Dabid Lazkanoiturburu

Arranca la próxima madrugada la parada de la central nuclear más vieja del Estado francés

A primera hora de la madrugada del sábado se procederá al cierre del primer reactor de la planta de Fessenheim, con lo que comenzará el desmantelamiento de la más antigua central nuclear francesa.

La central nuclear de Fessenheim, en Alsacia, comenzó a operar en 1977. (Sebastien BOZON-AFP)
La central nuclear de Fessenheim, en Alsacia, comenzó a operar en 1977. (Sebastien BOZON-AFP)

La central nuclear de Fessenheim, la más antigua del Estado francés, comenzará a quedar fuera de servicio esta noche con el cierre del primer reactor, en virtud de un decreto publicado esta semana, y que da luz verde al comienzo de un proceso desmantelamiento que proseguirá hasta por lo menos 2040.

Decenios de lucha ecologista contra su explotación, que cobraron impulso tras la catástrofe nuclear de Fukushima, dan su fruto. Por contra, operarios de la central y electos locales critican el cierre y alertan de sus derivadas económicas para la zona.

La planta de Fessenheim, en funcionamiento desde 1977, ha provocado numerosas movilizaciones de protesta y huelgas de hambre de sectores ecologistas y preocupados por el medio ambiente. En 2011, el entonces presidente socialista, François Hollande, prometió cerrarla.

El reactor número uno de la planta parará a las 2H30 (1H30 GMT) del sábado y el número dos, el 30 de junio.

La parada gradual del reactor de agua a presión de 900 megavatios comenzará hoy mismo por la noche. La evacuación del combustible usado se llevará a cabo antes del verano de 2023. El desmantelamiento propiamente dicho, inédito en la historia al tratarse de la primera central nuclear que se clausura en el Estado francés, arrancará en 2025 y no terminará hasta 2040, como muy pronto.

La oficina del primer ministro, Edouard Philippe, anunció que el cierre de la central nuclear de Fessenheim, situada en Alsacia y a tiro de piedra de la frontera alemana, «es un primer paso en la estrategia energética de Francia, que busca un reequilibrio progresivo» entre los distintos tipos de energía, con una disminución progresiva del peso de la nuclear –actualmente del 70%, mayor que ningún otro país del mundo–,  y un aumento de la electricidad de origen renovable.

Doce reactores suplementarios, sobre los 58 actualmente operativos en el Estado francés, deben ser puestos fuera de funcionamiento de aquí a 2035, pero ello no va a conducir a desmantelamientos completos como el de Fessenheim

Celebración ecologista, no triunfo

Las asociaciones de defensa del Medio Ambiente, que llevan decenios luchando por el cierre de la central nuclear, lucha que intensificaron tras la catástrofe nuclear de Fukushima en 2011, ofrecerán mañana una rueda de prensa en la localidad de Colmar, que alberga las instalaciones.

Luego se concentrarán en el centro de Estrasburgo, a donde acudirá asimismo la asociación ecologista alemana Bund. Este grupo ha anunciado que descorcharán Sekt, un vino espumoso alemán, pero que no lo harán antes del cierre del segundo reactor el 30 de junio. «La parada de esta central moribunda es motivo de celebración transfronteriza, pero no un motivo de triunfo» ha señalado la asociación germana, para recordar que el combustible radiactivo seguirá presente durante muchos años.

Reticencias de trabajadores y vecinos

Algunos trabajadores de la central han amenazado con desobedecer y no aplicar los procedimientos de parada del reactor, en el que participará un equipo-retén de entre 10 y 15 operarios. Fuentes sindicales de la  empresa han asegurado que «para todo el personal, proceder a desacoplar definitivamente el reactor será una de las cosas más difíciles de su vida» y se han negado a valorar la negativa «personal» de algunos de ellos a participar.

Otros trabajadores han señalado que una iniciativa de ese tipo sería «impensable (…) Es una cuestión de honor y el trabajo se hará como se debe de hacer. Todo el mundo obedecerá las órdenes», ha señalado un asalariado.

El diputado de derecha (LR) del Alto-Rhin Raphael Schellenberger ha pedido «perdón» a los trabajadores de la central «por esta decisión irresponsable de la que sois las primeras víctimas».

La ministra de Transición Ecológica, Elisabeth Borne, ha asegurado en una visita al Departamento que no habrá ninguna pérdida de empleo.

Un grupo de electos locales izará una bandera al pie de la central para reclamar que el Estado no abandone a un territorio que se ha beneficiado durante 40 años de los impuestos pagados por EDF, propietaria de la central. Temen que cientos de familias se queden sin esos ingresos.

En la pequeña comuna, de menos de 2.500 habitantes, la iluminación pública se apagará durante toda la noche por razón de la desconexión del reactor a la red eléctrica nacional. El alcalde, Claude Brender, ha aprovechado esa circunstancia para hacer un juego de palabras asegurando que «la negra oscuridad» simbolizará un territorio «al que ya no llegarán destellos de esperanza».