Ramon Sola
Terrassa

Vino la República, atacó Madrid y hierve Terrassa

A 40 minutos en tren del centro de Barcelona, Terrassa es la cuarta localidad catalana en población. Tiene dos consellers, uno preso y otro en el exilio. Y no tiene alcalde; Jordi Ballart ha roto el carnet del PSC que llevaba en el bolsillo desde los 16 años.

Protesta en Terrassa.
Protesta en Terrassa.

Todo lo ha cambiado una cosa muy simple que hoy a las 19.00 ha cruzado la plaza del Ayuntamiento, llevada en alto por un voluntario: «¡La urna del 1 de octubre!», se jalea desde la megafonía. Para entonces, los cerca de 2.000 asistentes a la concentración de protesta por los encarcelamientos de la víspera ya llevan más de cinco minutos gritando una única consigna, de apenas nueve letras: «Llibertat!».

No es exagerado decir que la ciudad (215.000 habitantes, más que Donostia o Iruñea) está patas arriba. Para empezar, el alcalde, Jordi Bassat, ha tirado la toalla; antes ya llevaba a duras penas la militancia en el PSC, el apoyo al 155 fue la última gota del vaso, y la decisión de la Audiencia Nacional lo acabó de rebasar. Hoy se ha conocido además que otros cuatro concejales del mismo grupo dimiten igual que él. El PSC tiene un problema gordo y Terrassa no es una localidad menor.

Además, dos consellers del Govern son de Terrassa, egarenses. Josep Rull está ahora en la cárcel Estremera; Lluís Puig acompaña a Puigdemont en el exilio. Sus familiares son el foco de atención esta tarde, no dejan de recibir muestras de cariño en esta concentración. Se siente una solidaridad fraternal, pero por momentos también la indignación se dispara; cuando en el comunicado se cita a PP, PSE y C’s, la plaza hierve. Luego, estalla un grito que apunta directamente al balcón del Ayuntamiento: «Fora, fora, fora la bandera española».

La protesta la ha convocado la ANC, pero como es habitual en Catalunya todo quien quiere expresarse puede hacerlo. Primero son dos jóvenes de CDR, los Comités de Defensa del Referéndum ahora rebautizados en Comités de Defensa de la República. Luego otro interviniente cita a los pueblos del Estado «que también sufren esta situación»: el primero de su lista es Euskal Herria. Los parlamentos se suceden, muy breves, apenas medio minuto. Otro joven reclama al Ayuntamiento que se adhiera a la República, pero quien le sucede opina que «eso ya lo tenemos, ya no hay que reivindicarlo, lo que hace falta ahora es ganar las elecciones».

Queda claro que Terrassa no tiene alcalde, tampoco consellers libres. Pero bulle políticamente como nunca.