Noelia F. Aceituno (Efe)

La lengua guaraní se sacude estigmas en Paraguay y gana espacios con «gran vitalidad»

El guaraní, idioma con rango oficial en Paraguay junto al castellano, ha logrado en los últimos años despojarse del estigma «de pobreza, ignorancia y chabacanería» al que fue relegado para empezar a conquistar el espacio público e institucional con «gran vitalidad», subraya la titular de la Secretaría de Políticas Lingüísticas (SPL), Ladislaa Alcaraz.

Estampa de Asunción, capital de Paraguay. (Norberto DUARTE/AFP)
Estampa de Asunción, capital de Paraguay. (Norberto DUARTE/AFP)

«Trabajamos la actitud lingüística favorable a la lengua guaraní, para desapegarla de los estigmas que han marcado esta lengua como lengua de la pobreza, de la ignorancia, de la ruralidad, de la chabacanería... No. El guaraní es un lengua digna, es una lengua también del Estado», afirma Alcaraz en una entrevista concedida a la agencia Efe.

La SPL organizará en los próximos días una semana dedicada a ese lengua precolombina en conmemoración del Día del Idioma Guaraní, como cada 25 de agosto desde 1967.

Alcaraz, al frente de la SLP desde hace siete años, defiende que el guaraní debe «visibilizarse» e incrementar su «presencia» más allá de su oralidad y avanzar en un proceso de «normativización y normalización».

«Lo que nos falta son los procesos de mayor reflexión sobre la lengua, su desarrollo y su conexión con la gente que es usuaria de ella», añade.

Se refiere al guaraní como una lengua que aproxima y que se enfrenta al reto de pasar del ámbito coloquial al formal, en particular en las instituciones del Estado.

«Trascenderá la coloquialidad para ingresar a nuestras instituciones estatales, para leer nuestros documentos en guaraní, para atender a la gente en su lengua, para usarla en los actos protocolares, en los discursos formales de las autoridades... No solamente en la interacción espontánea con la gente», apunta Alcaraz.

A su juicio, el guaraní no solo aproxima sino que implica una «forma de ver el mundo» que a muchos les obligaron a entender en «un código lingüístico, una filosofía y una perspectiva» que no siempre era la suya.

Lengua transfronteriza

Paraguay presume con orgullo de la identidad que le otorga el guaraní, pero, como recuerda Alcaraz, «es una lengua compartida en la región».

«América tiene varias lenguas emparentadas con este tronco lingüístico, tupí guaraní (...). Tenemos que saber que el guaraní trasciende el Paraguay, no es lengua de Paraguay solamente, porque a veces creemos eso los paraguayos», explica.

El guaraní, en distintas variantes, se habla en zonas de Argentina, Brasil y Bolivia, mientras que en Uruguay «quedó la toponimia del guaraní».

«Son casi 10 millones de hablantes, según lo que se estima en la región, y en Paraguay su uso es generalizado en la variedad que se oficializó. Esta es nuestra lengua guaraní: nuestras lenguas guaraníes del Paraguay y de la región. Tenemos que tener esta actitud más abierta de ver nuestro guaraní», manifiesta Alcaraz.

En Paraguay, los datos de la Encuesta Permanente de Hogares, correspondiente a 2017, mostraron que un 40% de la población mayor de cinco años habla guaraní en su hogar, frente a un 30% que utiliza el castellano y el guaraní al mismo tiempo.

Lealtad al idioma

Una de las preguntas más repetidas para Alcaraz y los académicos del guaraní es por qué logró mantenerse a través de los siglos en Paraguay y en el resto de la región se fue perdiendo.

Alcaraz lo relaciona con «razones históricas y culturales» unidas a una «lealtad» al idioma por parte de sus hablantes.

Tras la conquista y la colonización, Paraguay siguió «leal a su lengua», aunque comenzaron las primeras prohibiciones.

«José Gaspar Rodríguez de Francia (1766-1840) debilitó la escritura, pero fomentó mucho la oralidad. Carlos Antonio López (1790-1862) prohibió explícitamente el uso y la enseñanza de la lengua y empezó su historia de persecución. El hablante se replegó en la oralidad y la clandestinidad y no abandonó su lengua», explica Alcaraz.

Y agrega que «los contextos bélicos favorecieron mucho el uso del guaraní», ya que sirvió de «refugio y código estratégico», aunque volvió a se perseguido en la posguerra.

«Tenemos una actitud ambivalente hacia el idioma», lamenta.

Sin embargo, superada la estigmatización, Alcaraz sostiene que el idioma «es un pedazo de la patria que uno se lleva consigo» cuando migra, en alusión a las colectividades de paraguayos en Estados Unidos, Argentina o en el Estado español.

«La lealtad de los hablantes a su lengua es lo que permite que perviva», concluye.