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El pueblo de los muñecos

A 500 km de Tokio, en un área montañosa, existe un pueblo llamado Nagoro, más frecuentado por muñecos que por personas de carne y hueso. Esta es su forma de combatir los efectos de la despoblación que sufren el 40% de los 1.700 municipios japoneses, ideada por Tsukimi Ayano, que desde hace 16 años no ha dejado de crear figuras de tamaño humano con labios y mejillas rosadas. Sus cuerpos están hechos de palos y papel de periódico, su piel es de tejido elástico y sus cabellos de lana. Cuando Ayano, que ahora tiene 69 años, era una niña, Nagoro llegó a tener 300 habitantes entre residentes y trabajadores del sector forestal. Poco a poco la gente se fue, la escuela cerró y ahora quedan 27 vecinos, el más joven de 55 años. Ayano decidió repoblarlo con muñecas «para recordar el momento en el que el pueblo estaba ocupado». Hasta 270 figuras se pueden encontrar en esta aldea del valle de Iya: niños sentados frente a sus libros como escolares estudiosos, un padre tirando de un carro con sus hijos, o clientes junto a una tienda de comestibles, como en esta imagen por la que pasa Ayano. Sus muñecos han convertido el lugar en una atracción turística: «Antes de hacer estas criaturas, nadie se detenía aquí», sonríe la artesana.