Iraia Oiarzabal
Entrevista
Juanjo Álvarez

«Ninguna de las universidades vascas está trabajando la dimensión ‘online’, y si no la ocupamos nosotros va a venir un tercero y la va a ocupar»

El currículum de Juanjo Álvarez (Zumaia, 1964) no deja duda de que cuenta con una dilatada experiencia en el ámbito académico. Es catedrático de Derecho Internacional Privado, el más joven de la disciplina a nivel estatal al obtener la condición de catedrático a la edad de 36 años; asimismo, ha sido director académico de la UNED en Bergara durante catorce años y recientemente ha recibido el premio Eusko Ikaskuntza. Desde el atril de oradores, tras recibir el reconocimiento a su trayectoria, no quiso limitarse a buenas palabras de agradecimiento y conminó a las autoridades allí presentes a refundar un sistema con perspectiva de país y con el euskara como elemento base. Un herramienta que cree necesaria para afrontar los muchos retos que enfrenta Euskal Herria y que podría ser ejemplo para otros ámbitos. Como en todo, la voluntad y el compromiso de llevarlo adelante será el primero de los requisitos para que se materialice en un proyecto real.

En su discurso, tras recibir el premio Eusko Ikaskuntza, relanzó una idea de peso: integrar las universidades de Euskal Herria y ofrecer un servicio integral, en euskara y «online». ¿Es una asignatura que tenemos pendiente como país?

Sin duda. Dudé entre lo protocolario del acto y la oportunidad de tener allí a representantes de las siete universidades vascas. No somos un sistema universitario. Tenemos razonables buenas universidades, cada una ha encontrado su nicho, pero realmente no operamos como tal. ¿Dónde podemos buscar sinergias? Hay un campo muy claro: ninguna de las universidades está trabajando la dimensión online, y si no lo ocupamos nosotros como universidades vascas va a venir un tercero y lo va a ocupar. Comenzar por la dimensión del euskara me parece que sería un factor que sí que nos debe de unir a todas las universidades. Tenemos una oportunidad de vertebrar sin interferencias ni injerencias políticas en el mundo universitario, de Iruñea a Pau pasando por lo que es Euskadi en sentido geopolítico actual, pero evidentemente abierto al mundo. Para toda la gente, diáspora o no diáspora, que desee acercarse al mundo del euskara, eso debiera ser un ámbito de formación reglada y un ámbito en el que converger a través de cursos abiertos. Ese nexo en común –para otros campos la eurorregión funciona– debiera de ser un factor que permitiera realmente trabajar en auzolan. El mundo universitario es a veces demasiado vanidoso, de mucho ego, y resulta difícil. Pero económicamente es más que sostenible, porque gestas algo donde ya hay recursos humanos para ello. Tenemos el no hours (sin horarios), con universidades que tienen ya expertise (experiencia, pericia...) clara en ese campo, respondemos a una demanda que es una laguna en nuestro sistema universitario, atendemos a la internacionalización del euskara y generamos un hilo conductor entre todos los herrialdes. Los corsés nublan lo importante, que es prestar un servicio público y de calidad.

Mencionaba que quiso aprovechar la presencia de representantes de todas las universidades. ¿Cree que hubo acuse de recibo?

Aquello era un acto protocolario y todo son buenas palabras, pero posteriormente ha habido una receptividad a la idea. Como dicen en Bruselas, ojalá vuele. Yo la lancé, pero está latente de hace muchos años. Hay gente, como en la UEU (Udako Euskal Unibertsitatea) que lleva mucho tiempo trabajando en ese campo y que, en mi opinión, debiera de sumarse a ese proyecto. En el contexto universitario hay varias universidades que han cogido el guante y otras que, bueno, no me compete a mí. Me encantaría poder llevarlo adelante, sin ningún protagonismo. Creo que la otra gran expectativa que eso abre es que dejemos las siglas y los personalismos de lado. La gran ventaja frente a la UOC (Universitat Oberta de Catalunya) es que hubo que buscar los profesores que elaboraran los materiales en catalán y luego en castellano. Aquí ya los tenemos: lo que necesitamos son unos tutores que hagan de interlocutor con los estudiantes y evidentemente armar un acuerdo que lo posibilite. Además, debiera de ser un acicate para que hiciéramos más cosas como verdadero sistema universitario. Competir es lícito, pero cooperar para hacer productos universitarios potentes en campos donde podemos sumar es un verbo que no conjugamos.

También reivindicó en su discurso la necesidad de políticas públicas apropiadas para garantizar el servicio público de la universidad e impulsar proyectos de estas características.

Supongo que siempre es más fácil criticar que proponer cosas. Yo entiendo que el Gobierno Vasco es quien humildemente debiera de impulsar esto, aunque estén Nafarroa y Pau por ahí. Nos compete a nosotros decir: vamos a colaborar. De hecho, ya hay una colaboración de la mano de Eusko Ikaskuntza entre todas esas universidades; luego ya hay un ámbito de posible colaboración. Estamos a un año de fin de legislatura y nunca parece ser un momento idóneo, pero creo que merecería la pena trabajar en esa idea para luego buscar plasmaciones concretas.

Lo primero que yo me plantearía es si tiene sentido creer en un sistema universitario. Y creo que el departamento de Educación y el lehendakari creen en eso. Si se cree en eso, que no tenemos que ser una mera suma atomizada, algo que uniría al país, que seguro despertaría un consenso político muy potente, que es sostenible económicamente y que tiene un elemento identitario, simbólico y de utilidad social, es atender al euskara en esa dimensión online.

Cuando hablo de estimulación quiero decir, por ejemplo, que los grupos interuniversitarios estén priorizados en la puntuación sobre los intrauniversitarios. Que haya campos donde estés previendo que salgas de tu área de confort. Lo más fácil para mí como responsable de un grupo es coger mi entorno, no por endogamia sino por comodidad. Yo creo que no debe ser así, tenemos que hacer un esfuerzo por esa otra vertiente. ¿Quién pone la espita a todo eso? Tiene que ser desde lo público y desde lo institucional, diciendo: esta es una apuesta de país, que si la logro en el mundo universitario puede tener un elemento ejemplarizante a otros ámbitos. Las sinergias de este país son todavía muy tribales.

La UOC nació con el reconocimiento del Parlament de Catalunya. ¿Ve factible una iniciativa de estas características en Euskal Herria con el apoyo de sus instituciones?

La opción de que fuera de abajo arriba, incluso con un planteamiento parlamentario, sería fantástico. La UOC lo hizo con un planteamiento muy ágil, muy fenicio. Nosotros tenemos los mimbres para hacer esto con la dimensión del euskara y que, a partir de ahí, abriera un campo de trabajo conjunto. Por ejemplo, sería interesante promover un consenso parlamentario en torno a eso y un planteamiento de iniciativa, de forma que fuera el Gobierno quien lo impulsara.

Además, creo que casi siempre hemos sido los últimos de la fila; por una vez, seamos capaces de mostrar a la sociedad un consenso en torno a esto. Es algo de país y de una dimensión política. El problema del concepto político es que alguien lo empiece a demonizar. Eso excede de Nafarroa, de Iparralde o de Euskadi en términos políticos, para tener una dimensión global que pone el papel del euskara, de nuestra cultura, de nuestra formación, en el mundo. Si creas ese nodo universitario puede tener otras muchas aplicaciones.

¿Ha quedado en un segundo plano la función social de la universidad?

Creo sinceramente que sí. En la dimensión metodológica hemos mejorado todas las universidades, pero nos falta algo. Nos falta la chispa de conectar con la sociedad para mostrar realmente la función que podemos desplegar. No podemos ser solo el lugar en el que nuestros hijos obtienen los títulos para la empleabilidad. Poco a poco se van desplegando otro tipo de tareas, hay debates universitarios, hay foros, pero yo creo que no llega todavía a la sociedad.

Es verdad que esto es muy fácil explicarlo y más complicado de plasmar. Yo creo que el mandato de nuestro rector, Iñaki Goirizelaia, ha sido tratar de abrir la universidad a la sociedad, evitar que sea una especie de fortaleza que la gente venera. Ese esfuerzo ha de combinarse con algún acto potente que revele que no estamos solo a la espera de lo que nos viene de la sociedad para formarlo, sino que promovemos tendencias dentro de la sociedad. Ahí están los esfuerzos que se están haciendo por conectar universidad con ciencia, tecnología y empresa. Somos compartimentos super estancos: nosotros somos un fin en sí mismo, la tecnología otro, la empresa otro... Un estudiante nuestro sale y le da pavor cómo ir a la primera entrevista y mezclarse en el mundo real de lo que eso representa.

Se dice continuamente, sobre todo en estos años de crisis, que los jóvenes de ahora componen la generación más preparada académicamente, pero quizá faltan los mimbres para que todo ese conocimiento revierta en la sociedad.

Sí, hablando de lo que mejor conozco que es el Derecho, los estudiantes salen mucho mejor preparados que nosotros hace treinta años. Antes como ahora, lo importante es la persona y la capacidad de iniciativa, de trabajo en grupo o de liderazgo que tenga. El sistema debiera de incentivar eso un poco más, vivimos muy encorsetados. En mi sector, por ejemplo, les damos herramientas, pero cuando llegan al despacho el contador se pone a cero y entran en una línea recta en la que lo anterior no digo que no vale, pero lo que cuenta es lo que empiezan a hacer a partir de ahí. La educación reglada, que nos lleva más de una cuarta parte de nuestra vida, debiera tener el foco puesto en las exigencias del mercado. No para convertirse en una mercantilización de la universidad, pero sí para ahormar un poco más a la persona en lo que se va a encontrar después. Ese mensaje que todavía se sigue oyendo en algunas aulas de ‘ya os suspenderá la vida’ no me gusta nada.

Hablando de renovación, en el ámbito político, hace poco afirmaba un representante de Jakiunde que los gobiernos están habitualmente formados por personas que vienen del mundo del derecho o de la política y que quizá convendría abrir un poco más ese abanico.

Como todo en la vida, es relativo. Un buen gestor tiene que gestionar primero personas, estar motivado, saber que tú eres el que tiene que salir a la sociedad y no la sociedad a ti. Tiene que moverse dinámicamente y conocer el sector en el que se mueve. La manera de reaccionar ante un hecho de un ingeniero o de un jurista o de un filósofo es completamente distinta. Las grandes organizaciones resuelven los problemas desplazando a personas de diferente formación al mismo puesto de mando en situaciones complejas. Esa dimensión vale también para la política; el elemento de pluralismo en el origen, todo está en el equipo que creas. Montesquieu hace años y Daniel Innerarity en un libro delicioso sobre las relaciones entre el saber y el poder señalaban que el saber y el poder hoy día no ensamblan muy bien. ¿En qué sentido? El poder encuentra el saber que le va a decir que lo que va a hacer está bien. Y la oposición encuentra otra rama del saber que le dice que eso está fatal. Me encantaría que hubiera una dimensión plural en ese concepto, pero no solo en la política. La universidad te ofrece la percepción de lo poco que sabes de un tema. El político debiera ser consciente de eso, quitarse las anteojeras, ejercer un poco de humildad y dar reconocimiento a lo que ofrece el opositor. Hay unos posicionamientos apriorísticos tan contaminados en la política que no solo necesita abrir el abanico de profesionales, sino cambiar la dinámica tan sujeta a la cronocompetencia de lo electoral. Simplificamos todo al ejercicio del voto, como si la urna fuera lo que nos condicionara toda nuestra vida. En eso seguimos siendo como caristios, várdulos y autrigones. En política, el frentismo todavía da muchos réditos. Se puede gobernar desde la oposición si eres capaz de hacer buenas propuestas. Para eso hace falta un gobierno que crea tanto en sí mismo que no considere que es débil porque acepte ciertas propuestas de la oposición. Los clichés son tan rígidos que hacen que la política sea muy poco pasional.

El de la soberanía es un debate de plena actualidad, ¿qué función debería jugar la universidad en la construcción de un país?

La argamasa debiera de ser la universidad; los ladrillos los ponemos las personas. La base es no demonizar ninguna idea, empezar por relativizar los principios. Somos una sociedad tan politizada que no debatimos sobre lo esencial: cómo convivir por encima de ideologías a la hora de encontrar una manera de gobernar el país. La universidad sí que podría ser capaz de gestar una serie de consensos básicos en torno a todo eso. El problema es que la universidad a veces es instrumentalizada también.

¿Esa instrumentalización implica en cierto modo que se haya dejado de fomentar la universidad como nido de ideas, de pensamiento?

Sí hay una parte de pensamiento cautivo, que no emerge hacia fuera. Hay un cierto elitismo universitario que milita a favor de entender que el intelectual que se mezcla en la política baja unos niveles, cuando realmente implica mojarse en un problema de tu sociedad. Yo creo que ha habido mucha gente que ha declinado ese papel, teniendo capacidad de potencial liderazgo en el planteamiento de ideas innovadoras, porque considera que no forma parte de su obligación como ciudadano. Debería intentarse que la gente salga con la mente amueblada. El humanismo que concebía el concepto universitario era ese.

En el Estado español la UOC marca la referencia, y en el ámbito internacional, Stanford o el MIT (Massachusetts Institute of Technology). Desde su experiencia, ¿qué cualidades debería integrar esa universidad?

Debiera de ser o de todos o de nadie, no patrimonializada. Hay un liderazgo natural de la UPV decantado por la trascendencia que tiene dentro del sistema universitario. Hace falta un ejercicio de generosidad para lograr que todas aporten. Primero debiéramos de tener un cuore de esa nueva universidad creado por todas ellas. Segundo, poner en común los recursos humanos, en este caso con capacitación lingüística en euskara y en las áreas de especialidad que pudieran hacerse cargo de los materiales didácticos. Y arbitrar un sistema normativo que permitiera la compatibilidad.

¿Quién se encarga del servidor, de lo que es la dimensión del no-hour? Tanto UEU como UNED tienen expertise en ese campo. Creo que no debería discutirse sobre la sede del lugar virtual, así como que técnicamente consistiría en dotarse de una ley de creación de esa universidad con estos miembros. Si hay voluntad, es una universidad más fácil de crear que cualquiera de las que ya tenemos. Tendría un valor simbólico muy potente, con un diseño complejo organizacionalmente, pero factible si hay punto de encuentro. Desde el punto de vista de su sostenibilidad presupuestaria, es un proyecto rentable para el país desde el minuto cero y no genera un agujero en las cuentas públicas.

¿Qué aportaría un proyecto así al país y desde una perspectiva global?

Ad intra, igual que el papel que ahora puede cumplir la UNED y que el resto de universidades van poco a poco empleando. Al ritmo loco que vivimos cada vez hay más gente que no puede asistir en el día a día de la presencialidad. Atender a todo ese campo, desplegarlo en euskara, tiene ya una función de utilidad social potente. Vivimos en la era de lo digital y una universidad de este tipo encaja en Tabakalera, en el Artium y en el Guggenheim, por hablar de arte contemporáneo.

Ad extra, la internacionalización del euskara, que es nuestro buque insignia, favorece la visión de Euskal Herria en el mundo para toda aquella gente ávida de una cultura que llama muchísimo la atención. Sería una tarjeta de visita preciosa y daría un rendimiento social, de imagen y de unidad en torno al euskara y la cultura vasca que creo que merece la pena.