Janina Pérez Arias
el lado más crápula de un ídolo del fútbol

«Es muy difícil llegar a querer a Diego Armando Maradona»

El oscarizado cineasta inglés Asif Kapadia condensa en «Diego Maradona» la tumultuosa vida de esa leyenda viviente que a su paso sigue generando polémica. Aunque del futbolista parece saberse todo, este documental pretende poner luz en ciertas oscuridades de la vida del famoso argentino. Kapadia cuenta los entresijos de esta producción y de cómo se sobrepuso a su fascinación por Maradona.

Fue en Nápoles donde Diego Armando Maradona (Buenos Aires, 1960) se convirtió en un Dios que, con el tiempo, para algunos terminó transformándose en un apestado. Tenía apenas 23 años cuando en 1984, después de su abrupta salida del F.C. Barcelona, fue transferido al S.S.C. Napoli, un club que a lo largo de su existencia jamás había conseguido un solo título en la liga italiana y mucho menos a nivel europeo.

En el documental “Diego Maradona”, Asif Kapadia (Londres, 1972) narra cómo El Pelusa se encargó de marcar varios destinos: el suyo propio y el de los suyos, el del Nápoles (convirtiéndole en un campeón histórico hasta su partida en 1991), así como el del fútbol a nivel mundial tras su paso por la Copa del Mundo del 86 y del 90. Pero esta vez la narración es diferente, porque Kapadia –aficionado confeso del fútbol– no se dejó encandilar por una de las figuras más controvertidas y carismáticas de la historia de este deporte. El resultado son dos horas de cine con mucha información, algo que, aunque previsible, no deja de ser sorprendente incluso para quienes creen saberlo todo sobre el afamado argentino.

En el Festival de Cannes, donde tuvo lugar el estreno mundial de “Diego Maradona”, Asif Kapadia realiza para 7K un repaso del recorrido casi tortuoso que tuvo que hacer detrás de la cámara, a pesar de que el hecho de contar con Maradona a bordo del proyecto le abriese muchas puertas. Unas puertas que otros realizadores, en intentonas similares, habían encontrado cerradas. Para el director inglés el periplo se inició en 2012, en plena celebración de los Juegos Olímpicos en Londres, cuando un productor le comentó que existía un extenso material audiovisual inédito sobre Maradona: más de 500 horas de grabación iniciadas en 1981, a raíz de que Jorge Cyterzpiler, el entonces mánager y amigo de la infancia del futbolista, acometiera un proyecto de documental que nunca cristalizó.

«Me pareció interesante, pero acababa de hacer una película sobre el piloto brasileño de Fórmula Uno Ayrton Senna (“Senna”, 2010) y no me pareció una buena idea salir de un héroe brasileño para meterme en otro argentino. Entonces hice “Amy” (2015)», rememora en la terraza de un lujoso hotel de la Riviera francesa, refiriéndose al trabajo sobre la malograda cantante inglesa Amy Winehouse que le valió un Oscar en 2016.

Maradona, sin embargo, no le abandonó. «Después de haber hecho dos películas sobre gente maravillosa que murió muy joven, me sentí preparado para hacer otra de una persona brillante pero que está viva y haciéndose mayor. Quería saber qué pasaría», resume quien con Diego Maradona concluye su trilogía sobre los prodigios y la fama. El documental llega a nuestras pantallas el próximo 19 de julio.

¿Cómo definió la línea que tomó el documental su primer encuentro con Diego Maradona?

Cuando decidimos verle estaba viviendo en Dubái, así que nos desplazamos hasta allí. En aquel momento no sabía ni qué narraría, ni cómo sería la película; sin embargo, llevamos una cámara, y al final éramos seis en el equipo. Hay que admitir que Dubái no es precisamente barato. Sabía que una persona como Maradona, por lo general, diría: ‘Hoy no te puedo atender, ven mañana…’. Y así estuvimos esperando varios días. Esperar por Maradona una semana parecía algo normal. Cuando decidimos volver a Londres, prácticamente cuando estábamos camino al aeropuerto, accedió a que le visitáramos, pero solo para saludarlo. Nos vimos, nos dimos la mano, nos hicieron unas fotos y me dijo que haríamos una buena película juntos. Entonces me di cuenta de que no iba a ser un filme en el cual entrevistaría a Maradona durante diez horas.

Al no tener muchas oportunidades para hablar con él, ¿cómo se desarrolló el diálogo?

Te voy a contar algo muy curioso sobre mi último encuentro con Diego: en mi ordenador tenía una conexión, a través de Skype, con dos de mis investigadores que estaban en Londres, escuchando y tomando nota de la conversación para alertarme de algún hecho que no fuera correcto y para darme informaciones de aspectos sobre los que yo no estaba seguro. Conmigo estaba Luka, un sonidista napolitano, experto en esa escuadra italiana y súper fan de Maradona, al que había visto triunfar en el Nápoles porque tenía un bono de temporada. Esto le encantó a Maradona y lo mantuvo de buen humor, mientras charlaban de los buenos tiempos en Nápoles. También estaba conmigo Lina, quien traducía mis preguntas pero, para tener una traducción simultánea de las respuestas y así ganar más tiempo, a través de mi teléfono estaba conectado con Laura, otra de mis investigadoras, desde Argentina. Por lo general, las entrevistas que hago duran unas cinco o seis horas. A veces hasta el mismo entrevistado me pide un nuevo encuentro, pero las dos veces que hablé con Diego estuve con él solamente hora y media. Después de ese tiempo se aburre, se cansa, pone fin al encuentro repentinamente.

¿Qué se hace cuando se tiene enfrente a un hombre tan carismático como Maradona?

Definitivamente conserva el carisma de antes. Una de las veces que me encontré con él estaba viendo un partido del Boca Juniors. Yo estaba grabando la conversación, pero cuando respondía lo hacía hablándole a la traductora, por lo que su voz estaba fuera del alcance del micrófono. Decidí sentarme en el suelo a sus pies, y pensé: ¡Esas son las piernas de Maradona! (se ríe). Son unas piernas inmensas, gruesas. He conocido a muchísima gente famosa, pero jamás había sentido el impulso de querer tocarles; me pregunté si no le importaría que le tocase su pie izquierdo. No sé cuál había sido la pregunta anterior pero, de repente, le pregunté cuál era el tobillo lesionado, la pierna que se había roto. Al hacer un gesto para tocarle, me empujó (se ríe). En ese momento me di cuenta del poder de ese hombre, porque lo único que quería era tocarle. La película también es sobre esas ganas de la gente de acercarse a él, de manosearle, que es algo que le vuelve loco porque no le gusta que le toquen. Ese es el efecto que produce su carisma.

¿Siempre fue consciente de que corría peligro de perder la oportunidad de formular las preguntas claves?

Sin duda. Maradona ha sido una de las personas más difíciles con las que he tratado y quienes le conocen saben perfectamente lo arduo que puede resultar tratar de rodar un filme sobre él. Fueron pocos encuentros y la primera vez rechazó contestar a las preguntas que yo pensaba serían las más sencillas: me dijo que no quería hablar de esto o aquello, o que nunca había dicho ese nombre o hablado sobre tal asunto. ¡Y pensar que esas eran las más fáciles, porque para ese primer encuentro no había pensado en las preguntas más difíciles! Cuando ya estaba seguro de que tenía la película, volví a verle para entrevistarle. No sé por qué, pero pensé que probablemente sería la última oportunidad, por eso pregunté por temas más espinosos: sobre sus adicciones, sus hijos legítimos e ilegítimos, su relación con los bajos fondos, sus mujeres, su familia, su vida en Nápoles… Todos estos son aspectos presentes en la película. Pero Maradona es un cuentacuentos, divaga cuando no quiere contestar y cuenta largas historias para desviar la atención. Así que, cuando veía que se iba por otro camino, le decía: ‘¡fantástico, pero no estás respondiendo a mi pregunta!’, y trataba de hacerle volver al tema. Hay que pensar que no está acostumbrado a que le interrumpan, y cuando me daba las mismas respuestas de siempre, esas que son una constante en todas las entrevistas que le han hecho, tuve que preguntar de nuevo. En una de esas paró, me miró y me dijo: ‘¿Tienes cojones para hacerme esas preguntas?’. Y después de una larga pausa terminó diciéndome: ‘Por eso te respeto, porque la mayoría de la gente no lo haría en mi cara’. Yo le respondí: ‘Vale, genial…’ (se ríe). En ese momento, se dio cuenta de que yo estaba allí para ser insistente con mis preguntas difíciles e incómodas.

Con Maradona, ni un paso. Cuando Diego Armando empezó a llamar la atención desde el césped del Boca Juniors, Pelé, que como el Pibe de oro está entre los mejores futbolistas de la historia, se aventuró a hacer una profecía: aunque reconocía el gran talento del chico, no creía que poseyera la suficiente fortaleza psicológica como para afrontar la fama desmesurada, la presión, los excesos y a sí mismo. Pelé estaba en lo cierto.

Centrándose en los años napolitanos, cuando se construyó y fortaleció el mito alrededor del futbolista, entre el cielo y sus diversos infiernos, Kapadia disecciona a su objeto de estudio al recorrer el origen de ese chico procedente de Villa Fiorito –una de las zonas más pobres del gran Buenos Aires– que, a los 15 años, solo tenía como meta comprarle una casa a su madre y salir de la miseria. «Me importa más la gloria que la plata», dice en el documental un jovencísimo Maradona, quien pocos años después sería adulado por millones de personas, incluso hasta por el capo de la Camorra napolitana, Carmine Forcella, quien premiaba cada visita del futbolista con un Rólex de oro. También le proveía de cocaína.

Aunque no se les ve, se escucha a personas claves de su entorno hablando desde el presente, entre ellos Fernando Signiorini (su coach durante años), quien sostiene que en la estrella del fútbol se produjo una especie de desdoblamiento: Diego, el humilde, el hermano de cuatro chicas, el hijo de don Diego y doña Tota; y Maradona, el famoso, el de los excesos, el adicto a la cocaína, el generador de caos, el grotesco. «Una vez le dije a Diego –cuenta Signiorini en el documental– que con Diego iría al fin del mundo, con Maradona no daría ni un paso».

Un aspecto de la vida de Maradona es su relación con la Camorra, algo que siempre había negado. ¿Cree que habrá consecuencias por tocar y esclarecer este tema?

¡Espero que no! Es un hecho lo que era Nápoles en los 80, por lo que no es de extrañar esa relación, existían conexiones entre diferentes personas, fanáticos del fútbol y miembros del equipo. En esa ciudad todos adoraban a Maradona, pero también le necesitaban; además, él deseaba sentirse protegido y quería saber quién mandaba realmente en esa ciudad. Es que da igual a donde vaya Maradona, eso es algo que hace siempre, bien sea en Venezuela, Italia, Argentina, Cuba o en Colombia… Donde esté la gente más poderosa, allí vas a ver a Maradona, porque él da a entender que es el más grande de los futbolistas y nadie más que él tiene ese tipo de relaciones. No sé si era consciente de a dónde había ido a parar cuando recaló en Nápoles, donde su adicción (hacia la cocaína), que ha sido su debilidad, terminó en convertirse en un gran problema. No creo que quería que eso sucediera, pero pasó. Se trata de hechos sustentados por muchas personas con quienes hablé y las investigaciones que realizamos. Tocamos ese tema, que es muy peliagudo, pero la película es muy honesta, por eso estoy a la expectativa de cómo va a reaccionar el público.

Siendo un forofo del fútbol y admirador de Maradona, después de la realización de esta película, ¿cuál es su percepción del futbolista como persona?

Para mí fue un proceso de reconocimiento. Yo no sabía que era un hombre de tantos extremos, no sabía que ese joven encantador y divertido, de sonrisa y ojos cautivadores, era un tipo tan vulnerable. Hasta el Diego furibundo de hoy en día, muy en el fondo, sigue siendo aquel chico. Hizo cosas muy reprobables y terribles a lo largo de su vida, unidas a sus decisiones erróneas y todo eso está más allá de mi entendimiento. Sin embargo, de alguna manera es el mismo tipo que cuando era joven, porque siempre ha estado dentro de él. Maradona es un chico de la calle, de origen muy humilde, que quiso huir de su pobreza y es precisamente ese Maradona, como un tío duro abriéndose camino, la persona que yo respeto. Hay que ver la de veces que tocó fondo, la de veces que murió en cierto sentido, pero siempre resurgió, por lo que admiro su resistencia. Y te digo que no es fácil hacer una película sobre Maradona, porque no es siempre un hombre adorable y más bien tiende a ser brusco y seco, pero así es él.

Tampoco usted intenta que queramos a Maradona.

Así es, porque yo no trato de encontrar excusas ni perdón, sino que trato de intentar entender a la persona. Cuando pienso en mis otros trabajos, llego a la conclusión de que adoré a Senna, me enamoré de Amy, pero es muy difícil llegar a querer a Diego Maradona, aunque con esta película, definitivamente, se le podrá entender mejor.