Cristina Yuste

Geoparques: donde las piedras hablan

La historia de la tierra está escrita en las piedras y se puede leer el tiempo en el paisaje. Asier Hilario, director científico del Geoparque de la Costa Vasca, nos explica la perspectiva desde la que debemos acercarnos a estos enclaves.

Zumaiako irudia.
Zumaiako irudia.

Las piedras son las páginas escritas del libro de la historia de la Tierra, auténtica clave para comprender 4.500 millones de años y episodios como la extinción de los dinosaurios o los cambios climáticos pero su interpretación exige entender su particular lenguaje, una virtud exclusiva de los geólogos.

La Red Mundial de Geoparques de la Unesco está formada por 140 sitios de 38 países. Uno de ellos es el Geoparque de la Costa Vasca que abarca una extensión de casi 90 kilómetros cuadrados pertenecientes a las localidades guipuzcoanas de Deba, Zumaia y Mutriku y con una población aproximada de 19.700 habitantes.

El Geoparque de la Costa Vasca puede dividirse en dos zonas: la costera, que se caracteriza por los espectaculares acantilados que conforman el Flysch (y que cada año atraen a una gran cantidad de visitantes), y la del interior, la zona kárstica, en la que se concentra la mayor cantidad de cavidades de todo el territorio guipuzcoano. Entre todas ellas, merece especial mención la cueva de Ekain (Deba), declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2008 y que cuenta con una réplica visitable –Ekainberri– en Zestoa. Las dos zonas están claramente diferenciadas, tanto por su geología como por sus características culturales y paisajísticas.

Entender el paisaje, la tierra

Asier Hilario es geólogo y director científico del Geoparque de la Costa Vasca. En su opinión, es fundamental que las gentes de estos lugares tan peculiares «entiendan su paisaje, su tierra, de una manera diferente y se sientan orgullosas», y por eso «cada vez que vengo y lo consigo transmitir me doy cuenta de que haber elegido ser geólogo y trabajar en un lugar así ha sido la mejor decisión de mi vida».

Asegura que «las piedras hablan si se les sabe preguntar», pero también hay que saber escuchar lo que cuentan «con humildad » y admitir que en una historia de 4.500 millones de años «nosotros formamos parte del último minuto».

Reivindica su vocación filosófica más que científica y reconoce que las piedras le ayudan a «relativizar» muchas cosas del día a día al recordarle que en este planeta «han sucedido muchas cosas antes de llegar nosotros », que la historia «es mucho más larga que lo que estamos acostumbrados a manejar» y que el planeta «funciona desde mucho antes de que llegáramos ».

Lo que más valora de trabajar en este entorno es «la posibilidad de viajar en el tiempo y poder comunicarlo a mucha gente », porque la finalidad de los geoparques es la divulgación; «cuando alguien se sorprende, ahí está la llave del éxito»

«No queremos solo que la gente visite un paisaje bonito, queremos que cuando vuelvan a casa piensen que han estado en un lugar espectacular y que le han contado una historia que nunca antes se habrían imaginado», señala.

Y reivindica un turismo de calidad que se pueda sostener en el tiempo «sin matar a la gallina de los huevos de oro», algo que está en manos «de todos los que reciben y atienden a los visitantes, no solo de los que estamos detrás del proyecto».

Paisaje en su integridad

El geoturismo es «entender un paisaje en su integridad, la A, la B y la C, entender la parte abiótica o cómo las rocas y la historia han conformado esos relieves, entender cómo esa parte condiciona la B, que es la parte biótica, y cómo ambas condicionan la C, que es la parte cultural».

Lamenta que la geología sea una de las grandes desconocidas ,de las ciencias naturales aunque recuerda que algunos de los lugares más visitados del mundo son «eminentemente geológicos », como Ordesa, el Gran Cañón del Colorado o el Perito Moreno.

«Aunque la gente no es consciente, hay un interés real por los grandes paisajes geológicos, lo que falta es verlos con otros ojos, con otros puntos de vista, desde la cuarta dimensión, que no es otra que la que nos permite entender qué hay detrás de eso que hace tan particular lo que vemos», asegura.

«Cuando cuentas a los visitantes que estas capas –las del flysch– se formaron en el fondo marino, a unos mil metros de profundidad, y que cuando chocó la península Ibérica con el continente europeo y se levantaron los Pirineos también se levantaron esos fondos, estás descubriendo a la gente un mundo absolutamente nuevo», asevera.

Asier Hilario se esfuerza a diario por entender «aunque únicamente sea un poco» la secuencia de paisajes que han precedido al que tiene delante de sus ojos; «me resulta excitante y me siento realizado cuando consigo comprender una pequeña parte de lo que hay detrás de todo esto y, sobre todo, cuando consigo que la gente se ponga las gafas del geólogo y me diga: ostras, eso no se me había ocurrido nunca».