Miren Sáenz

La bandera de la concha también es cosa de mujeres

La Bandera de La Concha es algo más que una competición deportiva al uso. Sus 122 años de existencia la han convertido en leyenda. Nadie es capaz de imaginar un setiembre en Donostia sin esas regatas que han pasado a formar parte de la cultura, la diversión, la fiesta y la historia. Hasta hace diez años el protagonismo en el agua era cosa solo de hombres, ahora también de mujeres.

Las mujeres cumplen diez años participando en la Bandera de La Concha, la competición de banco fijo más importante de la temporada, la regata qué más se ve y se siente, la Olimpiada del remo, la cita que agota los calificativos y todos quieren ganar: remeros, directivos y aficionados. La prueba de traineras más prestigiosa del Cantábrico nació en 1879 llegando a celebrar 112 ediciones solo con hombres, hasta que en 2008 se derribó otra barrera cuando surgió la bandera femenina. 7K ha cambiado impresiones con seis remeras: Maialen Arrazola, Andrea Oubiña y Ane Pescador, de San Juan Iberdrola; Elixabete Pescador y Cristina Tacu, de Hibaika Jamones Ancín; e Itziar Olasagasti, de Orio Babyauto. La mayoría de ellas han vivido este deporte desde el principio, por lo que son las más experimentadas de una disciplina emergente a la que aún le queda camino por recorrer y aspectos por definir.

Con las manos endurecidas, las espaldas a veces doloridas y algún ojo tocado a causa de un golpe en plena competición, su ilusión puede con esos gajes del oficio a sabiendas de que el remo es su afición, pero no su profesión porque de esto «no se puede vivir». Por eso las seis trabajan y algunas, incluso, lo compaginan con los estudios. Hay una ingeniera, una profesora de primaria, una enfermera, otra que trabajaba en un McDonalds y lo dejó por la campaña de verano mientras estudia Educación social, o quién se está sacando el título de monitora deportiva. Es evidente que no han descuidado la parte que les da de comer, al contrario, la han priorizado y aún así afrontando jornadas laborales normales consiguen cuadrar horarios y robarle tiempo al día para entrenar, algo imprescindible en el deporte para avanzar y obtener resultados.

Casi todas comenzaron a los 12 años, crecieron entre bateles y se convirtieron en pioneras de la prueba reina, la trainera, que hasta hace una década solo existía como competición en categoría masculina.

Todo empezó con aquella regata femenina en la Expo de Zaragoza, organizada en el río Ebro en junio del 2008, en la que se enfrentaron Gipuzkoa contra Bizkaia coincidiendo con el denominado “Día de Euskadi”. Tres meses después, algunas de aquellas chicas y otras más cruzaban la frontera hacia la trainera en el escenario más prestigioso, la bahía de la playa de La Concha.

Tras un verano en el que se entrenaron lo justo para acoplarse –nada que ver con la planificación que se estila en la actualidad– ocho traineras se presentaron en la cita que reparte pasiones por igual entre participantes y aficionados. De aquella primera edición recuerdan un mar salvaje, el desconocimiento ante una situación nueva y la ilusión. Las previsiones meteorológicas eran desalentadoras: «Mar de fondo del noroeste, con vientos de hasta 25 kms/hora y olas superiores a los tres metros de altura que provocarán marejada y zonas de mar gruesa». Pero ni siquiera una condiciones difíciles impidieron que aquel 13 de setiembre las mujeres entraran en La Concha de la mano de cuatro tripulaciones vascas –Hondarribia, Tolosa, Getaria-Zumaia y Arkote–, dos catalanas, una cántabra y una gallega, ninguna de las cuales ha logrado superar esta década en el mar.

«Nunca nos habíamos enfrentado a ningún equipo, era la primera regata. Fue todo muy de repente y un poco caos, aumentado por la marejada del sábado en la clasificatoria y las olas del domingo. Pero la alegría por ganar fue inmensa», recuerda Andrea Oubiña, que tenía 17 años y formó parte de aquella Galicia victoriosa, patroneada por Laura Hermo e integrada por remeras de Meira, Cabo da Cruz y Chapela, de las que en activo quedan pocas.

Oubiña es una de ellas y, además, la más laureda con un palmarés sin parangón. Lo adornan siete «Conchas» y amplias posibilidades de sumar hoy la octava para mantener así su condición de invicta en la gran cita donostiarra donde, curiosamente, siempre que ha llegado a la final ha ganado. Además suma cinco Ligas Euskotren de la ACT. No es de extrañar que sea una de las escasas remeras con una extensa ficha en wikipedia. Las primeras banderas las consiguió con tripulaciones gallegas, las últimas con la elástica rosa de San Juan Iberdrola después de que, en 2015, el entrenador Juan Mari Etxabe la fichara para la tripulación vasca más puntera.

La embarcación de Pasai Donibane se ha convertido en las últimas temporadas en la gran dominadora, como demuestra su cuarto título liguero ACT en donde se ha impuesto en siete de las ocho regatas, además de en la Liga guipuzcoana, pese a la competencia de Hibaika y Orio, que se sitúan a continuación con bastante diferencia respecto al resto.

Pero La Concha es «especial», y así lo reconoce esta pontevedresa de El Grove, que ya había asistido como espectadora, comprobando a pie de calle el ambiente que genera esta regata en contraste con esa Galicia donde manda «el fútbol y solo te siguen tus familiares, mientras aquí hay pueblos en los que el remo es lo primero, la gente sigue la competición y está muy informada», señala Oubiña.

Diferencias económicas. En su opinión, la introducción de las traineras femeninas se hizo «demasiado rápido y aún queda mucho para llegar a la altura de los chicos». Se refiere especialmente a las diferencias económicas en un deporte del que pocos remeros y ninguna remera pueden vivir y en el que los premios se reparten entre los traineras en función de sus resultados. «Creo que se nos exige tanto como a ellos, porque incluso hacemos entrenamientos más duros que muchos chicos, pero no se nos recompensa igual. Digamos que un equipo masculino se impone en dos regatas y se lleva bastante más que nosotras ganando la Liga Euskotren. Al final, cada una de nosotras ganándolo todo es difícil que consigamos más de mil euros, mientras que ellos, por regata, se llevan más del triple. Nosotras tenemos que trabajar en otras cosas», señala Oubiña.

En el capítulo de premios, La Concha paga mejor, aunque la diferencia entre ambas categorías sea evidente. El Ayuntamiento, organizador de la regata a través de Donostiako Festak, ha destinado en esta edición 69.000 euros para la categoría femenina y 83.000 para la masculina. A las campeonas les esperan 15.000 euros, 3.000 más que en 2016, mientras los vencedores obtendrán los mismos 24.000 que el año pasado. Eso sí, desde el cuarto clasificado los premios son idénticos en ambas categorías, aunque no la competencia puesto que la clasificatoria masculina es más voluminosa y admite a 24 embarcaciones, mientras a la femenina de las trece convocadas salieron doce porque Castreña no tomó la salida.

Maialen Arrazola, entrenadora y remera de San Juan, opina que dado el número de aspirantes las mujeres lo tienen mejor. No es que reniegue de la discriminación positiva en pro de la igualdad, pero cree que en esta competición legendaria ellas juegan con ventaja. «En categoría masculina hay grandes remeros que igual no van a poder remar La Concha en su vida, mientras las chicas lo tenemos más fácil y alguna que no tenga un gran nivel puede conseguirlo todas las veces que quiera», asegura.

No es su caso. Participó en la I Bandera de La Concha, cuando San Juan se alió con Hondarribia. «Había muy mala mar, pero recuerdo la emoción de la rampa y vivirlo desde dentro después de vivirlo desde fuera». Los tres últimos años, igual hoy por cuarta vez, Arrazola ha estado en el lugar más deseado, subiendo al barco para recoger la enseña blanca y desparramar el cava. Suma, además, cuatro Ligas ACT, por lo que los éxitos cosechados en San Juan han deparado que últimamente sean las mujeres las que lleven los trofeos a Pasai Donibane en un club de peso en el mapa vasco.

«El pueblo lo vive mucho y te dan fuerzas para seguir trabajando». Hija y esposa de remeros, su padre hubiera preferido que jugara al baloncesto por evitarle los rigores de la disciplina, pero la chavala salió remera hasta de banco móvil participando en Mundiales y Europeos y en los últimos tiempos ha ampliado sus responsabilidades asumiendo el papel de entrenadora, que comparte con Anartz Gereño.

Desde esa doble función ha comprobado que «poco a poco la gente se va dando cuenta de que las chicas también entrenamos y estamos dando un nivel. Como entre las de arriba tenemos igualdad, las regatas cada vez son más emocionantes».

Hermanas y rivales. Lo saben bien las hermanas Pescador, que bromean con que en su casa familiar siempre hay algo que celebrar: Si no gana Ane, lo hace Elixabete. La primera, de 25 años, tiene tres Conchas y cuatro Ligas Euskotren, todas con San Juan; la segunda, de 35, se ha llevado el Campeonato de Euskadi y alguna que otra regata como integrante de Hibaika. Ambas han aprendido a gestionar la rivalidad de competir en las dos traineras más punteras.

Sus resultados son la recompensa al esfuerzo de esos inviernos de pesas, ergómetro, ejercicios isométricos, fines de semana de banco móvil o descensos con botes pequeños y a esos veranos de exigente preparación en el agua que realizan todas las tardes de la semana, salvo un día de descanso y los de competición. «Este es un deporte muy duro y hay que cuidarse un montón. En los últimos años ha subido el nivel de competición porque la preparación es mejor y se va adaptando a nosotras. Ahora hay más afición y a las chicas se nos toma más en serio», insiste Ane, que no encuentra demasiadas diferencias con el entrenamiento masculino, salvando las distancias más largas para las pruebas masculinas.

«En premios ganamos mucho menos que los chicos, pero poco a poco espero que eso vaya cambiando. Nos dicen que si remamos la mitad de metros tenemos que percibir la mitad de euros, pero tampoco nos han dado a eligir la distancia. No creo que tuviésemos ningún problema; de hecho en trainerillas hacemos 3.500 metros y en traineras, 2.768», especifica la de Errenteria.

Cuestión de formato. Elixabete tampoco duda de su capacidad para tirar millas pero prioriza otros aspectos, empezando por crear una base estable en el incipiente remo femenino y mejorar tendencias como potenciar las regatas por tandas y dejar de abusar de las contrarrelojes siempre que el campo lo permita. También en esto el consenso es general, porque la crono es una pelea contra uno mismo y probablemente la fórmula más justa para una clasificatoria por eso de la igualdad de condiciones, pero en el formato por tandas se capta la lucha entre embarcaciones.

«Cuando es contrarreloj porque hay que salir de uno en uno, pues muy bien. Pero cuando el lugar da para tandas queda mucho más vistoso hacerlo en calles. A veces da la sensación de que a las mujeres nos meten donde menos estorbemos. Hay muy pocas regatas que se balizan para las chicas. Este año se han hecho un par en Donostia, otra en Bilbo y en Ondarru, donde solo participamos nosotras. Por parte de los clubes veo que hay ganas, que están apostando por nosotras. Cuando empezamos nadie pensaría en un mes de julio en el que hemos hecho doce regatas», reconoce.

Y es que las mujeres, al margen de esa Concha que dura tres días, se han ido bregando en otras competiciones que les ocupan el verano aunque no tengan la misma visibilidad. «Es una suerte poder participar en una liga que se retransmite por televisión, pero en Euskotren solo estamos cuatro traineras y se nos queda un poco corta». Luego está la Liga guipuzcoana –en la que participan Gipuzkoa, Bizkaia y Cantabria– pero le pasa como a las otras categorías del remo: que parece que no existe», comenta Elixabete.

La oreretarra pertenece a un club modesto y siente un enorme respeto por el trabajo de sus compañeros. Lo saca a relucir cuando se le recuerda que en Hibaika las chicas están en la máxima categoría y los chicos en ARC-2, la tercera división, con aspiraciones de subir. «La creencia popular es que solo existen los equipos de ACT y punto, los que salen en la tele. Y no es así. Un remero para llegar allí necesita un gran rodaje. Sin lo de abajo no existiría lo de arriba. Es el trabajo de todos, en esto sin el equipo no eres nada».

Conviviendo con el recordman. A Itziar Olasagasti le ocurre lo contrario. Es de Orio y milita en el club que ostenta el récord de victorias de La Concha. Con 31 banderas en la vitrina no es de extrañar que se hayan sentido a la sombra de los aguiluchos. Hace siete años empezaron de cero con diez juveniles para completar los catorce asientos pero cada año lo dejan cinco y entran otras tantas, lo que dificulta conformar el bloque. La continuidad es esencial en el deporte. En los últimos tres años, a bordo de la Txiki, han logrado situarse entre las cuatro primeras y callar unas cuantas bocas.

«Los comienzos nunca son fáciles», dice mientras rememora sin perder el humor las “perlas” con las que les obsequiaba algún “incondicional”: Han oído cosas como estas: «No vais hacer nada», «No tenéis ni p… idea», «Esa pegatina la tenéis mal», «Esa está gorda»... «Ahora nos apoyan y siguen lo que hacemos. En fin. A la afición hay que ganársela, es emocionante cuando han bajado a la rampa a recibirnos, incluso cuando los chicos compiten después», cuenta la aguilucha.

Olasagasti proviene de una familia vinculada a este deporte en varias de sus facetas: su abuelo y su tío remaron, mientras que, tanto por vía materna como paterna, sus familiares han pertenecido a la directiva de Orio. Ella lleva dieciséis de sus 28 años remando y demostrando su polivalencia –actúa de proel, de estribor o de babor– hasta el punto de que en su casa le dicen que, cuando enchufan la televisión, nunca saben dónde encontrarle. La oriotarra ha participado en todas las clasificatorias de La Concha e incluso en aquellas primeras ediciones en las que remeras de distintos clubes se unían a otras traineras. Así, por ejemplo, en 2008 se subió a la de Tolosa y, en 2009, a la de Getaria-Tolosa para acceder a su primera final y quedar tercera.

La oriotarra retrocede en el tiempo, a aquella primera clasificatoria «con aquel mar en la que hubo chicos que no salieron a entrenar. Dijimos ‘estamos aquí y podemos’ y así empezó todo». Diez años después considera que la evolución en la cita donostiarra es evidente: se ha igualado con los hombres en el formato, en participación en los días grandes e incluso se ha aumentado la cuantía de los premios.

¿Y qué opina de qué las distancias sean la mitad? «Creo que en el futuro seremos capaces de hacerlo, pero veo el inconveniente de los grupos con juveniles. Sí ya es difícil juntar a 17 personas para sacar una trainera, si vamos a remar el doble necesitaríamos juntar a 20 o 22 chicas para prevenir lesiones, hacer rotaciones… Si cada fin de semana tenemos que remar 24 o 25 minutos, de momento, lo veo complicado. Y la televisión, ¿daría otra media hora más de emisión? O las mareas ¡Si ya tienen problemas para hacer tres tandas masculina y una femenina! Es la pescadilla que se muerde la cola, porque quizás entonces no habría muchos equipos».

Alegra oir, sin embargo, que otras traineras vascas intentan meterse en la pomada. «Cuesta ganar, las demás también van para arriba. Y luego están Arraun, Hernani o Deusto, que empiezan a apretar. No es como el año pasado que del cuarto al quinto había unos cuantos segundos. Esto es bueno para el deporte, porque ayuda a no estancarse y para el espectador, ya que mejora el espectáculo. También que no gane siempre la misma».

Sobre todo si se trata de La Concha, el sueño de cualquier remero vengan de donde vengan. Lo dice Cristina Tacu, que ha reforzado la trainera de Hibaika cedida por Camargo y está viviendo su primera temporada en una embarcación vasca. Nacida en Moldavia hace 22 años, recaló en Astillero hace una década, cuando su padre se trasladó a Cantabria por motivos laborales y se trajo a la familia. En la típica actividad de multideporte escolar podía haber elegido el judo, que es además el deporte nacional en su país, pero se decantó por el agua y terminó en el club local. Posteriormente recaló en Camargo y este verano ha reforzado a la Madalen y se ha quedado sin el viaje a Dozieni, el pequeño pueblo del que proviene y al que los Tacu regresan para pasar el mes de vacaciones.

Todo sea por la Olimpiada del remo que ella está viviendo de otra manera. Cuando se instaló en Errenteria «andaba un poco desubicada porque cuando vas a un sitio nuevo hay que conocerlo y también algo perdida por el euskara –se ríe–, pero las compañeras son geniales, te lo explican todo y, al final, hasta aprendes cosas nuevas. A mí, como me gusta, voy aprendiendo poco a poco», asegura Tacu que habla moldavo, castellano, algo de ruso e inglés básico. Después de haber peleado en la clasificatoria en las tostas de Meira y de Santoña, ha alcanzado por primera vez las jornadas decisivas. «Es impresionante. Viéndola desde fuera te pone la piel de gallina, por el ambiente y por todo. Así que imagínate dentro», responde.

Definitivamente las mujeres ya están dentro de La Concha y una exposición fotográfica quiere dar constancia de ello. Se puede ver en la donostiarra Plaza Ramón Labayen donde, en una docena de paneles, cuentan una pequeña parte de ese recorrido en femenino.