Enrike Zuazua
matemático
cons-ciencia www.enzuazua.net

Federalismo a vista de dron

Nuestra realidad política y social se podría también observar desde un dron y, si lo hiciéramos, seguramente veríamos matices que en el plano del suelo en el que vivimos pasan desapercibidos. El enfoque del dron podría aportar referencias útiles, desde la absoluta verticalidad y cercanía.

La mayoría de nosotros ni tiene dron ni lo ha usado nunca. Pero los vemos con frecuencia en películas y ya hasta en las jugueterías y, a estas alturas, nos hacemos a la idea de lo que con ellos se puede hacer. Un dron puede llegar en tiempo récord a lugares inaccesibles por cualquier otro medio, llevando un medicamento, un órgano a trasplantar, alimento o un arma letal. Puede, además, explorar territorios inaccesibles, gracias a sofisticados dispositivos de visión y escucha, ya sea con fines pacíficos o bélicos, de investigación o espionaje.

Un dron podría, por ejemplo, observarnos sin que nos diéramos cuenta, caminando por la calle y ver si nuestra camisa está bien planchada o los zapatos limpios.

Desde el dron ganamos perspectiva y velocidad, sin necesidad de movernos, de subirnos en un perezoso globo o en un ruidoso helicóptero o avión.

Nuestra realidad política y social se podría también observar desde un dron y, si lo hiciéramos, seguramente veríamos matices que en el plano del suelo en el que vivimos pasan desapercibidos. El enfoque del dron podría aportar referencias útiles, desde la absoluta verticalidad y cercanía. Enfocando bien podríamos incluso centrar la atención en los artículos de opinión que publica la prensa. De hacerlo repararíamos en los chorros de tinta consumidos por el debate de la reforma del Estatuto de Autonomía vasco, que viene de lejos y que encuentra su origen en la necesidad de dar salida a la siempre pendiente cuestión vasca.

Pero, sin duda, el ejercicio podría resultar particularmente útil para un observador exterior que, con esa nueva herramienta, podría escanear nuestra realidad política de manera más rápida y eficaz. No resultaría una tarea fácil en un entorno complejo y cambiante. Sin ir más lejos, no hace tanto que la independencia era una reivindicación frecuente, que luego dejó paso a la autodeterminación y más tarde al derecho a decidir. Pero ya poco se habla de todo ello.

El traumático proceso catalán ha añadido fatiga social a la ya acumulada durante décadas. En ese trance ha quedado claro, nuevamente, que nuestra democracia, al sur de los Pirineos, es distinta, como no podría ser de otro modo. Ahora ya sabe a qué atenerse quien esté tentado de desafiar el orden establecido, organizando votaciones previamente desautorizadas o haciendo declaraciones más o menos simbólicas de independencia. Es lo que hay y nada parece que vaya a cambiar a corto plazo, aunque el paso del tiempo, el diálogo y la razón, deberían contribuir a que los daños, muchos de ellos poco reversibles, se amortigüen. Es lo menos que podemos exigir a quienes se dedican a la política, a gobernarnos, aunque algunos asuntos estén ya fuera de su alcance, en manos del poder judicial.

Los visores del dron podrían leer los acuerdos y declaraciones que con regularidad se suscriben y difunden por los diversos agentes políticos. Entre ellos repararían, por ejemplo, en el manifiesto federalista suscrito recientemente por un nutrido y notable colectivo de hombres y mujeres de la cultura y del mundo académico vasco.

El hipotético dron, en su pequeñez, está dotado de mecanismos de visión, compresión y transmisión de datos que le permiten comunicar de manera eficaz, en tiempo real, con el puesto de control en el que un potente ordenador, dotado del más moderno software, puede realizar una autopsia exhaustiva del contenido de cualquier documento. Podría así destilar “la realidad” que, entre líneas, codifica un documento de esta naturaleza.

Con el objeto de situar el manifiesto en un contexto políticamente complejo, los coordinadores de la misión –investigadores en ciencias sociales o de algún servicio de inteligencia, poco importa–, en primer lugar, tratarían de dilucidar si se trata de un nuevo manifiesto nacionalista en alguna de sus formas y expresiones. No hay que olvidar que el dron realiza su trabajo sin la ventaja y/o condicionante de que en este pequeño país casi todo el mundo ya se conoce.

A pesar de la dificultad de la tarea, mediante el empleo de los modernos y potentes algoritmos de reconocimiento de patrones en los textos escritos, el dron y el ordenador de control acabarían descartando que el manifiesto constituya una expresión de algunas de las formas del nacionalismo vasco.

Para llegar a esa conclusión se apoyarían en diversas evidencias.

Por ejemplo, repararían en que, de haberse tratado de un texto nacionalista, no habría empleado el término “País Vasco” sino el de “Euskadi” o “Euskal Herria”, por ejemplo. También detectaría que el texto no hace referencia a la multiplicidad de lenguas oficiales y a la importancia de preservarlas y promocionar activamente una equiparación real y efectiva en su uso. Pero este último no sería un indicio concluyente, ya que entre los firmantes del manifiesto se encuentran algunos de los máximos exponentes de la literatura en euskara.

El ordenador detectaría también que el manifiesto enfatiza la bondad e incluso la necesidad de que España evolucione hacia un estado federal. Pero esa afirmación, fácilmente asumible por amplios sectores de la población, tampoco sería decisoria.

Posiblemente, el dron señalaría como indicio particularmente relevante el que el texto enfatice la conveniencia de mantener la unidad del estado en sus contornos actuales, frente a las tesis nacionalistas que sugieren más bien la evolución a una Europa de las naciones, que diluya las fronteras de los estados actuales.

Tampoco escaparía al escrutinio del tándem dron-ordenador que el texto, breve y bien estructurado, equipara de manera reiterada las voluntades rupturistas a la negación de la necesidad de la reforma federal que propugna. El ordenador, acostumbrado a analizar complejas partidas de ajedrez, detectaría una posible contradicción en ese punto pues una visión nacionalista de la realidad actual podría muy bien ser compatible con la reforma federal, como paso previo a la soberanía en un espacio europeo común.

El dron repararía también en que el texto descarta las propuestas de reforma del estatuto que no se subordinen y se pospongan a una hipotética reforma constitucional federal, equiparándolas con las vías rupturistas. Pero, rastreados todos los datos recogidos en el disco duro del ordenador, se descartaría que esa reforma federal parezca ser inminente, pues ni siquiera hay consensos suficientes para aprobar algo tan básico como los presupuestos del estado del año próximo.

El dron y el ordenador podrían realizar esa tarea con cierta facilidad pues operan sin condicionamientos emocionales propios de los humanos, empleando el pensamiento lógico-matemático forjado durante siglos, descifrando los misterios de la Naturaleza.

El célebre filósofo y matemático británico Bertrand Russell (1872-1970) en una de sus últimas entrevistas dejó dicho que «en el estudio de cualquier materia hemos de preguntarnos a nosotros mismos cuáles son los hechos reales y la verdad que revelan» y que «nunca debemos dejarnos desviar ni por lo que queremos creer o por lo que nos trajese beneficio». «Observa única y exclusivamente los hechos reales» fue la última recomendación del sabio.

El exhaustivo análisis del dron, inspirado en los principios de Russell, concluiría que ese manifiesto no tiene su origen en posiciones nacionalistas. Asimismo, el protocolo de medición de distancias ideológicas, concluiría que el documento, a pesar de sus propias contradicciones, puede constituir un nuevo y positivo paso a la hora de aproximar posturas en una población demasiado pequeña y tradicionalmente víctima de un exceso de falta de concordia y consenso.