TERESA MOLERES
SORBURUA

Poda de hortensias

L as hortensias son, entre otras plantas arbustivas, las que hay que podar este mes de febrero. Y es que la falta de corte ocasionaría una próxima floración de menor cantidad y flores más pequeñas. La poda sencilla consiste en acortar los tallos del año pasado por encima de las yemas. Recordad que la mayor parte de las hortensias clásicas, como la Hydrangea macrophylla, florecen a partir de las yemas del año anterior.

La poda es necesaria en las hortensias plantadas en primer término de un macizo para que no se hagan muy altas. De esta manera se evita la acumulación de tallos viejos que, a partir de cinco años, aparecen muy ramificados y visibles. Las ramas secas se cortan a ras del suelo y las hortensias trepadoras hay que podarlas con moderación.

Los rosales también necesitan cuidados especiales. Si en otoño no se podaron, podemos comenzar la poda de primavera a finales de este mes evitando los días con heladas. También en las mismas fechas agradecerán un aporte de abono fertilizante rico en fosfatos y un poco de compost sobre las raíces. Asimismo, la última plantación de nuevos rosales de raíces desnudas debe hacerse antes de que acabe este mes. En un lugar soleado, con el suelo limpio de raíces y hierbas, añadir al hoyo de plantación una mezcla de estiércol y harina de huesos. Unos días después, la tierra ya estará preparada para la plantación.

El seto necesita un trabajo parecido. Cualquiera que sea la variedad de la plantación, hay que desherbar antes de que las malas hierbas invadan su espacio. Si en otoño no plantamos nuevos ejemplares, todavía estamos a tiempo. Lo haremos en una zanja de 50 por 40 cms de ancho, o bien en un hoyo de plantación de 50 cms de profundidad distanciándolo del siguiente 70 cms; llenar el hoyo o la zanja con una mezcla de tierra con mantillo de hojas, compactad y regad. También es conveniente colocar al pie de la planta una capa de cortezas para evitar el crecimiento de malas hierbas.

Durante este mes toca retirar las hojas muertas que ahogan las flores vivaces que comienzan a salir, especialmente con los eléboros a los que conviene quitar algunas hojas para facilitar que sus yemas florales se abran y den flores más grandes.