Gotzon ARANBURU
IRUN

Ezezagunok Elkartea

Romeo y Julieta, Lucrecia y Paris, Teobaldo y Mercucio… personajes conocidos de la historia de amor más clásica. Quien más quien menos, todo el mundo los ha visto en un teatro o en la pantalla de televisión encarnados en estrellas de la interpretación. Pero 600 privilegiados hemos disfrutado de una peculiar versión de esta obra teatral, no solo por lo original de la adaptación sino porque han sido actores y actrices con disminución intelectual los que la han representado magníficamente en Amaia Kultur Zentroa de Irun, con el patio de butacas lleno hasta la bandera.

Un momento de la representación de ‘La verdadera historia de Romeo y Julieta’ en Amaia Kultur Zentroa de Irun. (Gotzon ARANBURU)
Un momento de la representación de ‘La verdadera historia de Romeo y Julieta’ en Amaia Kultur Zentroa de Irun. (Gotzon ARANBURU)

Es una jornada intensa para Ezezagunok - Los Desconocidos Antzerki Elkartea, como lo es siempre para las compañías teatrales el día del estreno. Hay nervios, búsqueda frenética de alguna pieza de atrezzo desaparecida, últimos ajustes… De cualquier forma, el buen humor reina en los camerinos, donde Miren Etxeberria y Ana Pérez, directoras artísticas junto a Luisma Moreno, terminan de vestir y maquillar a actores y actrices: «¡Dios mío, cómo te ha crecido la barba! Y qué piernas de futbolista… Esto no hay maquillaje que lo disimule» exclama Miren, bromeando. Ana busca una peluca rosa que falta, y los imperdibles que han de sujetar una toquilla. En apenas una hora, Jon, Sergio, Haritz, Nekane, Idurre, Miguel, Naiara… han pasado a ser Montescos y Capuletos, algunos más clásicos y otros más modernos.

Lejos quedaron, afortunadamente, los tiempos en que los discapacitados síquicos veían reducido su espacio vital al hogar, burbuja protectora pero aislante del resto de la sociedad. Su incorporación al mundo del trabajo, por ejemplo, es una realidad consolidada, pero en otros ámbitos queda aún mucho por hacer. Es el caso del tiempo libre, de su disfrute del ocio.

Hay experiencias que ya llevan completado un importante recorrido en este ámbito, caso de Verdini Dantza Taldea, fundado en Donostia en 1992, y que trabaja principalmente con niños. En el caso de Ezezagunok su ámbito son los discapacitados adultos. Se busca favorecer la relación y la comunicación de estas personas fuera de su ámbito familiar o laboral, mediante una actividad de tiempo libre y educativa como es el teatro. Montar y representar una obra teatral no es lo mismo que quedar para tomar un café o dar un paseo; exige otra implicación, otra disposición, hay que memorizar textos, ensayar diálogos, aprender técnicas expresivas, controlar los nervios… y esperar que al final un rotundo aplauso premie el trabajo realizado. En cualquier caso, en campos como el lenguaje y la expresión oral, el enriquecimiento es palpable tras un periodo de trabajo sobre las tablas.

Al escenario. Es la hora del ensayo general en el Amaia, la última ocasión para pulir todos los detalles y corregir lo que haga falta. Actores y actrices comprueban sus marcas de posición en el escenario, repasan el guión y bromean para liberar tensión. El decorado es sencillo, pero está bien pensado, pues consiste en bloques de cartón piedra que imitan arcos y columnas, lo suficientemente anchos como para que Miren se camufle detrás y haga de apuntadora durante la representación. A cualquiera se le puede olvidar una frase y ahí entra en juego la apuntadora, guión en mano.

El trabajo es exigente. Hay que controlar las luces, las marcas, la salida coordinada desde los laterales y otros muchos aspectos. «Si te sales de las marcas hacia fuera no te van a ver los espectadores, porque el foco no alumbra esa parte» explica el técnico de iluminación a una actriz que tiende a desplazarse a un lateral. Pero sin duda lo que más problemas presenta es una canción que hay que entonar a coro, aunque con los atinados consejos del técnico de sonido finalmente se encuentra el tono adecuado para que suene perfecta y el chorro de voz de Aritz García (cura de Verona) no tape las de los demás actores.

Estimulación y crecimiento personal

A las ocho de la tarde se alzará el telón para la representación de ‘La verdadera historia de Romeo y Julieta’, un texto de Antonio Muñoz y Olga Margallo basado en la obra de Shakespeare y adaptado por Miren Etxeberria. La historia de esta representación tan especial viene de atrás, concretamente de 2008, pues fue aquel año cuando se fundó Ezezagunok, como nos cuenta Ana Pérez. ¿El objetivo? Uno muy claro: acercar el teatro a personas en situación de discapacidad intelectual. Y es que el teatro, con sus técnicas dramáticas y de expresión, constituye una herramienta magnífica para la estimulación y crecimiento personal. Los actores y actrices de Ezezagunak trabajan los estados emocionales, el manejo de la memoria, el control de la respiración, la expresión corporal… todo lo cual redunda en beneficio de su calidad de vida.

«Lo que no queremos en ningún caso es convertir todo esto, los ensayos, las pruebas, el aprendizaje de textos… en un elemento de presión para estos chicos y chicas. Todo lo contrario, ha de ser divertido, motivador. Y que salga lo mejor posible. Creo que hemos logrado ambos objetivos» nos cuenta Ana, una mujer con muchos kilómetros en el mundo de la escena, no en vano fue una de las fundadoras del grupo Legaleón Teatro en 1986. Y desde entonces no ha parado. Es digno de admiración cómo enseñan, estimulan y bromean Ana y Miren con estos entusiastas actores y actrices. Ezezagunok cuenta ya con cinco obras representadas a lo largo de su trayectoria, en escenarios como el Teatro Beñat Etxepare de Gasteiz, el Victoria Eugenia o el Kubo Kursaal en Donostia, Itsas Etxea Auditoriuma de Hondarribia o Kultur Etxea de Bera. No faltan los premios, como el recibido en 2010 en la Muestra de Teatro Joven de Donostia por su montaje ‘El kiosko’, o su participación en galas tan importantes como la organizada en el Kursaal para celebrar el 50º aniversario de la asociación Atzegi.

La suerte ya está echada en el Amaia. El ensayo ha terminado y los actores se sientan en primera fila del patio de butacas, en penumbra, despojados de sus pelucas y vaciando un botellín de agua tras otro. Fuera diluvia, pero aquí dentro se ha sudado de lo lindo. «Nire aitak ere grabatuko du. Ondo egin det?» pregunta Haritz Hernández (Julieta). «Bai horixe, oso ondo», y es una respuesta sincera.

A las ocho menos cuarto se abren las puertas al público e inmediatamente se empieza a llenar la zona central del patio de butacas. Y en quince minutos el Amaia está lleno. Las acomodadoras se las ven y se las desean para encontrar un hueco a una pareja que ha llegado con las luces ya apagadas. Casi cada intervención de los actores y actrices es coronada por una carcajada general de los espectadores. Prácticamente lo primero que se oye en el escenario es «¡Yo tengo una novia en cada pueblo y en Donostia tres!», seguido de «Seguro que entre el público hay más de una que suspira por mí. ¡Pues a la cola!».

La obra estrenada hoy busca mostrar al público no solo una llamativa adaptación del clásico de Shakespeare, sino la evolución y desarrollo alcanzado por este entusiasta grupo de artistas en apenas siete años de recorrido. Y a fe que lo consigue, a juzgar por el aplauso entusiasta del patio de butacas con que culmina la representación, todo un compendio de situaciones cómicas bajo las que late el irreprimible impulso amoroso. Imposible citar aquí a todo el reparto y equipo técnico que nos ha hecho disfrutar esta noche en el teatro, pero vaya nuestro ¡bravo! para todos ellos, ya no ezezagunak sino ezagunak eta lagunak.