Joseba VIVANCO

Burgos ere, euskararen alde

Cruce de caminos entre Araba, Bizkaia y Burgos, recuerdo hace años, unos cuantos, un concejal navarro que acompañó hasta el pueblo a un grupo musical salvadoreño, en plenas fiestas, y al conseguir llegar a Artziniega en aquella época sin GPS, lo primero que preguntó, así por lo bajini, es si podía hacer la presentación en euskara... no fueran a tirarle al río. Hacía seis años que la Korrika no transitaba por esta villa alavesa nombrada tal por Alfonso X El Sabio, antaño una de las puertas de entrada del comercio de la meseta castellana hacia la costa vizcaina. Llegaba Korrika casi siempre con nocturnidad, y casi siempre, como ayer, recorriendo –y comprando Artziniega– los cuatro kilómetros que van o vienen desde Balmaseda y pisan territorio burgalés, los únicos al paso de esta edición de la Korrika... porque Trebiñu Araba da. Tiempos en que la Guardia Civil se encargaba de custodiar el testigo en esos cuatro kilómetros entre Bizkaia y Araba, tiempos en que Chabeli Villanueva, hoy septuagenaria, aguardaba fiel en la muga con chocolate caliente, vino o lo que terciara para ofrecer al paso de la carrera, reponer fuerzas o entrar en calor. Ayer, por sorpresa para ella, fue agasajada en su casa, en el límite provincial, por “korrikalaris” y amigos del pueblo, recibió un peto dedicado por Asier Amondo en agradecimiento a ella y a tantos como ella que ponen su grano de arena, o su vaso de chocolate o pan con txistorra, para que Korrika reponga fuerzas a cada kilómetro. Luego, tras abrir las puertas de su txoko para ofrecer un hamaiketako de todo menos frugal –los dos representantes de AEK presentes pueden dar fe de ello–, Chabeli tomó el lekuko para, al paso, cubrir parte del kilómetro de la asociación de mujeres del pueblo, aunque ya en suelo alavés. Porque Artziniega no es Burgos, aunque hemen, Burgos ere, euskararen alde.