Maite UBIRIA

El Constitucional francés ya se curó en salud desligando abstención y legitimidad del escrutinio

Los datos parciales de participación en la segunda vuelta de las elecciones municipales francesas, de confirmarse al cierre de las urnas, además de acelerar los tiempos de la crisis del Gobierno liderado por Emmanuel Macron volverán a plantear la cuestión de la legitimidad del proceso electoral. Por más que el Consejo Constitucional zanjase la cuestión hace apenas 10 días.

Fotografía captada en un colecio electoral de Marsella. (CLEMENT MAHOUDEAU / AFP)
Fotografía captada en un colecio electoral de Marsella. (CLEMENT MAHOUDEAU / AFP)

El pasado 15 de marzo, menos de un elector de cada dos se acercó a las urnas en el Estado francés. El clima de pandemia ahuyentó a la mitad del electorado, al 60% en el caso de Baiona. Inmediatamente, saltó el habitual debate sobre un principio recogido en la Constitución francesa: el de la credibilidad o legitimidad del escrutinio.

Varios consistorios optaron por aprovechar el periodo de confinamiento para impugnar los resultados de la primera vuelta de las elecciones municipales.

Los datos parciales de participación (15,29% a las 12.00, por debajo de la tasa ya minimalista del 18,38 que se registró el 15M) apuntan a que, como se esperaba, una buena parte del electorado galo ha optado por tomarse vacaciones también hoy.

En el caso del departamento de Pirineos Atlánticos, que engloba a Euskal Herria y Biarno, la participación a las 12.00 era de 19,85%, cuando a esa misma hora en la primera vuelta del 15M fue del 26,40%.

A ls 17.00 no se ha corregido la tendencia. La participación hexagonal a esa hora era del 34,67%. El 15M votó el 38,77%.

En Pirineos Atlánticos se ha votado más pero también a cuentagotas (44,96%), confirmando la menor afluencia de votantes con respecto a la primera vuelta (52,17%).

Crisis sanitaria, social y democrática

Aunque no es para nada extraño que en segunda vuela, al quedar menos candidaturas en liza, se reduzca la afluencia de votantes, el dato de hoy remite directamente a los problemas previos que se han agudizado con la pandemia.

De ahí que no esté de más recordar que el Consejo Constitucional ya puso una tirita para tratar de cortar la hemorragia democrática en que está derivando este proceso electoral que se desarrolla en el ambiente de incertidumbre extrema impuesto por la pandemia.

Antes de la votación definitiva de hoy el Consejo Constitucional hizo público, efectivamente, su dictamen n°2020-850, con fecha de 17/06/2020.

Su decisión fue clara: «La tasa de abstención registrada durante el escrutinio que tuvo lugar el 15 de marzo de 2020 y el contexto especial ligado a la epidemia del Covid19 no implican un cambio de circunstancias que justifique una reconsideración» de los resultados.

De esta forma, el Consejo Constitucional desestimaba las diferentes denuncias que señalaban la falta de representatividad de los consistorios ya elegidos ese 15 de marzo, es decir a dos días del confinamiento, y ratificaba «la no incidencia de la abstención sobre la legalidad de la primera vuelta».

Los alcaldes elegidos en primera vuelta, un 80% de los consistorios –exactamente 142 en el caso de Euskal Herria– respiraron más tranquilos y los candidatos del resto de los municipios arrancaron con una campaña más virtual que real.

Sin duda la abstención, con sus múltiples modulaciones –hoy se seguirá votando más en zonas rurales que urbanas, y el dato de Seine-Saint-Denis, con un 7,34% de participación al mediodía, pone el foco en el cisma entre circunscripciones populares y barrios burgueses– marcará la crónica al cierre de jornada.

Por más que el Consejo Constitucional haya zanjado la vertiente judicial del debate, cosa diferente es la resaca política que acarrearía una pírrica participación en los comicios de hoy, en los que las urnas prometen acelerar el ocaso del macronismo.

La solución clásica, la remodelación de gobierno, será la salida, pero esta se antoja insuficiente ante la gravedad de los efectos secundarios que ha causado la pandemia en la esfera social y política hexagonal, fragilizada de antemano por las reformas de Emmanuel Macron.