Periodista, especializado en información cultural / Kazetaria, kulturan espezializatua
Entrevista
Miguel Martín
Director de Jazzaldia

«El jazz más interesante hoy quizás sea francés, nórdico o asiático»

Tras medio siglo en la dirección de Jazzaldia, Martín se jubilará antes de la edición 2026. Ha protagonizado una rica experiencia de grandes recitales, la suma de nuevos escenarios y una alta participación social. Deja el festival con exitosa estabilidad y señala una viva escena jazzística vasca.

Miguel Martín, director de Jazzaldia.
Miguel Martín, director de Jazzaldia. (Jon URBE | FOKU)

Melómano entusiasta, colaboró desde joven en actividades del Centro de Atracción y Turismo y en 1978, con 22 años, se incorporó al comité organizador del Festival de Jazz. Miguel Martín Maíz (Donostia, 1956) fue nombrado director en 1984 y, con un paréntesis de 1988 a 1991, su vida profesional ha estado ligada a Jazzaldia. Es también director de la Unidad de Música de Donostia Kultura y programador de Kursaal Eszena. Al tratarse de una entidad pública dejará esos cargos cuando cumpla 70 años el próximo abril.

¿Jazzaldia ha cerrado su edición 2025 «en plena forma»?

Tiene un esquema general que funciona desde 1992, cuando los conciertos volvieron al centro de la ciudad. El regreso a la plaza Trinidad y el cambio a escenarios distribuidos por la urbe ha sido una fórmula que ha funcionado, con conciertos de pago y gratuitos. Y programando de todo, mirando siempre a las leyendas del jazz, pero también a gente joven, como este año, una edición que ha vuelto a dar una sensación artística positiva.

«Montar un festival de jazz en 1966 fue una actitud curiosa y abierta que marcaba el espíritu de la ciudad. Que llegaran músicos del Este era otra aportación de apertura»

El 60 cumpleaños parecía apropiado para una edición especial. Pero la programación fue continuista.

Lo primero que ha sido continuista es el presupuesto, con apenas variación. En la edición cincuenta se hizo una aportación económica específica y salieron un reportaje en vídeo o el libro de aniversario. La edición ha sido la cincuenta y nueve más un poquito y no daba para más. Aunque se ha hecho la exposición fotográfica sobre la historia del festival en el Museo San Telmo.

Una fecha tan redonda es momento oportuno para recordar la trayectoria desde 1966, ¿la ciudad se adelantó a su tiempo?

Fue como una postura y una definición de ciudad frente a lo que el régimen franquista podía permitir. Fue una actitud curiosa y abierta que marcaba el espíritu de la ciudad. Y el hecho de que llegaran muchos músicos del Este, incluso rusos, era otra aportación de apertura. Además, Jazzaldia nunca ha sido elitista. En la plaza Trinidad nunca ha habido zonas reservadas. Ha mandado el público y durante muchos años quien llegaba primero elegía asiento. Con la Covid hubo que numerarlos, una decisión que ha sido mejor para el público y para la organización.

Asentado como fecha cultural anual, labró su prestigio programando a altos nombres del género y se desbordó de público y visitantes en los ochenta, trasladándose a Anoeta.

Para lo que había en España, casi sin festivales de rock, este primer festival de jazz era un evento concreto y especial y creció mucho. Así que se buscaron aforos mayores en Anoeta. En el polideportivo podían entrar 2.500-3.000 personas. Pero el subidón vino en el velódromo con las 9.000 entradas para B.B. King, el saxofonista Gato Barbieri con 11.000 y sobre todo el recital de piano de Chick Corea, con 15.000 espectadores. Eran ya cifras que te sobrecogían.

Siempre con una cuidada programación musical, el carisma se asentó al abrirse a escenarios más serios o colonizar nuevos espacios urbanos. Con mucha valentía en lo meteorológico.

Es que tenemos los escenarios más apropiados. En cuanto al tiempo, cuando deje la dirección será un alivio porque ya cuando volvimos a la Trinidad sufrí mucho cada noche. Con todo el trabajo que cuesta, que te empiece a llover es duro porque hay que salvar como sea el espacio de la Trinidad, no suspender. Ha habido momentos épicos como el de John McLaughlin, que se agarró una gripe, Chano Domínguez o Cyndi Lauper, que se recuerda como la gran noche bajo la lluvia. La gente ha ido asumiendo el riesgo y aguanta.

Se ha mantenido que haya presencia de la escena estatal y local.

Pensamos que es pura simbiosis. A la escena local el festival le viene bien y al contrario. Hace años encontrar un músico de jazz de aquí era una locura, no había grupos ni para el Concurso. Pero hoy, lanzas la convocatoria y te vienen cincuenta y tantos. Ahí se nota el trabajo de Musikene, el Conservatorio de Vitoria, Pamplona... Más difícil es elegir grupos en el jazz español porque hay muchísimos y la selección que nos hace la SGAE es una perfecta ayuda.

La novedad del escenario mayor son los artistas vascos: Zetak, Izaro, Anari, Bulego... Parecen más adecuados artísticamente, con gran tirón e incluso más baratos para la gestión pública que, por ejemplo, unos Village People.

Efectivamente, ahora tenemos artistas locales que convocan a mucha gente. Muchos han crecido de una forma más rápida de lo que podíamos prever. Programamos a Bulego en el teatro, en meses pasaron al auditorio del Kursaal, que liquidaron en un pispás, y fíjate la que han montado este año en la playa. O Izaro en su día, Nøgen...

Hay saturación de festivales, incluidos los de jazz. ¿Esa oferta y la carestía general, encarecen contratación, gestión y las entradas? Jazzaldia cobró 100 euros con Norah Jones y The Beach Boys han costado 80. ¿Una iniciativa pública puede seguir esa línea de encarecimiento o deber plantearse topes?

El sector privado se queja mucho de que lo público ponga entradas bajas y que a ellos les vaya menos gente. Te preguntan si el Festival de Jazz va a seguir con entradas tan baratas. Yo diría que las entradas de este año no se han demostrado caras. Se han comprado muy bien, con una ocupación cercana al 93%, y estamos por debajo de los precios medios. Si queremos traer ciertos artistas las entradas tienen que subir. No hasta igualar la oferta privada, siempre habrá una parte del coste que lo pondrá la administración o un patrocinador. Pero el taquillaje va a subir porque va a subir todo. Estoy negociando para 2016 y avisan de una altísima subida en el transporte, por encima del 20%.

La mayoría de grandes festivales se programan como atracción turística. Pero estamos en plena polémica sobre las consecuencias del turismo en la economía social, en particular con la vivienda. ¿Hay que seguir glorificando los números de asistencia y las ganancias hosteleras o pensar en límites e incluso en decrecimiento?

Globalmente habría que parar. Decimos estar muy preocupados por la viabilidad del mundo y cada vez consumimos más y cogemos más aviones. Hay que consumir menos o más inteligentemente. Pero el festival no es motor principal de incremento turístico y la industria musical pone bastante cuidado en el consumo de energía, etc. La gente que viene exclusivamente al festival son solo unas mil personas porque no tenemos recintos grandes, aunque lo hacen desde lugares muy diferentes.

«Jazzaldia nunca ha sido elitista. En la plaza Trinidad no ha habido zonas reservadas. Ha mandado el público y durante muchos años quien llegaba primero elegía asiento»

¿Cómo está creativamente el jazz? ¿Hay una presencia pujante de mujeres? Fue refrescante ver a las tres instrumentistas que vinieron con Dee Dee Bridgewater, cincuenta años más jóvenes que ella.

Lo veo muy interesante y sobre todo muy vivo. Con movimientos, orígenes, tendencias… que se han estancado y otros que están pujantes. El problema es que no llega tanto porque para mucha gente el jazz sigue siendo aquella música de los afroamericanos, basado en el blues y todo eso. Que estará siempre ahí, pero la realidad es que el jazz más interesante de hoy quizás sea el francés, el nórdico, los asiáticos de Japón y Corea… Y están siempre las viejas figuras. De lo que no hay duda es de que el jazz está hoy muy vivo.

¿Qué recuerdos más memorables tiene de estos 45 años en primera fila?

Como gran concierto ha quedado el de Woody Shaw y Art Pepper en el velódromo en 1981.  También, cualquiera de los tres de Miles Davis, Keith Jarrett, las locuras de John Zorn... Y decimos pestes del velódromo, pero permitió sesiones como Stan Getz y Dexter Gordon, Ornette Coleman y Art Ensemble of Chicago, Dizzy Gillespie y Freddie Hubbard… Momentos legendarios. ¡Por no hablar de James Brown en la plaza Trinidad!

Parece que deja todo atado y bien atado. Por historia, experiencia, equipo…, ¿el festival puede continuar así al menos durante un tiempo, por pura inercia?

El concurso público para mi relevo, por el test, los méritos administrativos… está muy abierto. Entonces, igual viene alguien que quiere dar una vuelta a algunas o a muchas cosas. El tiempo lo dirá.