Janina Pérez Arias
Entrevista
CLAIRE DENIS

«En ‘High Life’ plasmo un mundo que crea un futuro terrible» - Claire Denis

Claire Denis está sentada en un sofá. Aprovecha una breve pausa entre un entrevistador y otro para responder a unos mensajes que ha recibido en el teléfono. «Disculpa, es de mala educación, pero estoy aprovechando este momento libre», dice levantando la mirada con una sonrisa, aunque se le nota el cansancio resultante de una intensa jornada de promoción de su más reciente película, la impactante “High Life”, presentada en el Festival de Cine de Donostia y que este fin de semana está en nuestras salas comerciales.

Lleva el cabello corto en desorden y es tan rubio que, según la luz, se convierte en platino. Es menuda, delgada y, a sus 72 años, tiene la misma delicadeza física que llamó la atención a Wim Wenders cuando conoció a la que sería su asistente de dirección, impuesta por el productor francés de “París, Texas” (1984). Tiempo después, el director alemán reconocería que gracias a la inagotable determinación de esa mujer de apariencia tan frágil pudo terminar su película.

Ese arrojo es quizá uno de los responsables de que Claire Denis se haya convertido en una directora de culto, rompedora de reglas, para muchos una de las cineastas más importantes del Estado francés y de Europa. Quienes la conocen de cerca, bien sean colegas, actores, productores o colaboradores, siempre recurren a la misma frase cuando se refieren a ella: esa mujer no le teme a nada ni a nadie. Su filmografía no solamente lo confirma, también lo ilustra y “High Life”, su primer filme en inglés, corrobora su gran capacidad de riesgo. Protagonizada por Robert Pattinson y Juliette Binoche, en “High Life” confluyen el thriller y la ciencia ficción. Cuenta la historia de un grupo de convictos que es enviado al espacio para investigar el “Mecanismo de Penrose” (teoría que sugiere la posibilidad de extraer energía de un agujero negro en rotación). Condenados a orbitar en el espacio por el resto de sus vidas, el que se les obligue a procrear les lleva a encarnizados enfrentamientos. Se sospecha, pues, que todo el proyecto podría torcerse. A Denis le fascina la astrofísica, pero esa fascinación no tiene nada que ver con el rigor científico. Más bien acostumbra a plantearse preguntas filosóficas y existenciales, muy acordes con su línea de trabajo. Advierte que no es filósofa, pero sabe que «para mucha gente, el espacio es como un laboratorio gigantesco donde se ponen a prueba muchas cuestiones en relación a la humanidad: somos una pequeña parte de un gran universo y continuamente buscamos el significado de la existencia».

«High Life» aborda muchos temas, uno de ellos es el de la maternidad a toda costa. ¿Qué le llevó a usted a tratar ese tema?

Mis películas no suelen ser tan organizadas, por lo que básicamente no me concentro en un solo tema. Pienso que, cuando una mujer cree que la vida, es una ruina si no es madre, si no tiene hijos, es una cuestión de justicia darle la oportunidad de que cumpla su deseo. No tengo problemas con eso, para mí no es una cuestión de moralidad, ya que esta tiene más que ver con el empleo del cuerpo para ciertos propósitos. En mi película no se trata de satisfacer el deseo de ser madre, sino el de crear una especie de dependencia a través de la gestación; plasmo un mundo en el que existe una especie de arma química que consiste en introducir el esperma en el cuerpo de una mujer que no lo quiere, porque eso significa crear un futuro, un futuro terrible. En este filme hay mucha femineidad. Soy mujer, conozco el significado de la maternidad o del aborto, que también presente en el filme, pero yo no he querido hacer ninguna aproximación a ese tema ni dar mi punto de vista; no fue esa mi intención.

Dedicó varios años a este proyecto, ¿cuánto cambió su idea original con el paso del tiempo?

No cambió tanto. De hecho, muchas personas intentaron cambiar la primera versión del guion. Al ser franceses, a mi co-guionista Jean-Pol (Fergeau) y a mí nos sugirieron que trabajásemos con escritores angloparlantes. Pero los intentos de cambiar mi idea me incomodaron. Con el tiempo llegamos al extremo de que la historia que tenía en mente se estaba distorsionando, por lo que tomé la decisión de resistirme a cambiar mi primera idea. Nosotros escribimos de una forma muy francesa, por lo que no éramos las personas más indicadas para construir los diálogos en inglés, pero al final trabajé con un joven estadounidense que estuvo conmigo todos los días para ayudarnos con los giros del idioma. Así fue como logramos tener las frases adecuadas en inglés sin cambiar la historia.

¿Cuántas veces tuvo que cambiar el elenco?

Durante años estuvimos esperando por cuestiones de financiación, y no les puedes exigir a tus actores que esperen tanto tiempo. En el caso de Robert Pattinson fueron casi cuatro años y, en cierto modo, me regaló ese tiempo de espera. A Mia Goth la conocí en París unos dos años antes de comenzar el rodaje, y de inmediato la quise para la película; me gusta su pureza y es una actriz innata. André Benjamin (actor y músico) es uno de mis ídolos, lo vi interpretar a Jimi Hendrix (en el biopic “Jimi: all is by my Side”,de John Ridley, 2013) y me cautivó. Me advirtieron de que si lo quería para la película, tendría que viajar a Atlanta, así que fui hasta allá a conocerlo.

Llama la atención el lugar donde se desarrolla la película. ¿Qué le motivó a imaginarse el interior de esa nave espacial del futuro con un aire tan retro?

Mi intención no fue que el set evocara los años 70 u 80, tampoco quería que fuese como una nave espacial, sino más bien como una cárcel. La ciencia ficción tiene mucho que ver con la conquista del espacio o con armamento de alta tecnología, pero yo lo que quería era una cárcel como Guantánamo en el espacio.

Ahora que está recuperándose de una operación de garganta, Claire Denis hace pausas largas, bebe té tratando de ahuyentar sus ataques de tos. «Llevo mis pastillas», dice para calmar las preocupaciones ajenas. En Donostia estuvo con tres de sus actores –Juliette Binoche, Robert Pattinson y Mia Goth– presentando este filme que formó parte de la competición oficial. «Trabajo con ella por su inteligencia, su sensibilidad», diría Binoche, quien ha hecho doblete con Denis, para quien ha protagonizado “Un sol interior” (2017) y luego ha saltado a “High Life” encarnando a la doctora Dibs. «Me encanta verla dirigiendo, tomando decisiones en el rodaje, en esos momento palpo su creatividad, lo cual hace que la mía se active», en palabras de la actriz francesa. Robert Pattinson no duda en confesar sus dificultades ante tanta abstracción para interpretar a su personaje, Monte: «La historia tiene cosas muy locas, pero yo lo único que tenía que hacer era confiar plenamente en Claire», afirma, admitiendo que dio el sí después de leer el argumento, plasmado en 24 páginas, y «sin muchas explicaciones, ni de la misión en sí, ni sobre mi personaje. Pero no me importó porque yo tenía un gran deseo de trabajar con ella». A Mia Goth, por su parte, le fascinó su modo de trabajo tan cercano. «Y sobre todo la compasión, empatía y respeto que muestra por los personajes y la gente que trabaja con ella».

¿Por qué le gusta entablar una relación tan de cercanía con los actores con los que trabaja?

En este caso, el espacio físico tan reducido fue el que creó esa cercanía. No soy una persona ‘tocona’, pero para mí es importante tenerlos al alcance de mi mano, más que todo para sentirlos. Cuando rodé en el desierto “Buen trabajo” (1999), quise estar cerca de los soldados. No sé de dónde viene esa inclinación, pero creo que tiene que ver con la creación de relaciones humanas de calidad (hace una pausa). Nunca había trabajado con Robert y Mia, y recuerdo que les dije que les iba a tocar (se ríe). Siento la necesidad de experimentar la situación, la escena, por lo que me resultaría extraño estar alejada. Creo que así no funcionaría.

Claire Denis tuvo que librar varias batallas para sacar adelante “High Life”. Una de ellas tuvo que ver con el título que, en realidad, no tiene mucho que ver con el espacio, sino más bien con los recuerdos de su infancia. «High Life era la música de Ghana, Nigeria y Camerún –apunta la directora–. Cuando era niña era genial escucharla, interpretada por músicos extraordinarios; era una música que venía a representar el final de la época colonial». Desde su nacimiento hasta los 13 años, su familia vivió en varios países africanos debido al trabajo de su padre, que era administrador de colonias, aunque sus progenitores siempre se mostraron partidarios de la descolonización. Esa primera vida en el continente africano marcaría la filmografía de Claire Denis desde su debut en la dirección con “Chocolat” (1988), historia desarrollada en Camerún sobre la amistad entre una niña blanca y el sirviente negro de la familia. Le siguieron títulos como “Buen trabajo” (1999), sobre la Legión francesa estacionada en Yibuti, y “Una mujer en África” (2009) también situada en un país no identificado de África, sobre una francesa en plena revuelta civil que se niega a abandonar sus tierras. «Tuve una infancia que, a ojos de los demás, puede percibirse como bastante exótica, y a la gente le llama mucho la atención el exotismo –apunta Denis–. Sin embargo, vivir en África fue experiencia muy fuerte. Cuando recuerdo esos años, solo pienso que tuve mucha suerte en tener a mis padres, ya que nos proporcionaron, más que esa experiencia, una conciencia de todo aquello».

¿Siente que su experiencia de vida está muy presente en su filmografía?

Honestamente, no lo sé. Es probable que haya una mezcla de mi vida con la ficción. No soy consciente de ello. Hacer una película es un proceso muy extraño: escribes una historia que sale de tí, por lo que debe existir en ella una parte tuya y también de tu coguionista. Luego, de repente, eso se convierte en parte de los actores, sumándose también la experiencia de vida de ellos.

¿Recuerda por qué decidió convertirse en directora?

Siempre sentí que no era apta para muchas cosas y una de ellas era hacer cine. Ese sentimiento pienso que lo tienen muchas personas que trabajan en este medio. Creo que fue esa sensación de no creerme capaz lo que me impulsó a dedicarme a la dirección. Me di cuenta de que mi ineptitud en la vida guardaba paralelismos con mi labor como directora. Recuerdo que mis padres se quedaron consternados con mi decisión, porque estaba claro que yo estaba destinada a la enseñanza escolar. No es que fuera una cinéfila, pero el cine era otro mundo para mí. Aquella fue una época en la que no encontraba mi sitio en ninguna parte, y pensé que tal vez en el cine sí lo hallaría. Se trató de una decisión muy honesta por mi parte porque no era que estuviera deseosa de crear, estaba más bien deseosa de encontrar mi lugar en el mundo.