bases de nuestro sistema económico. Aún más sorprendente es esta propuesta de bancarización de las cajas en el contexto de las políticas anti-crisis. Los empresarios no deberían tolerar que, en el momento álgido de la crisis, se adopte una medida estructural en dirección exactamente contraria a la lógica y a lo que todos los países están intentando. En efecto, si hay algún consenso entre las políticas económicas anticrisis occidentales, es el de la necesidad de asegurar una reorientación de los sistemas financieros desde la inversión especulativa hacia la economía real.

No es tolerable que, justo en este momento, nuestro país adopte una decisión estratégica exactamente en sentido contrario : una decisión de desenraizamiento de la base de nuestro sistema financiero para poner nuestras estructuras financieras -y el núcleo básico de nuestros recursos financieros- al servicio de «oportunidades estratégicas» de inversión financiera en otros entornos, que se sustituya la estrategia de compromiso de las cajas con el tejido socio-económico del país por una estrategia de expansión geográfica del sector financiero. No es tolerable por la sociedad vasca, ni es tolerable, muy especialmente, por los empresarios vascos. Las organizaciones empresariales deberían ser lo suficientemente valientes para enfrentarse a esta situación con la rapidez y eficacia necesarias.

Este es uno de esos momentos en los que -a la vez con toda la prudencia, pero también con toda la contundencia necesaria- es necesario hacer frente a determinados posicionamientos políticos por el futuro del país y por el futuro de nuestro tejido productivo. Este es un momento clave para las organizaciones empresariales de este país. Es el momento de dejar claro que no sólo las empresas individualmente consideradas sino también las organizaciones que las representan apuestan -y van a seguir apostando- por el desarrollo productivo, por la economía real, por el desarrollo de nuestro tejido socioeconómico.