Iñaki Vigor

Garaño, el mayor y más antiguo de los castillos de Iruñerria

Tras años de rehabilitación, el castillo de Garaño va recuperando el aspecto que tenía antes de la conquista del Reino de Nafarroa por las tropas de Castilla. Ubicado en Ollaran, controlando el paso natural de Oskia, es el mayor y más antiguo de los castillos de Iruñerria.

Los trabajos de rehabilitación han durado años.
Los trabajos de rehabilitación han durado años.

Cuando hace once años visitamos el cerro de Garaño, apenas quedaban a la vista unas cuantas piedras del castillo y un pequeño hueco en su parte más elevada. Era un montículo cubierto de maleza y arbolado, y la torre estaba desaparecida. «La habían destruido tan a conciencia que no quedaban ni los cimientos de lo que era la sillería», constata Iñaki Sagredo, director del equipo de arqueólogos que trabaja en la recuperación de este y otros castillos navarros.

Las labores de reconstrucción se iniciaron en 2010, con el apoyo del Ayuntamiento de Ollaran, de los vecinos de la zona y de la Mancomunidad de Iruñerria. Los primeros años se dedicaron sobre todo a limpiar la zona y a subir materiales con mulos, porque las empinadas laderas del cerro dificultan la utilización de maquinaria. «Eso ralentiza mucho el trabajo, porque lo tenemos que hacer todo de forma manual», explica Sagredo.  
 
Ahora, tras una década de rehabilitación, esta fortaleza va recuperando poco a poco su forma original y comienza a mostrar su amplitud y la gran entidad que tuvo antes de la conquista. En la reconstrucción se han utilizado exclusivamente piedras del propio yacimiento, lo que le da un valor añadido. «Las piedras buenas las subimos como podemos, pero son muy pesadas y cuesta mucho. Se desbastan, se limpian de líquenes y suciedad y se van colocando una a una. La torre la hemos tenido que hacer entera», destaca Sagredo.  

El panel informativo situado junto a la zona ya reconstruida muestra las grandes dimensiones del castillo de Garaño. Sus 2.700 metros cuadrados de superficie útil superan claramente a la de otros castillos cercanos, como Tiebas (1.100 metros cuadrados) o Irulegi (620 metros cuadrados), lo que da una idea de su magnitud.

Además, la existencia de iglesias, monasterios y poblados junto al castillo de Garaño revela la importancia que tuvo este lugar durante las primeras etapas del Reino de Iruñea.
 
Su torreón era de planta circular, tenía una altura aproximada de 15 metros y contaba con dos pisos. La puerta se situaba en el primer piso, a la que se accedía mediante una escalera exterior, y para la defensa contaba con un voladizo de madera en la parte superior.

El castillo también disponía de varias dependencias, un gran aljibe de planta cuadrangular, viviendas para los soldados, graneros, establo para 30 caballos, cocina, capilla y bodega.

La mítica fortaleza de Sairat Quais

En los trabajos arqueológicos se están hallando evidencias de la existencia de este castillo hace mil años. En concreto, se han descubierto indicios de lo que pudo ser la mítica fortaleza que los musulmanes llamaban Sajrat Quais, y que fue atacada en el año 924 por Abd al Rahman III.

«Estamos convencidos de que se trata de esa mítica fortificación -afirma Iñaki Sagredo-. En la Alta Edad Media esta zona tenía muchísima vida. Yo creo que en los siglos IX y X era una residencia real, como pueden ser Olite o Tiebas, y que por eso fue atacada por los musulmanes. Era una forma de destruir un lugar estratégico, al que tenían mucho cariño los reyes de Pamplona».
 
El castillo de Garaño contaba con tres cercos amurallados. El primero, situado al exterior, tenía un perímetro aproximado de 200 metros y diez torres semicirculares. El segundo se encontraba a pocos metros del primero, por lo que se creaba un paso entre ambos para facilitar la defensa, y el tercero era una muralla circular que rodeaba la torre del homenaje.

Uno de los objetivos de los arqueólogos es poder distinguir esas diez torres y la muralla exterior, pero sobre todo quieren sacar a la luz la iglesia y conocer en qué época fue construida. «Eso nos aportaría datos sobre la antigüedad del castillo. Para muchos, se trata de la mítica fortaleza de Sairat Quais, pero nos falta averiguarlo. Las dataciones que hemos hecho con carbono 14 -informa Sagredo- remiten la antigüedad del castillo al siglo X, o sea que encajaría con esa teoría. Esa iglesia debió de ser muy grande, porque hasta el siglo XVI los vecinos de los pueblos de alrededor iban en romería hasta ella».
   
Además del ataque de los musulmanes, el castillo de Garaño volvió a ser atacado y conquistado en el año 1276, en esta ocasión por las tropas del rey de Francia durante la Guerra de la Navarrería, también conocida como Guerra de Navarra. Aquel ataque quedó recogido en un poema épico de Guillermo Anelier, un trovador provenzal nacido en Toulouse que participó activamente en algunas batallas. En sus versos dejó constancia de que, en los ataques a Garaño, los franceses utilizaron varios trabuquetes, una especie de catapulta que servía para lanzar piedras a gran distancia.
 
Reconstruido de nuevo, el castillo también sirvió de residencia para Lancelot, el hijo bastardo que Carlos III El Noble (1361-1425) tuvo con María Miguel Esparza. Vivió allí cuando tenía un año de edad, bajo el cuidado de la nodriza marquesa de Ostas, y tras su muerte fue enterrado en la Catedral de Iruñea.

Control del paso natural de Oskia

El castillo de Garaño se alza en un cerro de forma cónica situado en Ollaran (Valle de Ollo), entre los pueblos de Egillor, Anotz y Saldise. Desde cualquiera de ellos se puede subir a esta colina en un paseo de media hora, siguiendo el balizaje del PR NA-170 y tomando el desvío que se ha señalizado en un pequeño collado.

Viendo las empinadas laderas, parece un lugar casi inaccesible, pero las escalinatas construidas durante los trabajos de rehabilitación nos llevan en pocos minutos hasta el castillo. Desde él se domina gran parte de Ollaran y de Iruñerria, así como el estrecho paso de Oskia. Por ese desfiladero llegaron las tropas castellanas durante la conquista de 1512.

Procedentes de Gasteiz, y bajo el mando del Duque de Alba, unos 15.000 soldados avanzaron hacia Iruñea con todo tipo de artillería y fueron derribando las construcciones defensivas que encontraban a su paso para evitar posibles focos de resistencia por parte de los navarros.

Sagredo cree que, en tiempos de paz, la guarnición del castillo de Garaño sería de apenas ocho hombres. «La conquista de esta zona fue muy fácil -constata-. Se sabe que el Duque de Alba estuvo esperando en el Palacio de Arazuri la rendición de Pamplona, y es de suponer que soldados castellanos estuvieron en Garaño para prevenir un ataque por la espalda. Querían evitar que hubiera tropas de navarros alrededor de Pamplona, porque estuvieron a punto de reconquistar la ciudad». Como anécdota, apunta que la destrucción del castillo de Garaño, en 1513, fue ordenada por el capitán Pizarro, padre de Francisco Pizarro, que conquistó Perú en 1532.  

Garaño fue uno de los primeros castillos en ser derruido, pero no el primero. Los historiadores creen que antes fue destruido el castillo de Aitzita, ubicado en una peña sobre el desfiladero de Bi Aizpe, por el que discurre el río Larraun.

Desde la torre de Garaño comprobamos que este castillo tenía contacto visual con el de Aitzita y también con el de Orarregi, ubicado en la cima del monte Gaztelu. «Eso no es una casualidad. Se trata de un sistema defensivo muy antiguo, que se remonta a los primeros años de la Edad Media. Su finalidad era proteger el paso de Oskia, que es la puerta natural de la comarca de Pamplona desde el noroeste. Aitzita controlaba el paso de Larraun, Orarregi controlaba Aitzita y se comunicaba con San Miguel de Aralar, y Garaño se comunicaba con Orarregi y con el castillo de Sardea, que estaba en la peña de Ezkidi, cerca de Añezkar y Larrageta. En ese conjunto defensivo también se incluye Larunbe, donde está el monasterio de San Esteban. Se trata de lugares con un control visual espectacular, y tenían como fin proteger esa entrada norte a la ciudad», resume Sagredo.

«Las instituciones ponen muchísimas trabas»

Las personas que suelen visitar el castillo de Garaño se encuentran con que no pueden acceder a la parte más alta del torreón porque carece de escalera. Los más ágiles se sirven de una alargada piedra para encaramarse, con el riesgo de caída que ello implica.

«Llevamos desde el mes de noviembre intentando reunirnos con los responsables de Príncipe de Viana para que nos dejen poner una escalera de madera para poder acceder a la torre, pero todo son pegas. Si no se pone esa escalera, se perderán las ayudas europeas que nos aprobaron el año pasado y que todavía no nos han concedido», advierte Sagredo.

El director del equipo de arqueólogos se muestra dolido porque «algunas instituciones ponen muchísimas trabas a todo», lo que impide o ralentiza muchísimo los trabajos de rehabilitación. «Las dificultades que ponen para continuar los trabajos suponen un serio obstáculo. El Gobierno navarro debe comprender lo importante que es recuperar el patrimonio local y la historia de Navarra», añade. 

Desde su destrucción en 1513, el castillo de Garaño ya no se volvió a reconstruir y quedó abandonado hasta que comenzó su rehabilitación hace diez años. A Iñaki Sagredo le gustaría dar un «impulso importante» a los trabajos en los próximos cinco o seis años, pero matiza que «eso depende de muchos aspectos, como las partidas económicas y la actitud del Gobierno de Navarra».
   
Su larga experiencia le dice que «a la gente le gusta mucho conocer el patrimonio tal como era y visitar los castillos, y no hay duda de que los castillos de Navarra son algo muy especial». A su juicio, existen motivos suficientes como para tener «un apoyo total» por parte del Gobierno de Nafarroa en este tipo de trabajos, no solo en Garaño, sino también en otros castillos del antiguo reino.

«Yo les pido que nos dejen continuar, que se trata de la historia de Navarra, y que es triste no poder enseñar esa historia a nuestros hijos porque hay unas normas que dicen que hay que dejar las cosas como están. Los castellanos derruyeron estos castillos precisamente para que los navarros no levantasen la cabeza. Lo que tiene que hacer ahora el Gobierno de Navarra es facilitar que podamos levantar la cabeza y permitir que podamos hacer bien este tipo de trabajos, usando toda la metodología científica», concluye Iñaki Sagredo.