José Antonio Bautista y Luna Gámez
Redes sociales, el quinto poder

La revolución no será televisada, pero sí tuiteada

El nacimiento de las redes sociales ha supuesto una revolución para las movilizaciones ciudadanas, en las que la capacidad de convocatoria se ha multiplicado y la difusión se ha globalizado. Las formas de hacer la lucha social se han renovado: las imprentas y los carteles ceden lugar a los tuits y a los smartphone.

El 31 de marzo de 2016 los franceses indignados protagonizaron la primera Nuit Debout (Noche en pie) que, gracias a su difusión por redes sociales y al apoyo global de otros movimientos, ya se ha convertido en una intensa primavera que desde hace dos meses continua en pie, tanto en las plazas como en internet. Esta primera ocupación de la parisina plaza de La République comenzó tras una multitudinaria manifestación contra la reforma laboral propuesta por el Gobierno de Hollande que, entre otras medidas, pretende abaratar el despido. La acción del 31 de marzo fue planificada por varios colectivos sociales y contó con una sorprendente acogida gracias a la difusión por redes, mientras los grandes medios franceses aguardaban en silencio.

Este es un ejemplo más del nacimiento de un movimiento social que apela a la democracia y que, a diferencia de las antiguas formas de movilización, logra expandirse rápidamente de forma horizontal e improvisada gracias a la irrupción de internet y, más concretamente, de las redes sociales.

La creación de redes sociales y la difusión masiva de información a través de herramientas como Twitter, Facebook, Telegram o Periscope refuerzan la idea de que un gran cambio es posible, hasta el punto de que investigadores y expertos de todo el mundo ya equiparan la revolución de internet a la que supuso la imprenta de Gutenberg en el siglo XV. Desde la Primavera Árabe hasta la Revolución de los Paraguas de Hong Kong, pasando por la revolución de la plaza Maidán en Ucrania, las protestas estudiantiles en Chile o el movimiento estadounidense Occupy Wall Street, las grandes movilizaciones de los últimos años tienen en común el uso de redes sociales como herramienta de lucha.

Democracia e internet, la pareja del siglo. Mohamed Bouazizi era un vendedor ambulante tunecino cansado de tener que pagar sobornos para que la Policía corrupta del dictador Ben Ali le dejara ganarse la vida. El 17 de diciembre de 2010, la Policía volvió a confiscar su puesto ambulante de fruta y, tras ser humillado en la calle, el joven decidió prenderse fuego en señal de protesta. Su muerte fue grabada en video y difundida en las redes sociales. Aquella fue la gota que colmó el vaso de la indignación en Túnez y se tradujo en manifestaciones en todo el país en contra el régimen autoritario. Rápidamente las protestas se extendieron a otros países vecinos, como Egipto, Libia y Báhrein, dando lugar a lo que después se conoció como la Primavera Árabe, sin olvidar las protestas de ’Gdeim Izik, campamento montado por los saharauis en territorio ocupado por Marruecos en defensa de su derecho a la determinación y que antecedieron a la revolución tunecina.

Gracias a las redes sociales, tanto las convocatorias como las manifestaciones y también las represiones de las fuerzas policiales pudieron difundirse masivamente y dar vida a estas revoluciones. Los vídeos virales en Facebook de Asmaa Mahfouz, una joven egipcia, la llevaron a ser reconocida como una de las primeras impulsoras de las protestas de la plaza Tahrir de El Cairo que acabaron con la destitución de Hosni Mubarak. «Mucha gente perdió el miedo en Twitter y Facebook», reconoce Aya Chebbi, una activista tunecina de 26 años que también jugó un papel destacado en la revolución que expulsó a Ben Ali. Internet y, en particular, el uso de las redes sociales, facilita el empoderamiento de los ciudadanos para que participen en la vida política de su barrio, ciudad o país. Herramientas como Telegram –un servicio similar a Whatsapp, pero con un código de encriptación para mayor privacidad– o Mumble, una plataforma parecida a Skype para crear salas de conversación donde numerosos internautas pueden tener una conversación al mismo tiempo, hacen posible los debates y el trabajo colectivo a distancia, lo que permite que la organización pase de un modelo vertical a uno horizontal, en el que las decisiones están descentralizadas.

A estas novedades se suma la velocidad con que transcurren los mensajes a través de la red y la aparición de un nuevo concepto: la inteligencia colectiva. «Se trata de una comunicación bidireccional que crea comunidad y que empodera, porque la gente participa y siente que forma parte de algo», explica Emma, activista del 15-M Barcelona que viajó a París nada más comenzar la Nuit Debout para compartir su experiencia previa en comunicación y redes sociales con los indignados franceses, con quienes continúa comunicándose a través de varios grupos de Telegram donde participan activistas del mundo entero. «No se va a hacer la revolución a base de likes, pero es cierto que el clikactivismo es una fuerza muy importante a nivel de comunicación», opina Emma, quien prefiere no dar su apellido para mantener el espíritu anónimo y horizontal de los movimientos en que participa.

A pesar de las barreras del idioma, el poder de alcance de internet y las redes sociales está por encima de las fronteras nacionales, tal y como demuestra la colaboración entre distintos movimientos sociales desde el estallido de la Primavera Árabe. Siguiendo el ejemplo de los indignados españoles, los activistas estadounidenses de Occupy Wall Street lanzaron una movilización global el 15 de octubre de 2011 a la que se sumaron miles de personas en Londres, Nueva York, Montreal, Tokio y Johanesburgo, entre otras ciudades. El pasado 15 de mayo, coincidiendo con el quinto aniversario del 15-M, los franceses de la Nuit Debout junto con indignados de todo el mundo lanzaron llamamiento internacional a la movilización, denominado Global Debout, que se extendió por más de 500 ciudades en Europa, América Latina, Turquía y Estados Unidos, entre otros.

Cuando el ciudadano informa. Ya en tiempos de la Revolución Francesa la prensa fue definida como el «cuarto poder» debido al rol central de la información en las decisiones de los ciudadanos, titulares del poder en la democracia participativa. Las redes sociales e internet no sustituyen a los medios de comunicación, pero rompen su monopolio informativo al permitir que cualquier persona pueda narrar lo que está sucediendo y difundir distintos puntos de vista.

«Francia es un país con una intensa historia de manifestaciones, pero esta es la primera vez que las redes sociales influencian de esta forma la creación de una movilización. La Nuit Debout no podría funcionar sin las redes sociales», afirma Ludovic Torbey, un joven sociólogo francés que, junto a dos amigos, creó el canal de Youtube Osons Causer («Atrevámonos», en castellano) para difundir vídeos con comentarios de actualidad desde una óptica social y políticamente critica. Ludovic afirma no dejar de sorprenderse con el alcance de las redes sociales. Pocos días antes de nacimiento de la Nuit Debout, Torbey y otros youtubers influyentes decidieron lanzar una campaña bajo el hashtag #OnVautMieuxQueÇa (Merecemos Algo Mejor) para criticar la reforma laboral del Gobierno galo. En pocos días, más de un millón de personas vieron su vídeo y el nombre de la campaña se convirtió en uno de los principales eslóganes de las manifestaciones contra la nueva ley del trabajo. «Hasta el Partido Comunista utiliza nuestro eslogan en sus pegatinas», explica Torbey.

En el Estado francés, la cultura de algunas redes sociales como Twitter estaba menos extendida que en los países vecinos hasta la irrupción de la Nuit Debout. Para Ludovic, el principal impacto de las redes sobre los movimientos sociales es la velocidad de la difusión de la información y cita el ejemplo de la protesta que se organizó frente a la Asamblea Nacional francesa unas horas después de que el Gobierno aprobase la reforma laboral por decreto y sin el visto bueno de los diputados. «Gracias a las redes sociales cualquier persona tiene la posibilidad de crear información sin precisar acceder a un periódico, canal de televisión o radio y puede difundir masivamente sin tener que salir a pegar carteles».

De la misma forma, pero sirviéndose de Periscope –una herramienta más reciente que permite transmitir videos en directo a través del smartphone– Rémy Buisine se hizo rápidamente conocido por su constante cobertura de la Nuit Debout. «He recibido mensajes diciendo ‘He visto tu Periscope y he decidido hacer una Nuit Debout en mi pueblo’, y eso es algo muy fuerte para mí. Cualquier ciudadano puede grabar con su teléfono y mostrar sus imágenes al planeta entero en directo y esto ya representa una revolución mediática», afirma Rémy, y añade que, por este mismo motivo, algunos gobiernos han censurado en ocasiones las redes sociales. Varias cadenas de televisión han tomado imágenes de Rémy o de otros videos de Periscope para informar sobre lo que está sucediendo en el Estado francés en torno a las protestas contra la Ley del Trabajo, de la misma forma que la cadena qatarí Al Jazeera decidió sortear la censura de los regímenes autoritarios utilizando los videos amateur disponibles en internet durante la Primavera Árabe.

Aunque los medios audiovisuales toman cada vez más fuerza, los blogueros han sido una pieza clave para informar durante las movilizaciones y sortear el discurso de los medios tradicionales que ostentan la hegemonía de la información; sin embargo, muchos de ellos se exponen a las penas de la censura mediática de algunos países, como es el caso del bloguero Raif Badawi, condenado a 10 años de prisión y 1.000 latigazos en Arabia Saudí.

La irrupción de las redes sociales, sumada a la llegada de teléfonos móviles dotados de cámara, hacen posible que los periodistas y ciudadanos puedan saber qué está sucediendo allá donde los medios no están presentes o donde los gobiernos imponen la censura. «La revolución no será televisada, pero sí tuiteada», sentenciaba el bloguero egipcio Wael Ghohi dos días antes.

«La censura en internet es el pan nuestro de cada día desde que Erdogan gobierna Turquía», declara Deniz, una joven turca miembro del medio alternativo Haziran Hareketi, que ahora vive en París pero que desempeñó un papel activo en la revolución de la plaza Taksim de Estambul. Deniz explica que el presidente Erdogan impone la censura ante cualquier problema que pueda cuestionar la gestión de su Gobierno. No obstante, los turcos siguen encontrando la forma de denunciar los excesos y atropellos del régimen que controla el país desde hace trece años, a pesar de los frecuentes bloqueos de las redes sociales en el país. Tan solo entre 2012 y 2015 Erdogan pidió formalmente a los responsables de esta red social que bloquearan 6.673 tuits.

Deniz, que no facilita su apellido por miedo a represalias, participó en una campaña que denunciaba la violación de 45 menores de edad en la Fundación Ensar, ligada al Gobierno turco y financiado por Turkcell, principal operador de telefonía en el país. A través de Twitter miles de turcos, entre ellos Deniz, relataron las violaciones sistemáticas en este centro social y lograron que 600.000 clientes de Turkcell cambiaran de compañía telefónica. «Este es el poder de las redes y los medios sociales», dice Deniz sin esconder su orgullo mientras espera fecha para su juicio por haber promovido la campaña en Twitter bajo el hashtag #TurkcellSupportsRapists (Turkcell apoya a violadores).

La otra cara de las redes sociales. «El cambio social no tiene que ver con las herramientas, sino con la aplicación de esas herramientas», opina Ben Rattray, fundador de la plataforma de peticiones online Change.org, en referencia a las redes sociales. Internet pone a disposición de los ciudadanos un sinfín de posibilidades para organizar, comunicar y ampliar acciones. Las últimas filtraciones de documentos secretos dieron lugar a escándalos que implicaron directamente a los principales poderes fácticos, desde gobiernos a grandes empresas e instituciones financieras internacionales. Entre las consecuencias más visibles de las sucesivas filtraciones de Wikileaks está la revolución de la plaza Maidán de Kiev, capital de Ucrania. En 2014, varias filtraciones pusieron contra la pared a Víktor Yanukóvich, por entonces presidente de Ucrania, al desvelar las facturas astronómicas que el líder ucraniano abonaba con dinero público para satisfacer su adicción al lujo en un país aquejado por una profunda crisis económica. La indignación de las redes y la calle contra el Gobierno de Yanukóvich, afín a Rusia, dio lugar a una movilización sin precedentes que le obligó a huir a Moscú.

Nuevos riesgos. Sin embargo, la llegada de las herramientas digitales viene aparejada con nuevos riesgos como las censuras y los posibles abusos de la virtualidad que, en ocasiones, pueden resultar contraproducentes para la movilización ciudadana. Michel Hanna, miembro del think tank estadounidense Century Foundation, se opone a la imagen idealista de los medios sociales como herramienta para la movilización de masas, debido a que considera que «reaccionarios, islamistas y todo tipo de políticos también usan las redes sociales». Una prueba del uso de redes para fines violentos fue el atentado de París que costó la vida a 137 personas en noviembre de 2015. Salah Abdeslam, uno de los cerebros del triple ataque en la capital francesa, aprovechó el enorme caudal de mensajes de Twitter para comunicarse con otros terroristas en la noche de los atentados. La otra cara de la moneda es que aquella trágica noche los parisinos utilizaron Twitter para ofrecer sus casas a quienes se encontraban en la calle.

Julien Azam, autor de varias obras sobre el impacto social de Facebook, habla de la alienación ligada a la tecnología y del riesgo de «virtualización y artificialización» de la lucha social debido al uso excesivo de redes como Twitter que, en ocasiones, podría estar llevando a que muchas personas se contenten con compartir mensajes en internet en lugar de defender sus derechos en la calle, las urnas o el día a día. Sin embargo, el youtuber Ludovic Torbey considera que «siempre hubo lo que se denominan los simpatizantes, que están de acuerdo pero que no participan en la calle, tal vez porque no tienen tiempo o porque viven lejos». Para él , las redes sociales no son un motivo de desmovilización, sino al contrario, «nunca antes había habido un poder de convocatoria tan fuerte y tan rápido», afirma.

Sin embargo, Emma, activista del 15-M Barcelona, reconoce que «los militantes más antiguos ven que las estructuras han cambiado y a veces hay problemas porque no saben usarlas». Esto es lo que se denomina la «brecha digital», es decir, el riesgo a que las personas sin presencia en el cibermundo o que no estén acostumbradas a usar herramientas informáticas se sientan excluidas de los movimientos sociales. Emma advierte además que es necesario tomar consciencia del poder de estas herramientas para «aprender a usar canales seguros y a protegernos».

Francisco Jurado no cree que las redes les resten potencial a las calles, pero sí protagonismo. «Es lógico, porque pasamos mucho tiempo en la red, incluso cuando estamos en la calle». Este investigador añade que hay riesgos inminentes debido a las reformas legales que «buscan minar el efecto movilizador» de las redes sociales. «La posibilidad de encausar a tuiteros por el contenido de sus tuits o por convocar manifestaciones en las redes, o la tipificación de los ataques DDoS (ataque que inutiliza una página web) son un claro ejemplo».

Las grandes empresas siguen dominando el mundo de las redes sociales, a pesar de la existencia del software libre; es decir, sistemas informáticos con código abierto basados en la transparencia y el trabajo colaborativo. Twitter, Facebook, Instagram o Tumblr son propiedad de multinacionales que enfrentan la revolución digital como una espada de Damocles en la que, «si los usuarios perciben limitaciones, pueden optar por cambiar a otras redes sociales, mientras surgen presiones de los gobiernos para que se permita rastrear perfiles y conversaciones», explica Jurado, quien además considera el software libre como una alternativa «si algún día las herramientas hegemónicas no nos permiten realizar este tipo de activismo político».

En menos de una década, la humanidad vio cómo surgían movilizaciones innovadoras y relativamente organizadas en países tan diferentes como Turquía, Estados Unidos, Grecia y Chile. Se ha vivido una revolución instrumental en términos de globalización de la información, horizontalidad de las comunicaciones y masificación de las movilizaciones. Para Francisco Jurado, es probable que aparezcan nuevos movimientos ciudadanos apoyados en las redes sociales. Estos podrían alcanzar, además, mayor amplitud si consideramos la exitosa experiencia de movilización global del pasado 15 de mayo, en la que se implicaron más de 500 ciudades de todos los continentes y donde todo fue coordinado por redes. El futuro y el alcance de las posibles revoluciones sociales está por ver, pero lo que está claro es que los pilares de la comunicación global tejida en forma de redes ya se han establecido.

 

PERISCOPE

Usuarios globales:

2.000.000.

El 3 de abril, cuando el movimiento tan solo tenía cuatro dias de vida, se alcanzó una cifra superior a las 80.000 personas conectadas a las emisiones de Periscope de las movilizaciones.

 

FACEBOOK

Usuarios globales:

1.650.000.000.000.

Tras cinco días de movilización la cuenta de Facebook de la Nuit Debout alcanzó

los 27.000 seguidores; hoy ya tiene más de 170.000.

 

TWITTER

Usuarios globales:

310.000.000.

La cuenta de Twitter del movimiento ganó 15.000 abonados en los primeros días y actualmente cuenta con más de 48.000.