Pello Guerra

El maestro Turrillas, la música popular elevada a himno

Sus melodías son la banda sonora de los sanfermines y de muchos otros eventos populares, ya que escribía «música para el disfrute del pueblo llano». Ese es el principal legado de uno de los músicos más conocidos y queridos de Nafarroa, el maestro Turrillas, cuya obra atesora el Archivo de la Música y de las Artes Escénicas del herrialde.

Retrato del maestro Manuel Turrillas.
Retrato del maestro Manuel Turrillas.

El Archivo General de Nafarroa fue escenario de una charla en la que se analizó la figura y la ingente obra de Manuel Turrillas (1905-1997) de la mano del investigador y músico de La Pamplonesa, Roberto Casado, y de uno de los hijos del maestro, José Luis Turrillas.

Casado recordó que Manuel Turrillas nació el 1 de enero de 1905 en Barasoain, donde se inició en el mundo del solfeo de la mano de su padre y del organista del pueblo. Con 14 años ya compuso sus primeras piezas, que «lamentablemente no se han localizado».

En 1925 se trasladó a Iruñea, donde estudió en la entonces escuela municipal de música, predecesora del actual Conservatorio. Tres años más tarde entró en La Pamplonesa como ‘educando’, es decir, becario, y donde empezaría a completar su formación musical. La Guerra del 36 supuso un paréntesis, ya que la banda de Iruñea cesó su actividad, aunque Turrillas siguió cultivando su pasión por la música.

Para entonces, ya había empezado a componer algunas de las obras por las que es especialmente reconocido: los himnos de las Peñas de Iruñea. En 1931 había compuesto el primero de ellos, el de la peña La Veleta, muchos de cuyos miembros serían ejecutados durante la represión franquista. En 1934 compuso el de La Única y sucesivamente sería el autor del himno de doce de las 16 Peñas actuales. Incluso es posible que participara en la creación del himno de Los de Bronce.



En 1943 consiguió por oposición la plaza de clarinete primero de La Pamplonesa, en la que tocó hasta su retirada en 1978, y donde fue uno de sus referentes, ya que Don Manuel, como le llamaban en la banda, se había convertido en «el máximo exponente de la música popular en Navarra», señaló Casado.

¿Cuál había sido la formula de su éxito? Según Casado, en el terreno más musical, en su habilidad para mezclar estilos como «el pasacalles de la Ribera y la biribilketa de la montaña». Y en el de las letras, que también componía él, al «ironizar sobre aspectos cotidianos de la época», señaló su hijo José Luis, quien recordó cómo el maestro decía que para inspirarse era muy importante «estar en las Peñas para oír las burradas que dicen».

Este último recordó la capacidad de su padre para acometer esa tarea creativa, ya que «componía en cualquier lugar. Llevaba encima un lápiz y escribía en el primer papel que pillaba, que podía ser una servilleta de un bar o incluso un sobre».

Su hijo José Luis y su nieta Alicia destacaron tanto su capacidad de trabajo como su talento innato para la música. Además del clarinete, el maestro Turrillas dominaba otros instrumentos, como saxofón, violín, guitarra, bandurria o el acordeón, que llegaba a tocar «conmigo subida a sus hombros», recordó Alicia.

Su nieta también atesora la estampa del maestro Turrillas «escribiendo música durante horas en el rincón del salón» de su vivienda en la calle Santo Domingo, lo que le habría permitido escribir «más de 15.000 partituras» y componer centenares de canciones y hacer adaptaciones de cerca de mil.

Una labor por la que «no cobraba, ya que decía ‘Qué voy a cobrar, esto es para que la gente disfrute’». Una forma de pensar que guiaba todo su trabajo y que José Luis resumió en que Turrillas componía «música para que disfrute el pueblo llano. Él buscaba que la música fuera una diversión sana para los jóvenes». Y desde luego, varias generaciones han bailado al son de unas melodías que, como resumió Casado, «son sencillas y se nos quedan fácilmente en la cabeza».