DAVID BROOKS
IRITZIA

Nobel de las armas

El Gobierno de Obama ha aprobado más ventas de armamento que cualquier otro gobierno estadounidense desde la Segunda Guerra Mundial», afirma William D. Hartung, experto en el complejo militar-industrial y director del Proyecto sobre Armas y Seguridad del Centro para la Política Internacional, en una entrevista con “Democracy Now”. El Ejecutivo de Obama ha concluido más acuerdos de ventas de armas en sus primeros cinco años en la Casa Blanca que el Gobierno de George W. Bush en sus ocho años en el poder.

Aproximadamente el 60% de estas ventas son para sus clientes en el Golfo Pérsico y Oriente Medio, a los que vendió 64.000 millones de dólares en armas y servicios militares, de los que tres cuartas partes se destinaron a Arabia Saudí. Y tiene otros 15.000 millones de dólares en nuevas ofertas formales a esos estados en 2014 y lo que va de 2015, según informa Hartung en un artículo publicado por “Foreign Policy”.

Estos productos letales estadounidenses son empleados en las operaciones militares de Arabia Saudí en Yemen, así como en otras acciones contra objetivos en Siria. Al mismo tiempo, se ha levantado el embargo sobre ventas militares a Egipto. Mientras tanto, en países como Irak, Siria y Yemen se ha confirmado que envíos masivos de armas estadounidenses para sus “aliados” han acabado en manos de “enemigos” como el ISIS.

Mientras el mundo se conmueve con las imágenes de las olas de refugiados que llegan a Europa, se pierde de vista la razón por la que huyen. Es el resultado de países víctimas de intervenciones, invasiones y conflictos civiles desatados por el derrumbe de regímenes antes sostenidos y/o ahora atacados por EEUU y potencias europeas. Para todo eso, lo que se usa en las batallas dentro y entre estos estados son en gran medida productos letales «Made in USA».

Según un informe reciente de Amnistía Internacional, que citaba cifras del Instituto Internacional de Estocolmo de Estudios para la Paz (Sipri), EEUU es el principal proveedor de armas en el planeta, con un 31% de las exportaciones mundiales entre 2010 y 2014, seguido por Rusia, con el 27% del mercado. El informe añade que, a nivel global, la violencia armada mata aproximadamente a 508.000 personas cada año, la mayoría en zonas que no son consideradas de conflicto. Citando la Encuesta sobre Armas Pequeñas, en Ginebra, se calcula que 875 millones de armas de fuego “pequeñas” circulan por el mundo y cada año se producen entre 700.000 y 900.000 más. El valor de las transferencias de armas convencionales en el mundo se calcula en 100.000 millones de dólares al año. Pero nada de esto está en el debate público, ni hay grandes disputas entre los dos partidos nacionales de EEUU sobre la venta y el envío de armas al mundo. Mientras tanto, sí hay un debate sobre la venta de armas dentro del país, algo que se vuelve, de manera impresionante, en una disputa sobre la “libertad” de tener, portar y usar armas de fuego. Y cada vez que se repite una matanza, o un homicidio múltiple en algún lugar público, y se renuevan las llamadas a imponer mayores controles (casi nadie se atreve a proponer la prohibición de la venta de armas), el efecto es siempre el mismo: un alza inmediata en la compra de armas.

“USA Today” señaló hace unos días que el FBI recibió en agosto 1,7 millones de solicitudes de revisión de historiales, requisito en algunos estados para comprar armas de fuego, el índice más alto en ese mes desde 1998.

La gran industria de la muerte, perdón, de “defensa de la vida”, es un gran negocio estadounidense dentro y fuera de EEUU. Resulta más fácil comprar un arma que alcohol o algunos medicamentos. Mientras, como señala uno de los investigadores del Sipri, la venta de armas estadounidenses al exterior se está incrementando, en parte, para que la industria armamentística logre superar una baja en la compra de armas por el sector militar de EEUU.

Todo esto es aún más alarmante al ver la evolución del inicio del ciclo electoral presidencial, sobre todo con los precandidatos republicanos encabezados, por ahora, por Donald Trump, que compiten, entre otras cosas, para ver quién es el más proarmas y nutren un clima de odio racial y de xenofobia.

En este contexto, cabe recordar el origen del Premio Nobel de la Paz. La fortuna del sueco Alfred Nobel, quien creó ese y los otros premios anuales que llevan su apellido, se generó en sus variadas industrias e invenciones, pero en particular en sus fábricas de armamento. Nobel estableció que los premios se otorgaran en las disciplinas de química, literatura, física, medicina y paz (mucho después se agregó el premio en economía). Pero le faltó uno dentro de su propia profesión: al mejor promotor de armas y explosivos.