IBAI GANDIAGA PEREZ DE ALBENIZ
ARQUITECTURA

La espiritualidad en la arquitectura

Cuando mi abuelo murió, me juré que aquella era la última iglesia en la que entraría. Los años pusieron esa intención en un segundo plano, ya que, incluso para alguien no creyente, aislarse de los lugares de culto acarrea más problemas de los que resuelve. Más allá de la necesidad de asistir a un funeral o un bautizo, con aquella afirmación no calibré bien el hecho de que las iglesias son un lugar imprescindible en la arquitectura, pasada o futura.

Los grandes arquitectos fueron o bien muy religiosos o estuvieron cerca de la parte mística del ser humano. Los ejemplos nos llevan no solo a los típicos ejemplos renacentistas (Borromini, Bramante), sino a que maestros modernos como Louis Kahn, Peter Eisenman o Rafael Moneo también han expresado la influencia de su fe en la compresión de los espacios de culto. La parte ingenieril de la arquitectura es perfectamente replicable, las soluciones técnicas pueden ser iguales aquí o allá. No obstante, en la parte humana, en la comprensión del ritual y de la influencia sobre las personas que viven, es donde entra en juego la intuición de los arquitectos.

Y, sin embargo, normalmente admiramos las grandes iglesias católicas por su impresionante tecnología, sobre todo desde el gótico en adelante, cuando la obra de cantería y los cálculos de los maestros de obra permitieron abrir huecos en los muros e introducir la luz dentro.

Cada cultura ha tenido una expresión espacial de sus rituales, y su estudio es tan interesante y necesario como cualquier otro. Las mezquitas, por ejemplo, son tipologías arquitectónicas que precisan simplemente de un muro o superficie –puede ser cualquier cosa, una simple tela colocada en vertical con dos palos– que esté perpendicular a la Kaaba, la construcción en forma de prisma rectangular en La Meca (Arabia Saudita), punto que representa el lugar sagrado de peregrinación más importante del islam. Ese muro, llamado alquibla, es “perforado” mediante un nicho, llamado almihrab, usado tradicionalmente para amplificar la voz. Nada más es necesario para una mezquita, en un uso del espacio que delata el primigenio origen nómada de los feligreses mahometanos.

De mezquitas y palapas. Lógicamente, los mil feligreses de la congregación de la Mezquita Central de Cambridge (Inglaterra) sí que cuentan con bastantes más instalaciones en su haber que estos dos simples elementos. La mezquita ha sido diseñada por Adbul Hakim Murad, conocido anteriormente como Timothy Winter, hijo del arquitecto modernista John Winter, que participó en el equipo de diseñadores del London Eye.

La edificación ha costado 23 millones de libras y cuenta como punto más destacado los “árboles” estructurales que sujetan la estructura del haram o sala de oraciones. Algunos han comparado estas estructuras con el aeropuerto de Stansted de Norman Foster pero, en ese caso, el autor explica que su forma no es tan tecnológica, sino que su geometría se basa en la idea coránica de un paraíso como un jardín cuatripartito. La forma tiene una indudable relación con el gótico inglés, y nos viene a la mente la capilla de Enrique VII en la abadía de Westminster, con su bóveda plana llena de nervios y nudos.

Vemos cómo la estructura de un edificio puede, como en el caso de las iglesias góticas o de la mezquita central de Cambridge, formar el corazón de un espacio de culto. El templo Luum, en el Parque Nacional de Tulum, en México, es un templo de un credo radicalmente distinto, tanto es así que ni siquiera está adscrito a una fe determinada, sino que se ha planteado como un espacio para la meditación; es decir, un lugar de una espiritualidad no reglada, por decirlo de alguna manera.

El estudio CO-LAB Design Office firma esta estructura, inspirada claramente en la obra de Félix Candela, el gran arquitecto madrileño exiliado en México tras la Guerra del 36. Es una palapa abierta por cinco lados, construída mediante un paraboloide hiperbólico realizado con secciones planas de bambú, dobladas en el mismo lugar, atornilladas y colocadas mediante trabajo manual. Se finaliza la estructura mediante una cubierta tradicional de zacate, revestimiento típico de paja de la arquitectura vernácula mexicana. El edificio se abre en cinco frentes distintos hacia una selva nativa, resultado de un programa de reforestación y recuperación del parque natural.

La espiritualidad del ser humano siempre tendrá reflejo en la arquitectura, en algunos casos en remanentes históricos como las grandes iglesias góticas y, en otros casos, como en simples techumbres que hacen que podamos estar rodeados de naturaleza mientras huimos del ruido diario.