Gotzon Aranburu
Rocas de flysch en Mendata. (Gotzon ARANBURU)
Rocas de flysch en Mendata. (Gotzon ARANBURU)

Euskal Geoparkea

Los acantilados del Geoparque vasco atesoran, en sucesivos estratos rocosos que la erosión del mar ha dejado al descubierto, la historia geológica de los últimos 60 millones de años. Durante un paseo por los flysches, entre Mutriku y Zumaia, viajaremos a la época de los dinosaurios.

Hace 4.600 millones de años empezó a escribirse una enciclopedia, a día de hoy inédita en gran parte o parcialmente perdida. Sin embargo, algunas páginas de esta magna obra, reescrita varias veces durante este prolongado periodo de tiempo, se presentan abiertas ante nuestros ojos, si bien para leerlas hay que conocer su peculiar alfabeto. Se trata de la enciclopedia del planeta Tierra, y las páginas son las rocas de flysch que se encuentras en distintas puntos del globo: algunas de las mejor escritas las tenemos aquí mismo, a lo largo de los trece kilómetros de biblioteca geológica que abarca el Geoparque de la Costa Vasca, entre Mutriku y Zumaia.

Los acantilados del Geoparque vasco atesoran, en sucesivos estratos rocosos que la erosión del mar ha dejado al descubierto, la historia geológica de los últimos 60 millones de años. En estas páginas pétreas se encuentran las claves para comprender hitos tan importantes como la extinción de los dinosaurios, registrada al final del Cretácico, o el gran calentamiento climático del inicio del Eoceno. Más al interior, pero siempre dentro del Geoparque, la zona kárstica concentra la mayor cantidad de cavidades con restos arqueológicos de Gipuzkoa, entre las que destaca la cueva de Ekain, declarada Patrimonio de la Humanidad.

Sin embargo, un Geoparque es mucho más que un espacio de alto interés geológico. Desde luego, eso tiene que serlo, es condición imprescindible, pero además ha de existir en la zona un tejido cultural vivo y un patrimonio cultural remarcable. Las tres condiciones se cumplen en la comarca Mutriku-Deba-Zumaia y de ahí que los técnicos de la Unesco dieran su «ok» y desde noviembre de 2015 Euskal Herria cuente con su Geoparque Mundial de la Unesco. Además, una parte de la franja litoral, concretamente 4.300 hectáreas comprendidas en los ocho kilómetros entre Haitzandi (Deba) y Haitzabal (Zumaia), ha sido declarada por el Gobierno de Lakua biotopo protegido, lo que conlleva asegurar la protección del patrimonio geológico y la gestión correcta del paisaje litoral, evitando su degradación al tiempo que se mantienen los usos tradicionales del mar y la tierra.

El Geoparque vasco es uno de los 69 con que cuenta Europa, repartidos en 23 países. Hasta el próximo domingo se celebra simultáneamente en todos ellos la Semana del Geoparque, bajo el lema ‘Geoparkeko baleazaleak’. Una de las actividades comprendidas en la semana es la proyección del documental ‘Euskal baleazaleen triskantza’, basada en la matanza de balleneros vascos en Islandia ocurrida en 1615. Pues bien, acaba de salir a a luz un resto arqueológico sumamente interesante, gracias a las excavaciones llevadas a cabo por el grupo Suhar en la ladera de Mendata, en el litoral Deba-Zumaia y muy cerca de Itziar.

Se trata de una atalaya construida con piedra y bastante bien conservada, cuyo entorno se adecenta estos días para que pueda ser visitada. Una empinada cuesta que parte de la ensenada de Sakoneta nos lleva hasta la atalaya, desde la que se disfruta de una vista impresionante sobre los acantilados y el mar; lo que ahora es un punto de interés histórico y cultural fue hace cinco siglos un puesto de observación desde el que los avezados vigías vascos oteaban el Cantábrico y avisaban a las poblaciones cercanas en cuanto avistaban una ballena, para que se iniciara su arriesgada caza.

Como se ha dicho más arriba, la Unesco valora especialmente que los municipios comprendidos en los geoparques desarrollen actividades culturales y turísticas relacionadas con los mismos. Salidas en barco, visitas guiadas, conferencias… se ofrecen estos días en las tres localidades citadas. Es el caso de la inauguración del nuevo centro de interpretación de Lastur, en el que se pondrá en valor el «geoparque interior», representado ante todo por los valles de Olatz y Lastur con el karst como protagonista principal.

Como explica Leire Barriuso, gerente de Euskal Kostaldeko Geoparkea, esta característica del terreno hace que la comarca sea especialmente rica en cavidades, habitadas por los primitivos moradores vascos, que dejaron en ellas huellas imborrables en forma de pinturas y objetos tallados, caso de las tan conocidas y valoradas cuevas de Ekain –que en palabras de André Leroi-Gourhan contiene «el conjunto de caballos más perfecto de todo el Arte Cuaternario»– y Praileaitz, a las que se acaba de añadir ahora al conocimiento público la de Atxurra, ya en Berriatua. Por cierto, estalagmitas –abiertas en sección para observar sus anillos de crecimiento– y réplicas de las piezas descubiertas en Praileaitz se pueden contemplar en Geopark Corner de Deba.

Mutriku, destino obligado

Volviendo de nuevo a la costa, Mutriku es otro de los destinos obligados para el visitante del Geoparque. Cuna de insignes navegantes e íntimamente unida al mar desde hace siglos, tanto en lo económico como lo cultural y lo afectivo, Mutriku ofrece, entre otros atractivos, el centro de interpretación geológica Nautilus. Como reza un panel en su interior, en esta sala y taller se puede ver y palpar «cómo era la vida hace 110 millones de años, un tiempo en que los dinosaurios dominaban la tierra y los ammonites eran los reyes del mar». El mérito corresponde a Jesús Mari Narváez, que durante 30 años ha dedicado su tiempo libre a explorar la costa y descubrir estos fósiles marinos, muchos de gran tamaño, que una vez limpios se muestran al visitante en Nautilus.

Sin salir de la localidad, uno de los muchos edificios destacables por su nobleza arquitectónica, el palacio Zabiel, acoge la exposición fotográfica ‘Itsas hondoen bizilagunak’, en la que la fauna submarina de la costa vasca salta a nuestros ojos llena de color. El trabajo de Olarru-Sub de Zumaia y Ur Bizi de Elgoibar captando estas imágenes encaja de lleno en la filosofía del Geoparque: patrimonio natural puesto en valor por los propios habitantes del territorio.

En este punto es pertinente recordar que la designación de Geoparque de la Unesco no tiene carácter perpetuo. Como en el deporte, lo más difícil no es llegar a lo más alto, sino mantenerse allí. Cada cuatro años el organismo de la ONU reexamina mediante sus propios técnicos las condiciones en que se encuentra el Geoparque, comprueba si el patrimonio cultural se cuida y protege, si se desarrollan en el mismo actividades culturales y pedagógicas adecuadas, si las actividades económicas están en armonía con el entorno natural… en resumen, si sus habitantes y Administración valoran este tesoro y lo dan a conocer. De ser así, se renueva la designación por otros cuatro años. De no ser así, la Unesco saca la tarjeta amarilla: dos años para corregir lo mal hecho. Y si no se corrigen… tarjeta roja directa, ya no es Geoparque de la Unesco.

Flysch y flysch «negro»

Nuestro recorrido por el Geoparque vasco, necesariamente apresurado y resumido, no puede cerrarse sin mencionar dos grandes joyas geológicas enclavadas en los extremos del mismo: el santuario del flysch de Itzurun-Algorri en Zumaia y el sorprendente muestrario de flysch «negro» en Saturraran. En el primero, destaca el estrato de iridio, mineral muy escaso en la Tierra pero abundante en los asteroides, y cuya presencia en Zumaia, Gubbio (Italia), costa de Dinamarca… apuntaría al impacto contra la tierra de un meteorito hace 65 millones de años. Su potencia, que se calcula equivalente a cien millones de bombas atómicas, sería la responsable de la desaparición del 70% de las especies existentes en aquel momento, caso de los dinosaurios.

En el caso de Saturraran, esta roca negra de formas caprichosas que ahora palpamos es la capa más antigua del Geoparque, pues data de hace cien millones de años, de cuando los primeros movimientos de apertura del Golfo de Bizkaia.