Iñaki Zaratiegi
erótica y libertad femenina en la madurez

«El cuerpo de las mujeres es un enorme campo de batalla y negocio»

Conserva Anna Freixas Ferré (Barcelona, 21 de julio de 1946) su acento catalán, aunque lleva más de tres décadas viviendo y desarrollando su labor profesional de especialista en Psicología Evolutiva en la Universidad de Córdoba. La catedrática, ahora jubilada, y notable gerontóloga feminista ha entrevistado a más de setecientas mujeres para su nuevo libro “Sin reglas. Erótica y libertad femenina en la madurez’” (Capitán Swing) y ha corroborado que no existe la llamada disfunción sexual femenina, que con la edad el sexo de las mujeres puede tener menos práctica pero más disfrute o que no se identifica obligatoriamente con el coito. Desmonta el macronegocio farmacéutico y médico con las féminas de edad y concluye que tras los sofocos del climaterio hay mucha vida placentera. Militantemente activa en lo personal y social y luciendo sus sabias canas, Anna Freixas conserva también una envidiable energía intelectual. Su reciente y quinto libro se añade a “El cambio en la vida de las mujeres”, “Mujer y envejecimiento”, “Nuestra menopausia” y “Tan frescas”.

“Sin reglas” lo ha elaborado con 729 encuestas a mujeres mayores de 50 años. Se trata de una inmersión en profundidad a la silenciada y hasta ocultada realidad sexual y social de la post menopausia de unas generaciones que nacieron en plena era reaccionaria del franquismo en una sociedad que no conoció la aprobación de la separación escolar de niños y niñas en la escuela mixta hasta el año 1970 y la ley de divorcio hasta 1983.

La notable gerontóloga feminista conversa con simpático humor o firme energía, según el guion, en una charla en la que se cuela hasta la comparación entre los obispos Munilla y el de Córdoba, Demetrio Fernández González: «Casi os cambiaba yo al vuestro por este, que se dedica a soltar barbaridades contra la libertad sexual o los gays [con perlas como que hay que rezar más en vacaciones para sofocar las tentaciones estivales o que la Unesco habría concebido un plan para que la mitad de la población mundial sea homosexual] y con el que tenemos la bronca de la mezquita árabe» [consagrada como catedral católica, a 10 euros la entrada y 40 la visita guiada].

Hablando en modo políticamente correcto, usted sería una mujer madura. ¿Nos da miedo decir viejo o vieja?

No me gusta mucho lo de maduro, porque ¡qué miedo hay a llamar a las cosas por su nombre! Somos viejas o ancianas, y ya está.

¿Hacerse mayor, vieja, es una suerte o desgracia?

¡Una suerte total! Ahora estamos viviendo una media de treinta años más. La desgracia sería haberla palmado antes, ¿no?

Pero socialmente sigue primando lo joven.

Los mandatos de la belleza, y el principal es el de la juventud, designan como feo al cuerpo mayor. Se valora a las jóvenes o a quienes lo pare zcan aunque no lo sean. Eso genera insa tisfacción corporal en las mujeres mayores, lo que las lleva a autoli mitarse.

Recuerda usted que la creadora alemana Leni Riefensthal aprendió submarinismo a los 72 años y lo practicó más allá de los 90. Hace unos días una abuela sacó el carné de conducir a los 84 y se cayó a un pozo. ¿No hay que pactar normas y límites para la gente mayor?

¿Que alguien se saque el carné a los 94 años y se vaya a un barranco? ¿Por qué no? Si le apetece, ella verá. ¿Se lo tenemos que prohibir?

Los viejos y viejas están en lucha.

Sí, han salido a la calle por sus pensiones. Muchas mujeres jubiladas son aún más precarias al haber tenido opciones afectivas y personales (cuidados gratuitos) que no cotizaban.

Con la mayor incorporación de la mujer al mundo laboral y los trabajos desestructurados, la crisis… muchos abuelos (especialmente abuelas) son niñeros obligados de sus nietos.

Hay incluso hijos que abusan de los mayores como mano de obra experta y gratuita. Y el Estado se ahorra también tener que subvencionar esos cuidados.

«Sin reglas», su último libro se centra en la sexualidad de las mujeres mayores. ¿El silencio habitual sobre lo sexual se espesa más cuando se trata de mujeres post menopaúsicas?

Es que hemos tenido todos los años del franquismo, y ahora los gobiernos del PP, con una moralidad que silenciaba las necesidades que tenemos como mujeres. Y la Iglesia, que en vez de controlar la sexualidad de los suyos controla la de los demás y pone muy difícil el hecho de que mujeres y hombres mayores puedan vivir una erótica satisfactoria.

El trabajo con esas más de setecientas encuestas refleja que el deseo de la mujer no desaparece tras los 50. Que en todo caso disminuye la frecuencia, pero mejora el disfrute.

Todo el libro son opiniones de esas mujeres encuestadas. Lo que yo he hecho es poner un altavoz para que hablemos y podamos compartir éxitos, fracasos, temores… Hacer visibles esas realidades.

¿Se asocia menopausia a decrepitud?

Asociar menopausia con decrepitud es una forma de expulsar a las mujeres mayores de la vida social, de la visibilidad. La menopausia es un tiempo de crecimiento, no de declive.

Su estudio corrobora que ese cambio no anuncia una disfunción sexual y que, en la post menopausia heterosexual, desaparece el riesgo de embarazo y la necesidad de anticonceptivos dejando más espacio al placer.

Es que muchas mujeres adquieren en ese momento de la vida un mayor dominio de su cuerpo y de su sexualidad. Pasan de una sexualidad más pasiva y subordinada al placer masculino a una erótica más implicada y activa. Son capaces de poner límites a la relación, son mucho más agentes de su propia sexualidad, capaces de decir sí o no y cambiar las reglas de juego con su pareja. Quieren una sexualidad más sensualizada y pausada.

Pero frecuentemente es un momento de mayor soledad por las separaciones, la viudedad… y no es tan fácil salir a encontrar una nueva relación. ¿Con qué instrumentos personales y sociales pueden contar para conseguirlo?

Las mujeres nos autolimitamos mucho y pensamos que a esa edad ya no nos corresponde la sexualidad, tenemos miedo a las reacciones de nuestro hijos, a que tengamos unos deseos inapropiados. Pero para muchas mujeres que hacen el esfuerzo de “ponerse a tiro” es difícil, pero no imposible. En el trabajo de las encuestas salen iniciativas como salir de casa, participar en activi dades lúdicas, ir a fiestas, salir a cenar, viajar, hacer senderismo, hacer cursos, jornadas y actividades de formación o de carácter profesional… Pero yo no tengo ninguna solución: el libro plantea cuestiones y dudas y tiene como objetivo que, a partir de ahí, se hable y cada uno encuentre un camino para resolverlo o no lo encuentre.

La novedad es internet, un vehículo de mucha utilidad y privacidad para la gente mayor que busque un nuevo horizonte afectivo-sexual.

Internet ha sido algo grande para todo el mundo como espacio de exploración de nuevas rela ciones. Y, efectivamente, no solo para los jóvenes porque da facilidades: tienes mayor privacidad y te permite encontrar relaciones que igual ni te habías planteado porque te costaba salir de casa.

Parece que en esa época se dan cambios en la concepción de la pareja.

Puede ser momento de cambios, sí. Muchas prefieren parejas esporádicas con alguien que tenga casa propia como ellas. Alguien con quien salir, más que alguien con quien entrar en casa. Las encuestas muestran también una mayor libertad de acercamiento al lesbianismo. Y el autoerotismo lo practican mujeres de todas las edades.

¿Una dificultad mayor para el placer de una mujer de edad es el tópico que identifica sexualidad femenina con estar siempre disponible para el coito?

Así es. Y las mujeres reclaman una mayor sensualidad. A lo largo de la vida se van renegociando los términos de la relación y una de las claves para las mujeres es conseguir ser dueñas de su cuerpo. Es lo que ha aportado el feminismo, que ha abierto las puertas a una autonomía afectiva y sexual de la mujer.

¿Se ha supuesto aquello de que los hombres madu ran y son activos (maridos, amantes, puteros, viejos verdes…) mientras las mujeres envejecen?

Pura realidad, sí. Ha habido históricamente un doble código sexual. La idea de que los hombres tienen una necesidad perentoria, incontrolable, como si fuesen toros, y que las mujeres estaban para complacer esa necesidad. Ya lo decía Rousseau: ‘El destino de las mujeres era hacer felices a los hombres’. A lo largo de la vida, el hecho de que haya esa longevidad y ese avance del dominio de las mujeres sobre su propia vida ha repercutido sobre una sexualidad de las mayores, que parecía no existir y que ahora se visibiliza.

La sociedad en general, y el entorno cercano de hijos y familia en particular, suelen mirar mal y hasta vetar las aventuras sexuales de sus mayores.

Esas reacciones de los hijos no son inocentes porque muchos tienen intereses importantes: temen que el padre o la madre puedan tener una historia que ponga en peligro algo de su dinero, la herencia y cosas así que están por debajo de esa forma de seudo amor del ‘yo cuido de ti, pero te impido que tengas vida propia, que salgas y tengas relaciones’.

Muchos hijos («nuestra puri tana prole», dice usted) no vieron con buenos ojos su propio cuestionario a mayores para este libro.

En general, hijos e hijas tienen una mezcla de amor y control.

Se trata de una generación post revolución sexual; en teoría, menos puritana.

Yo lo llamo puritano por ser amable, pero ya he dicho que hay muchos intereses. No es tanto puritanismo como que no les apetece que sus madres o padres tengan una vida que ellos no controlan, porque temen cosas. No les gusta que el padre se eche una novia, pero mucho menos que la madre se eche un novio.

Señala también que las residencias de ancianos no están diseñadas para que haya facilidad de contactos.

Hay una falta de respeto a la libertad individual y una pérdida de autonomía y privacidad. Pero en el mundo sí que hay residencias en las que se facilitan las relaciones. Como digo en el libro, no tenemos necesidad de piel. La tenemos todos y es el mayor y más extendido órgano sexual. ¿Qué mal hay en que una persona pueda tener un contacto con otra? Comento el fantástico libro “Nosotros en la noche” [de Kent Haruf, del que hay película con Jane Fonda y Robert Redford] donde una mujer mayor se acerca a su vecino y le invita a pasar la noche juntos. Él se queda con los ojos a cuadros y ella le aclara que no habla de sexo sino de conversación, de compañía. Es precioso cómo se desarrolla esa relación. Y un libro tan chiquito parece un tratado, porque ahí aparecen los hijos y se ve su actitud: no están por la labor.

Los medios de comunicación no ayudan mucho al caricaturizar la sexualidad entre mayores.

Volvemos a los cuarenta años de franquismo más no sé cuántos del PP, que no se saltan muy fácilmente. Esta sociedad tiene un problema con el ‘sexo mandamiento’ y es tarea de todos normalizar todo eso, darle carta de naturaleza. También digo en el libro que no me apetece la idea de que todas debamos ser muy sexuales. Podemos ser unas viejecitas asexuales tan contentas; somos muchas y muy diversas y cabemos todas. No puede convertirse tampoco en un mandato.

El franquismo es el penúltimo peso sobre las mujeres porque la presión de la Iglesia viene de mucho más lejos.

Pero todo lo que ha supuesto la educación del franquismo para todas las mujeres de mi generación y las que aparecen en el libro ha sido un horror. Sobre todo por la definición de la feminidad como buena esposa y buena madre, todos los premios de Franco a la familia… Eso no se lo salta fácilmente un galgo.

Se ha medicalizado la salud y en consecuencia el envejecimiento. ¿La industria crea un temor interesado contra procesos o estados del ciclo vital?

Desde que nacemos, el cuerpo de las mujeres es un enorme campo de batalla y negocio. Somos las pobres del planeta y, sin embargo, somos las mayores víctimas de la industria de la moda, de la industria farmacéutica, de la clase médica, de la estética, la cosmética… Somos un enorme negocio y, cuando dejamos de tener hijos y empezamos a hacernos mayores, somos otro nuevo negocio con la menopausia, con la búsqueda de una píldora para el deseo que ellos mismos han reconocido que es su gran fracaso.

Hay otro libro reciente sobre la menopausia, en el que sus autoras proponen formas de intervención como terapia hormonal sustitutiva, láser vaginal, cirugía de la zona vaginal, tratamiento hormonal…

Más de lo mismo. Es seguir engañando y arruinando a las mujeres. Además de enfermando. Juegan con el misterio de la menopausia para inducir a las mujeres a medicarse. Hace muchos años que se demostró que la terapia hormonal sustitutiva genera más problemas que soluciones. Es una forma de incitación a la enfermedad: convencer a las personas sanas de que si no toman determinados tratamientos pueden ponerse enfermas. Tenemos que estar alerta, poner límites y decir no a todo este bombardeo.

Acusa al sistema de promover el «envejecimiento activo», de mantener a las personas mayores como consumidoras de todo tipo de productos y servicios inútiles, y defiende que la vejez exige también reflexión, no actividad agotadora.

Envejecer activamente es importante, pero no es la única receta: hay que envejecer con actividad, pero también con confort y teniendo tiempo para nosotras, para pensar, reflexionar, mirar las cosas con tranquilidad.

Pero usted misma parece que no para; hasta canta en un coro.

A mí me da, tengo mucho tiempo para mí. Y además, ir al coro, cuidar las plantas y todo eso me da mucho espacio para pensar y para mirarme por dentro.

¿Este 8 de marzo ha marcado una inflexión feminista y ha habido un puente generacional?

Ha sido estupendo, un toque de atención importante. Intergeneracional sí, muy bonito y también muy interesante.

¿Veremos en las manifestaciones a mujeres maduras con pancartas de «Ya no tengo la regla y ya no tengo reglas»?

Bueno, a ver, a ver…

En el libro anterior escribió: «Cerramos la fábrica y abrimos el parque de diversiones». Y esta nueva obra vuelve a destilar optimismo. ¿La risa es la clave?

La risa es nuestra gran arma. Cuando las mujeres ríen se reconocen libres y vinculadas. Muchas veces es la única salida que tenemos para no cabrearnos demasiado, que es muy malo y no vale la pena. Yo les decía siempre a mis alumnos que es mejor plantear todo en clave de humor y dejar un poco en ridículo a quien está defendiendo determinadas cuestiones. Porque o te cabreas o te ríes. Mejor reírte.