La compañía estatal Aramco ha anunciado su próxima salida a la Bolsa de Riad (Tadawul) horas después de que la Autoridad de Mercados de Capital saudí diera el visto bueno. «Este es un día muy importante para el Reino», ha señalado su director ejecutivo, Amin al Naser, quien ha asegurado que por ahora solo saldrá a la Bolsa de Riad, pero ha deslizado que «otros asuntos futuros serán anunciados pronto».
Amin al Naser ha indicado también que «la compañía no espera que la consecuencia del ataque –con misiles balísticos y drones, reivindicado por los rebeldes hutíes– suponga un impacto material en su negocio, en su situación financiera y en el resultado de sus operaciones».
La firma Aramco fue fundada tras un pacto entre Arabia Saudí y Standard Oil Company de California en 1933, que más tarde tomó el nombre de Chevron. Entre 1973 y 1980, Arabia Saudí compró toda la compañía y la convirtió en una firma energética global que expandió sus activos e instalaciones de refinado por EEUU, Corea del Sur, China, Indonesia, Japón y Europa.
Con las segundas reservas de petróleo más grandes del mundo tras Venezuela y el segundo productor más grande tras EEUU, Arabia Saudí tiene el monopolio de todo su crudo. Un petróleo que está cerca de la superficie y tiene los costos más bajos de extracción, lo que le permite maximizar la diferencia del precio del barril.
Riesgo de comprar acciones
Pero comprar sus acciones tiene riesgos grandes y no solo por que Aramco sea un brazo del Estado saudí. La compañía tiene un control limitado sobre la política de producción, que es una parte fundamental de la gestión de Arabia Saudí en la OPEP.
Además de las guerras de la región, nadie sabe por dónde van a ir las nuevas tecnologías de la energía, qué dará de sí el plan Vision 2030, cómo cambiará la conciencia ecológica global. De hecho, muchos de los fondos de inversión están desinvintiendo en activos de energías fósiles.